Papa: sólo Dios puede hacer fecunda nuestra aridez estéril
Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- Sólo la intervención de Dios vence la esterilidad de nuestra vida y la hace fecunda: es cuánto afirmó el Papa Francisco en la misa celebrada esta mañana en la casa S. Marta. Refiriéndose al Evangelio de hoy (Lc. 1,5-25), en el cual se narra que Isabel de estéril que era se convierte en la madre de Juan Bautista. El pontífice dijo: "De la imposibilidad de dar vida viene la vida". Como refiere la Radio Vaticana, el Papa continuó: "El Señor interviene en la vida de estas mujeres para decirnos: "Yo soy capaz de dar la vida". También en los profetas hay una imagen de desierto, la tierra desierta incapaz de hacer crecer un árbol, un fruto, de hacer brotar algo. "Pero el desierto será como la selva- dicen los Profetas- será grande florecerá". Pero el desierto, ¿puede florecer? Sí. Aquella promesa del Señor: ¡Yo lo puedo! ¡Yo puedo de la sequedad, de vuestra sequedad, hacer crecer la vida, la salvación! Yo puedo de la aridez hacer crecer frutos".
Y precisó: "Es la intervención de Dios que nos hace fecundos, que nos da la capacidad de dar vida". Nosotros "no podemos" hacerlo "por nuestra cuenta". Sin embargo, agregó, "Tantos han hecho la prueba de pensar en nuestra capacidad de salvarnos... También los cristianos, ¡Eh!, pensemos en los pelagianos por ejemplo. Todo es gracia. Es la intervención de Dios que no lleva a la salvación. Es la intervención de Dios que nos ayuda en el camino de la santidad Solamente Él. Pero, ¿de nuestra parte qué hacemos? Primero: reconocer nuestra sequedad, nuestra incapacidad de dar vida. Reconocer esto. Segundo: pedir; "Señor, yo quiero ser fecundo. Yo quiero que mi vida dé vida, que mi fe sea fecunda y vaya adelante y pueda darla a los otros". "Señor, yo soy estéril, yo no puedo. Tú puedes. Yo soy un desierto: no puedo, Tú puedes".
Para el Papa, esta debería ser nuestra oración en estos días previos a la Navidad. "La humildad-concluyó- es necesaria para la fecundidad. Cuántas personas creen que son justas... y al final son unos pobrecitos. La humildad de decir al Señor: "Señor soy estéril, soy un desierto" y repetir en estos días aquellas antífonas que la Iglesia nos hace rezar: "¡Oh. Hijo de David, oh Adonai, Oh Sabiduría- hoy- oh raíz de Jesé, oh Emanuel, ven a darnos la vida, ven a salvarnos, porque sólo Tú puedes, Yo solo no puedo! Y con esta humildad, humildad del desierto, la humildad del alma estéril, recibir la gracia, la gracia de florecer, de dar todo y de dar vida".
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