Papa: proteger a los niños, evitando que sean explotados y garantizándoles el derecho a la educación
Una obra de misericordia “que todos conocemos muy bien, pero que quizás no ponemos en práctica como debiéramos: soportar pacientemente a las personas molestas”. En la Biblia vemos que Dios mismo debe valerse de la misericordia para soportar las quejas de su pueblo”. Y “Jesús: ¡cuánta paciencia debió tener en los tres años de su vida pública!”.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- Proteger a los niños, evitando que sean explotados o maltratados y garantizando su derecho a la escuela y a la educación. Es el pedido con el cual el Papa Francisco concluyó hoy la última audiencia del Año Santo, que finalizará el domingo próximo. Y fue la ocasión para el pedido del Papa la Jornada mundial de los derechos de la infancia y de la adolescencia, que se celebrará el 20 de noviembre. “Hago un pedido dirigido a la conciencia de todos, a las instituciones y familias -fueron sus palabras-, a fin de que los niños sean siempre protegidos, y su bienestar sea tutelado, para que jamás caigan en formas de esclavitud, reclutamiento en grupos armados y maltrato. Deseo que la Comunidad internacional pueda vigilar sus vidas, garantizando a cada niño o niña el derecho a la escuela y a la educación, para que su crecimiento sea sereno y miren con confianza al futuro”.
Anteriormente, Francisco había dedicado la catequesis de hoy a una obra de misericordia "que todos conocemos muy bien, pero que tal vez no ponemos en práctica como debiéramos: soportar pacientemente a las personas molestas. Y bien que las hay, ¡eh!". Un “soportar” a la cual él unió “la exigencia de aconsejar, amonestar y enseñar” a los otros.
“Todos somos muy buenos -fueron sus palabras- a la hora de identificar la presencia de alguien que puede incomodar: sucede cuando encontramos a alguien por la calle, o cuando recibimos una llamada telefónica… Enseguida pensamos: “¿Por cuánto tiempo tendré que escuchar las quejas, los comentarios, los pedidos o las vanaglorias de esta persona?”. A veces, sucede también, que las personas fastidiosas son aquellas que están más cerca nuestro: entre los familiares hay siempre alguien; en el centro de trabajo nunca faltan; y ni siquiera en el tiempo libre estamos eximidos. ¿Qué debemos hacer con las personas fastidiosas?”.
“En la Biblia vemos que Dios mismo debe valerse de la misericordia para soportar las quejas de su pueblo. Por ejemplo, en el libro del Éxodo, el pueblo resulta realmente insoportable: primero llora porque es esclavizado en Egipto, y Dios lo libera; luego, en el desierto, se queja porque no tiene qué comer (Cfr. 16,3), y Dios envía las codornices y el maná (Cfr. 16,13-16), pero a pesar de ello, las quejas no cesan. Moisés hacía de mediador entre Dios y el pueblo, y también él alguna vez resultó incómodo para el Señor. Pero Dios tuvo paciencia y así también enseñó a Moisés y al pueblo esta dimensión esencial de la fe”.
“Entonces, espontáneamente surge una pregunta: ¿hacemos siempre el examen de conciencia para ver si también nosotros, a veces, podemos resultar incómodos para los demás? Es fácil señalar con el dedo los defectos y las faltas de los demás, pero debemos aprender a ponernos en el lugar de los otros.
Miremos sobre todo a Jesús: ¡cuánta paciencia debió tener en los tres años de su vida pública! Una vez, mientras estaba de camino con sus discípulos, lo detuvo la madre de Santiago y Juan, y ella le dijo: «Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda» (Mt 20,21). La madre estaba centrada en los intereses de sus hijos, es siempre la mamá… También en aquella situación Jesús se vale de la ocasión para brindar una enseñanza fundamental: su reino no es un reino de poder, no es un reino de gloria como los terrenales, sino de servicio y donación a los demás. Jesús enseña a ir siempre a lo esencial y a mirar más allá, para asumir con responsabilidad la propia misión. Podríamos ver aquí la evocación de otras dos obras de misericordia espiritual: la de corregir al que se equivoca y la de enseñar al que no sabe. Pensemos en el gran empeño que se puede poner cuando ayudamos a las personas a crecer en la fe y en la vida. Pienso, por ejemplo, en los catequistas – entre los cuales hay muchas mamás y tantas religiosas – que dedican tiempo para enseñar a los jóvenes los elementos básicos de la fe. ¡Cuánto trabajo, sobre todo cuando los chicos preferirían jugar en lugar de escuchar el catecismo!”.
“Acompañar en la búsqueda de lo esencial es bello e importante, porque nos hace compartir la alegría de saborear el sentido de la vida. Muchas veces nos sucede que encontramos a personas que se detienen en cosas superficiales, efímeras y banales; a veces porque no han encontrado a nadie que los estimule a buscar algo más, para apreciar los tesoros verdaderos. Enseñar a mirar lo esencial es una ayuda determinante, especialmente en un tiempo como el nuestro, que parece haber perdido la orientación y busca satisfacciones inmediatas. Enseñar a descubrir qué quiere el Señor de nosotros y cómo podemos corresponderle, significa ponerse en su camino para crecer en la propia vocación, el camino de la verdadera alegría. Así, las palabras de Jesús a la madre de Santiago y de Juan, y luego a todo el grupo de discípulos, indican la vía para evitar caer en la envidia, en la ambición, en la adulación, tentaciones que están siempre presentes también entre nosotros, los cristianos. La exigencia de aconsejar, amonestar y enseñar no nos debe hacer sentir superiores a los demás, sino que nos obliga, sobre todo, a entrar en nosotros mismos para verificar si somos coherentes con lo que pedimos a los demás. No olvidemos las palabras de Jesús: «¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo?» (Lc 6,41). El Espíritu Santo nos ayude a ser pacientes para soportar, y humildes y sencillos para aconsejar”.
29/08/2020 11:22