Papa: para ‘imitar a Dios’, no hay que juzgar y se debe perdonar y ser generosos

“Siempre dar y dar. ‘Den y se les dará. Y se les dará una medida buena, apretada, colmada y rebosante’, porque el Señor será generoso: nosotros damos uno y Él nos dará el ciento por uno de todo lo que demos. Y esta es la actitud que nos blinda para no juzgar, no condenar y perdonar”.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – No juzgar, perdonar y ser generosos, no solo en lo que concierne a los bienes materiales, sino también a las cosas espirituales. Es la senda para “caminar delante de los ojos del Padre”, tratando de “imitar a Dios”, señalada hoy por el Papa Francisco en la homilía de la misa que celebró esta mañana en la Casa Santa Marta, tomando como punto de partida el pasaje del Evangelio de San Lucas (Lucas 6,36-38) en el cual Jesús advierte: “No juzguen, y no serán juzgados; no condenen, y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den y se les dará”.

Francisco habló ante todo de la misericordia de Dios, que es capaz de perdonar las acciones más “feas”. “La misericordia de Dios es tan grande, tan grande. No olvidemos esto. Cuánta gente hay, que dice: ‘Yo he hecho cosas tan feas. Yo he comprado mi lugar en el infierno, no podré volver atrás’. ¿Pero piensan en la misericordia de Dios? Recordemos aquellas historia de la pobre señora viuda que fue a confesarse con el cura de Ars (el marido se había suicidado; se había arrojado al río desde un puente)? Y ella lloraba. Decía: ‘Soy una pecadora, una pobrezucha. ¡Pobre mi marido! ¡Está en el infierno! Se suicidó, y el suicidio es un pecado mortal. Está en el infierno. Y el cura de Ars le dijo: ‘Pero señora, deténgase, porque entre el puente y el río, está la misericordia de Dios’. Hasta el final, hasta el final, está la misericordia de Dios”.

Para ponerse en la huella de la misericordia, siguió diciendo el Papa, Jesús señala tres consejos prácticos. Ante todo, no “juzgar”: una “actitud fea”, de la cual hay que abstenerse, sobre todo en este tiempo de Cuaresma. “Además, es una costumbre que se inmiscuye en nuestra vida sin que siquiera nos demos cuenta. ¡Siempre! Hasta para iniciar un diálogo: ‘¿Has viste lo que hizo ese?’. El juicio sobre el otro. Pensemos cuántas veces en el día juzgamos. ¡Pero por favor! Parecemos jueces fallidos, todos, ¡no! Todos. Para iniciar un diálogo, siempre empezamos con un comentario sobre otro: ‘¡Mira, se hizo una cirugía estética! ¡Está más fea que antes!’”

En segundo lugar, perdonar, aunque sea “muy difícil” hacerlo, porque nuestras acciones dan “a Dios la medida de cómo debe manejarse con nosotros”.

Y, por último, la sabiduría de la generosidad, la vía maestra para renunciar a las “habladurías”, en las cuales “juzgamos continuamente, condenamos continuamente y difícilmente perdonamos”. “El Señor nos enseña: ‘Den’. ‘Den, y se les dará’: sean generosos cuando den. No sean ‘de bolsillos apretados’; sean generosos cuando den a los pobres, a aquellos que están necesitados. Y también [se trata] de dar muchas cosas: dar consejos, dar sonrisas a la gente, sonreír. Siempre dar, dar. ‘Den, y se les dará. Y se les dará una medida buena, apretada, colmada y rebosante’, porque el Señor será generoso: damos uno y el nos dará el ciento por uno de todo lo que demos. Y esta es la actitud que nos blinda para no juzgar, para no condenar y perdonar. Es la importancia de la limosna, pero no solamente de la limosna material, sino también de la limosna espiritual; perder el tiempo con otro que está necesitado, visitar a un enfermo, sonreír”.