15/11/2016, 14.35
VATICANO
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Papa: que la responsabilidad común sobre el clima nos empuje a promover formas de desarrollo “solidario”

Mensaje dirigido a la COP22, que se está desarrollando en Marrakech, del 7 al 18 de noviembre. “Podemos y debemos vehicular nuestra inteligencia para dirigir la tecnología, y también cultivar e incluso limitar nuestro poder, y ponerlo al servicio de otro tipo de progreso, más sano, más humano, más social y más integral”. “El estilo de vida basado en la cultura del descarte es insostenible y no debe tener lugar en nuestro modelos de desarrollo y de educación”.  

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – La necesidad de intervenir en el cambio climático, que afecta a la humanidad entera y sobre todo a los más pobres, requiere no solamente de soluciones técnicas, sino también de voluntad política, para incrementar la conciencia de la responsabilidad común y promover formas de desarrollo “solidario”. Es lo que escribe el Papa Francisco en el mensaje enviado a Salaheddine Mezouar, ministro de Relaciones Exteriores y de cooperación de Marruecos, y presidente de la 22da sección de la Conferencia de los Estados que son parte de la Convención-cuadro de las Naciones Unidas referida al cambio climático (COP22), que se está desarrollando en Marrakech del 7 al 18 de noviembre.

El documento parte de la afirmación de que “la situación actual de degradación ambiental, fuertemente conectada con la degradación humana, ética y social (Enc. Laudato sì, 48.56.122), que lamentablemente todos nosotros experimentamos a diario, nos interpela, a cada uno, en sus propios roles y competencias”.  

La COP22 se celebra a poco tiempo de haber entrado en vigencia el Acuerdo de París, adoptado hace poco menos de un año, cuya “adopción representa una fuerte toma de conciencia de que, frente a temáticas tan complejas como el cambio climático, la acción individual y/o nacional no es suficiente, sino que es necesario poner en acto una respuesta colectiva responsable, que tenga realmente intención de «colaborar para edificar nuestra casa común» (ibid., 13). Por otro lado, la rápida entrada en vigor del Acuerdo refuerza la convicción de que podemos y debemos vehicular nuestra inteligencia para dirigir la tecnología, y también cultivar e incluso limitar nuestro poder  (cfr ibid., 78), y ponerlo «al servicio de otro tipo de progreso, más sano, más humano, más social y más integral» (ibid., 112), capaz de poner la economía al servicio de la persona humana, de construir la paz y la justicia, de salvaguardar el ambiente. El Acuerdo de París ha trazado un camino claro, en el cual la comunidad internacional entera es llamada a comprometerse; la COP22 representa una etapa central en este itinerario. Este incide en la humanidad toda, en particular en los más pobres y en las generaciones futuras, que representan el elemento más vulnerable del preocupante impacto de los cambios climáticos, y que nos reclama a una grave responsabilidad ética y moral, la de obrar sin demora, de una manera que esté lo más libre posible de presiones políticas y económicas, superando los intereses y conductas particularistas”.

La fase de la puesta en acto del Acuerdo de París es “un momento delicado”, escribe Francisco, “en el cual se nos confronta, entrando de un modo más concreto en la elaboración de las reglas, de los mecanismo institucionales y de los elementos necesarios para su correcta y eficaz actuación. Se trata de aspectos complejos, que no pueden ser delegados a una mera interlocución técnica, sino que necesitan de un continuo apoyo y aliento político, basado en la conciencia de que «somos una sola familia humana. No hay fronteras ni barreras políticas o sociales que nos permitan aislarnos, y por eso mismo, tampoco hay espacio para la globalización de la indiferencia» (ibid., 52). Una de las principales contribuciones de este Acuerdo es estimular y promover estrategias de desarrollo nacionales e internacionales basadas en una calidad ambiental, que podríamos definir como solidaria; esto, de hecho, alienta a una solidaridad para con las poblaciones más vulnerables, y pone de relieve los fuertes nexos existentes entre la lucha contra el cambio climático  y la que se encara contra la pobreza. Si bien son muchos los elementos de carácter técnico que concurren en este ámbito, también somos conscientes de que no se puede limitar todo a una mera dimensión económica y tecnológica: las soluciones técnicas son necesarias, pero no bastan; es esencial, y a la vez un deber, tomar asimismo atentamente en consideración los aspectos éticos y sociales del nuevo paradigma de desarrollo y de progreso.  

Aquí nos adentramos en los fundamentales campos de la educación y de la promoción de estilos de vida orientados a favorecer modelos de producción y consumo sustentables (cfr ibid., 180); y se reclama la necesidad de hacer crecer una conciencia responsable hacia nuestra casa común (cfr ibid., 202.231). Son llamados a dar su contribución a esta tarea todos los Estados que son parte, así como todos aquellos que, no siendo parte, son igualmente partícipes interesados: la sociedad civil, el sector privado, el mundo científico, las instituciones financieras, las autoridades en los ámbitos particulares de la nación,  las comunidades locales, las poblaciones indígenas”.

Como conclusión “envío mis mejores augurios, a fin de que el trabajo desarrollado en la Conferencia de Marrakech sea guiado por la conciencia de nuestra responsabilidad, que debe empujar, a cada uno de nosotros, a promover seriamente una «cultura del cuidado que impregne a toda la sociedad» (ibid., 231), el cuidado de lo creado, pero también del prójimo, sea éste cercano o lejano en términos de espacio y de tiempo. El estilo de vida basado en la cultura del descarte es insostenible, y no debe tener lugar en nuestros modelos de desarrollo y de educación. Éste es un desafío educativo y cultural, al cual -a fin de que sea realmente eficaz a la hora de conseguir sus objetivos demandantes- no puede dejar de responder también el proceso de implementación del Acuerdo de París”.  

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