Papa: una oración por la ‘amada y atormentada Siria’
En la audiencia general, Francisco volvió a centrar su pensamiento en el país en guerra. En el discurso, prosiguiendo con la catequesis dedicada a las Bienaventuranzas, Francisco habló de la segunda, “Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados”. “Entender el pecado es un don de Dios, es una obra del Espíritu Santo. “Nosotros solos, no podemos entender el pecado. Es una gracia que debemos pedir”.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – Nueva plegaria del Papa por “la amada y atormentada Siria”. Al término de la audiencia general de hoy, Francisco pidió a los presentes rezar por el país del Oriente Medio. “Yo quisiera que en este momento - dijo - todos rezáramos por la amada y atormentada Siria. Son tantas las familias, los ancianos y niños que debe huir por la guerra. Siria sangra desde hace años. Recemos por Siria”.
Las palabras pronunciadas hoy se suman al llamamiento del domingo con ocasión del Ángelus, cuando el pontífice pidió “a la comunidad internacional y a todas las partes involucradas” valerse de los “instrumentos diplomáticos, del diálogo y de las negociaciones, en un marco de respeto por el derecho humanitario internacional, para salvaguardar la vida y el destino de los civiles”.
Previo a ello y prosiguiendo con la catequesis dedicada a las Bienaventuranzas, Francisco se refirió a la segunda, “Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados”.
El papa recordó que en las Escrituras, el llanto pude tener dos aspectos, aquél que suscita “la muerte o el sufrimiento de alguien” y aquél por el “propio pecado”, “cuando el corazón sangra por el dolor de haber ofendido a Dios y al prójimo”. Por tanto, se trata de lágrimas derramadas por alguien “querido”, porque “lo perdemos o porque se siente mal”, o bien “porque lo hemos hecho sufrir”. “Se trata, entonces, de querer bien, de amar a otro de tal manera que permita vincularnos con él o ella hasta compartir su dolor. Hay personas que permanecen distantes, dan un paso atrás; en cambio, es importante que los demás abran una ventana en nuestro corazón”.
“Muchas veces he hablado del don de las lágrimas, y de cuan precioso es” este don. “Hay personas afligidas que debemos consolar - prosiguió - pero tal vez también hay consolados que deben afligirse, que hay que despertar, que tienen un corazón de piedra o se han desacostumbrado al punto de ya no llorar. El luto es un camino amargo, pero puede ser útil para abrir los ojos sobre la vida, y sobre el valor sagrado e insustituible de cada persona, y en ese momento uno se da cuenta de cuán breve es el tiempo”.
“Hay un segundo significado de esta bienaventuranza paradójica: llorar por el pecado. Aquí hay que distinguir: está el que se enoja porque se ha equivocado. Pero esto es orgullo. En cambio, está el que llora por el mal cometido, por el bien omitido y por la traición cometida en la relación con Dios. Este es el llanto por no haber amado, que brota de una preocupación por la vida de los demás. Es el que llora por no haber correspondido al Señor, que nos ama tanto, y entonces se siente triste por el pensamiento del bien que no hizo; este es el sentido del pecado”. “Pensemos en el llanto de San Pedro, que lo llevará a un amor nuevo y mucho más verdadero, a diferencia de Judas, que no aceptó el hecho de haberse equivocado y se suicidó”.
“Entender el pecado – subrayó Francisco - es un don de Dios, es una obra del Espíritu Santo. “Nosotros solos, no podemos entender el pecado. Es una gracia que debemos pedir. Señor, que yo entienda el mal que he hecho y que puedo hacer. Este es un don muy grande, y después de haber entendido esto, viene el llanto del arrepentimiento”.
“Efrén de Siria dice que un rostro bañado en lágrimas es indeciblemente bello (cfr. Discurso ascético). “Como siempre, la vida cristiana tiene su mejor expresión en la misericordia. Santo y beato es aquél que acoge el dolor vinculado al amor, porque recibirá el consuelo del Espíritu Santo, que es la ternura de Dios, que perdona y corrige. Dios siempre perdona, no hay que olvidarlo; no nos olvidemos de esto. Dios siempre perdona, incluso los pecados más feos. Siempre. El problema está en nosotros, que nos cansamos de pedir perdón. Este es el problema. Cuando uno se cierra y no pide el perdón. Y Él está allí, para perdonar”.
Al final, cuando llegó el momento de saludar a los polacos, Francisco recordó la Jornada Mundial del Enfermo, celebrada ayer. “A causa de la enfermedad - dijo - son muchos los que sufren en nuestra sociedad, en el mundo y en nuestras familias. Que el Señor nos de la fuerza, la paciencia y la gracia de la sanación. Y nosotros, que siempre nos acordemos de ellos y los acompañemos con la oración, con la cercanía y con gestos concretos de un amor compasivo y tierno”.