Papa: la misión es obra del Espíritu, es para el pueblo y no es proselitismo
Mensaje de Francisco a las Obras Misionales Pontificias, que “son —y así deben experimentarse— un instrumento de servicio a la misión de las Iglesias particulares, en el horizonte de la misión de la Iglesia, que abarca siempre todo el mundo”. “El fervor misionero no puede obtenerse como consecuencia de un razonamiento o de un cálculo”.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – En la decisión de anunciar a Jesús a quien no lo conoce “hay tanto por hacer”, pero siempre con la conciencia de que los resultados no dependen de de la aplicación de “los sistemas y las lógicas mundanas de la militancia o de la competencia técnico-profesional”, sino de la acción del Espíritu Santo. Es aquél en que debemos confiar y del cual fiarse. Parte de este principio el mensaje de Papa Francisco a las Obras Misionales Pontificias (OMP), dado a conocer en el día de la Ascensión, cuando debiera haberse realizado la asamblea general, que fue cancelada a causa de la pandemia.
Es un documento extenso y articulado, en el cual Francisco habla de las Obras Misionales y señala cuál es su alma, objetivos, las “insidias” a evitar y los instrumentos.
Ante todo, el Papa recuerda que la Iglesia es “obra del Espíritu Santo y no consecuencia de nuestras reflexiones e intenciones”. Reconocer que “es el Espíritu el que suscita y anima la misión, le imprime connotaciones “genéticas”, matices y movimientos particulares que hacen del anuncio del Evangelio y de la confesión de la fe cristiana algo distinto a cualquier proselitismo político o cultural, psicológico o religioso”.
Ello da a la misión de la Iglesia algunos “rasgos distintivos”. “El misterio de la Redención entró y continúa obrando en el mundo a través de un atractivo que puede fascinar el corazón de los hombres y de las mujeres, porque es y parece más atrayente que las seducciones basadas en el egoísmo, consecuencia del pecado”.
Agradecimiento: “Tampoco el fervor misionero puede obtenerse como consecuencia de un razonamiento o de un cálculo. Ponerse en “estado de misión” es un efecto del agradecimiento”, que viene de percibir la predilección del Señor”. “ Sólo en la libertad del agradecimiento se conoce verdaderamente al Señor. Y resulta inútil —y, más que nada, inapropiado— insistir en presentar la misión y el anuncio del Evangelio como si fueran un deber vinculante, una especie de “obligación contractual” de los bautizados”.
La Iglesia, prosigue Francisco “no es una aduana, y quien participa de algún modo en la misión de la Iglesia está llamado a no añadir cargas inútiles a las vidas ya difíciles de las personas, a no imponer caminos de formación sofisticados y pesados para gozar de aquello que el Señor da con facilidad”.
Se trata, entonces de estar “cerca” de la vida de las personas así como son. “Principalmente en este tiempo en el que vivimos, no se trata de inventar itinerarios de adiestramiento “dedicados”, de crear mundos paralelos, de construir burbujas mediáticas en las que hacer resonar los propios eslóganes, las propias declaraciones de intenciones, reducidas a tranquilizadores “nominalismos declaratorios”. Cabe recordar, en cambio, que “hay una realidad en el mundo que tiene una especie de “olfato” para el Espíritu Santo y su acción. Es el Pueblo de Dios, predilecto y llamado por Jesús”, que “reunido y ungido por el Señor, en virtud de esta unción, se hace infalible ‘in credendo’”.
Tras recordar la necesaria atención por los pobres, el documento examina lo que deben ser los rasgos “genéticos” de las Obras misionales. Éstas, recuerda, nacieron espontáneamente, de la oración y de la caridad del pueblo de Dios.
“Instrumento de servicio para sostener a las Iglesias particulares en la obra del anuncio del Evangelio”, las OMP “desde su primera difusión, se estructuraron como una red capilar extendida en el Pueblo de Dios” y sujetas a las instituciones eclesiales preexistentes. Ellas son, por tanto, un servicio a la comunión y en su difusión en las diferentes realidades del mundo, “se puede experimentar el misterio de la universalidad de la Iglesia, en la que la obra incesante del Espíritu Santo crea armonía entre las distintas voces, mientras que el Obispo de Roma, con su servicio de caridad, ejercido también a través de las Obras Misionales Pontificias, custodia la unidad de la fe”.
Las características “genéticas” de la OMP deben servir para evitar algunas “insidias”, empezando por esa “autorreferencialidad” por la cual organizaciones y entidades eclesiásticas “acaban a veces replegándose sobre sí mismos, dedicando sus fuerzas y su atención, sobre todo, a su propia promoción y a la celebración de sus propias iniciativas en clave publicitaria”, mientras que otros “parecen dominados por la obsesión de redefinir continuamente su propia relevancia y sus propios espacios en el seno de la Iglesia”.
Se hacen consideraciones similares respecto a las “insidias” como el ansia de ejercer el mando y el elitismo, y el aislamiento del pueblo de Dios, que es visto “como a una masa inerte, que tiene siempre necesidad de ser reanimada y movilizada por medio de una “toma de conciencia” que hay que estimular a través de razonamientos, llamadas de atención, enseñanzas. Se actúa como si la certeza de la fe fuera consecuencia de palabras persuasivas o de métodos de adiestramiento”.
Llegado este punto, el mensaje brinda “consejos para el camino”.
El primero es “custodiar y redescubrir” “la inserción de las OMP en el seno del Pueblo de Dios, su inmanencia respecto a la trama de la vida real en que nacieron”. “Es necesario dar respuesta a las preguntas y a las exigencias reales, más que formular o multiplicar propuestas”.
El segundo “consejo” es “encontrar el modo en el que la estructura esencial de las OMP siga unida a las prácticas de la oración y de la colecta de recursos para las misiones, algo valioso y apreciado, debido a su elementalidad y concreción. Esto manifiesta la afinidad de las OMP con la fe del Pueblo de Dios”.
Las OMP, entonces, “son —y así deben experimentarse— un instrumento de servicio a la misión de las Iglesias particulares, en el horizonte de la misión de la Iglesia, que abarca siempre todo el mundo”. Y “en la oración, pedid primero que el Señor nos disponga a discernir las señales de su obrar, para después indicárselas a todo el mundo. “No es útil hacer conjeturas y teorías sobre grandes estrategias o “directivas centrales” de la misión a las que delegar, como a presuntos y fatuos “depositarios” de la dimensión misionera de la Iglesia, la tarea de volver a despertar el espíritu misionero o de dar licencias misioneras a los demás. Si, en alguna situación, el fervor de la misión disminuye, es signo de que está menguando la fe. Y, en tales casos, la pretensión de reanimar la llama que se apaga con estrategias y discursos acaba por debilitarla aún más y hace avanzar sólo el desierto”.
El servicio de las OMP, entonces, se topa con situaciones y realidades de todo el mundo. “ Por eso, vuestra acción no se puede “esterilizar” en una dimensión exclusivamente burocrática-profesional. No pueden existir burócratas o funcionarios de la misión” Y “no dediquéis demasiado tiempo y recursos a “miraros” y a redactar planes centrados en los propios mecanismos internos, en la funcionalidad y en las competencias del propio sistema. Mirad hacia fuera, no os miréis al espejo”.
Recordando que en la colecta de recursos económicos, “la Iglesia continúa, desde siempre, yendo hacia adelante también gracias al óbolo de la viuda”, conviene tener “siempre en cuenta las verdaderas necesidades primarias de las comunidades y, al mismo tiempo, evitad formas de asistencialismo que, en vez de ofrecer instrumentos al fervor misionero, acaban por entibiar los corazones y alimentar también dentro de la Iglesia fenómenos de clientela parasitaria”. Y sin olvidar jamás la predilección de Jesús por los pobres.
El mensaje concluye con una invitación: “Id con ardor: en el camino que os espera hay mucho que hacer. Si hubiera que experimentar cambios en los procedimientos, sería bueno que estos mirasen a aligerar y no a aumentar los pesos; que se dirigiesen a ganar flexibilidad operativa y no a producir nuevos sistemas rígidos y siempre amenazados de introversión; teniendo presente que una excesiva centralización, más que ayudar, puede complicar la dinámica misionera. Y también que una articulación a escala puramente nacional de las iniciativas pondría en peligro la fisionomía misma de la red de las OMP, además del intercambio de dones entre las Iglesias y comunidades locales, algo que se experimenta como fruto y signo tangible de la caridad entre hermanos, en comunión con el Obispo de Roma”.
“En cualquier caso, pedid siempre que toda consideración relativa a la organización operativa de las OMP esté iluminada por lo único necesario: un poco de amor verdadero a la Iglesia, como reflejo del amor a Cristo”. (FP)
02/05/2017 13:54