Papa: la tolerancia hacia los migrantes no es suficiente, necesitan acogida y solidaridad
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - En nuestro tiempo, los
movimientos migratorios han asumido
tales dimensiones como para imponer una "colaboración
sistemática y efectiva participación de
los Estados y las organizaciones internacionales" para "ajustar
y gestionar con eficacia". Al mismo tiempo que "tratan
de profundizar y fortalecer los valores necesarios para garantizar la convivencia armoniosa
entre personas y culturas. A tal
efecto, la mera tolerancia no es
suficiente, lo que abre el camino a respetar la diversidad de caminos y comenzar a compartir entre
personas de y diferentes culturas".
Para la Iglesia, esto significa "hacer nuevos compromisos de solidaridad, la comunión y la
evangelización" y promover "el
cambio de una actitud de defensa y el miedo, el desinterés o la exclusión...
una actitud que ha tenido que basar
la 'cultura del encuentro ', la única capaz de
construir un mundo más justo y
fraterno"-
Lo escribe el Papa Francisco en el mensaje, hecho público hoy, para la próxima Jornada Mundial del Emigrante
y del Refugiado, que - a nivel de la Iglesia -
se celebrará el Domingo, 18 de enero
2015 y que tiene el tema "Iglesia sin fronteras: la madre de todos".
Desde cuando, dice el documento, los apóstoles "con valentía y entusiasmo, han dejado el Cenáculo", "La Iglesia sin Fronteras, la madre de todos, difundiendo por todo el mundo la cultura
de la acogida y la solidaridad, según el cual nadie debe ser considerado innecesario, fuera de lugar o descartable. Si realmente
vive su maternidad, la comunidad
cristiana nutre, guía y muestra el camino,
acompaña con paciencia, se hace vecina en
la oración y las obras de misericordia".
" Todo esto adquiere hoy un significado especial.
De hecho, en una época de tan vastas migraciones, un gran número de personas
deja sus lugares de origen y emprende el arriesgado viaje de la esperanza, con
el equipaje lleno de deseos y de temores, a la búsqueda de condiciones de vida
más humanas. No es extraño, sin embargo, que estos movimientos migratorios
susciten desconfianza y rechazo, también en las comunidades eclesiales, antes
incluso de conocer las circunstancias de persecución o de miseria de las
personas afectadas. Esos recelos y prejuicios se oponen al mandamiento bíblico de
acoger con respeto y solidaridad al extranjero necesitado. Por una parte, oímos en el sagrario de la
conciencia la llamada a tocar la miseria humana y a poner en práctica el
mandamiento del amor que Jesús nos dejó cuando se identificó con el extranjero,
con quien sufre, con cuantos son víctimas inocentes de la violencia y la
explotación. Por otra parte, sin embargo, a causa de la debilidad de nuestra
naturaleza, "sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente
distancia de las llagas del Señor". "(Exhortación Apostólica. ap. Evangelii
Gaudium, 270)
".
Por otra parte, las dimensiones tomadas hoy por los movimientos de los migrantes (en 2013 fueron aproximadamente 232 millones). "En efecto, las migraciones interpelan a todos, no sólo por las dimensiones del fenómeno, sino también «por los problemas sociales, económicos, políticos, culturales y religiosos que suscita, y por los dramáticos desafíos que plantea a las comunidades nacionales y a la comunidad internacional» (Benedicto XVI, Carta enc. Caritas in veritate, 29 junio 2009, 62). En la agenda internacional tienen lugar frecuentes debates sobre las posibilidades, los métodos y las normativas para afrontar el fenómeno de las migraciones. Hay organismos e instituciones, en el ámbito internacional, nacional y local, que ponen su trabajo y sus energías al servicio de cuantos emigran en busca de una vida mejor. A pesar de sus generosos y laudables esfuerzos, es necesaria una acción más eficaz e incisiva, que se sirva de una red universal de colaboración, fundada en la protección de la dignidad y centralidad de la persona humana. De este modo, será más efectiva la lucha contra el tráfico vergonzoso y delictivo de seres humanos, contra la vulneración de los derechos fundamentales, contra cualquier forma de violencia, vejación y esclavitud. Trabajar juntos requiere reciprocidad y sinergia, disponibilidad y confianza, sabiendo que «ningún país puede afrontar por sí solo las dificultades unidas a este fenómeno que, siendo tan amplio, afecta en este momento a todos los continentes en el doble movimiento de inmigración y emigración» (Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2014)".
" A la globalización del fenómeno migratorio hay que responder con la globalización de la caridad y de la cooperación, para que se humanicen las condiciones de los emigrantes. Al mismo tiempo, es necesario intensificar los esfuerzos para crear las condiciones adecuadas para garantizar una progresiva disminución de las razones que llevan a pueblos enteros a dejar su patria a causa de guerras y carestías, que a menudo se concatenan unas a otras.
A la solidaridad con los emigrantes y los refugiados es preciso añadir la voluntad y la creatividad necesarias para desarrollar mundialmente un orden económico-financiero más justo y equitativo, junto con un mayor compromiso por la paz, condición indispensable para un auténtico progreso".
Al final del mensaje, el Papa habla directamente a los " Queridos emigrantes y refugiados, ocupáis un lugar especial en el corazón de la Iglesia, y la ayudáis a tener un corazón más grande para manifestar su maternidad con la entera familia humana. No perdáis la confianza ni la esperanza. Miremos a la Sagrada Familia exiliada en Egipto: así como en el corazón materno de la Virgen María y en el corazón solícito de san José se mantuvo la confianza en Dios que nunca nos abandona, que no os falte esta misma confianza en el Señor".