Papa: la esperanza cristiana "no es optimismo", sino "expectativa ferviente" del regreso de Jesús
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - La esperanza cristiana "no es optimismo", sino "expectativa
ferviente" del regreso de Jesús,
cuando todos los pueblos estén juntos
en la "Jerusalén
celestial" y "no habrá más
aislamiento, la intimidación y la discriminación de cualquier tipo - social, étnica
o religiosa -
sino que todos seremos uno en Cristo".
"Al final, qué cosa va a ser el pueblo de Dios". Es la pregunta que el
Papa Francisco ha enfrentado
en su discurso a las 50 mil personas reunidas en la plaza de San Pedro para la audiencia general, entre los que, como de costumbre, pasó lentamente con el jeep blanco.
"Durante este tiempo - dijo el Papa - hemos hablado sobre la Iglesia, sobre nuestra santa madre Iglesia
jerárquica, el pueblo de Dios en camino. Hoy queremos preguntarnos: al final,
¿qué fin tendrá el pueblo de Dios? ¿Qué será de cada uno de nosotros? ¿Qué
debemos esperarnos? El apóstol Pablo consolaba a los cristianos de la comunidad
de Tesalónica, que se hacían estas mismas preguntas, y después de su
argumentación decían estas palabras que son entre las más bellas de Nuevo
Testamento: "Y así estaremos siempre con el Señor" (1Ts 4, 17). Son palabras
simples, ¡pero con una densidad de esperanza tan grande! "Y así estaremos
siempre con el Señor". ¿Ustedes creen esto? ¡Me parece que no, eh! ¿Creen? ¿Lo
repetimos juntos tres veces? ¡Y así estaremos siempre con el Señor! ¡Y así estaremos
siempre con el Señor! ¡Y así estaremos siempre con el Señor!".
"Es
emblemático como Juan, en el libro del Apocalipsis, retomando la intuición de
los Profetas, describe la dimensión última, definitiva, en los términos de la
"Nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como una
novia preparada para recibir a su esposo" (Ap 21,2). ¡He aquí lo que nos
espera! Y entonces, esto es la Iglesia: es el pueblo de Dios que sigue al Señor
Jesús y que se prepara día a día al encuentro con él, como una esposa con su
esposo. Y no es solamente un modo de decir: ¡serán unas verdaderas nupcias! Sí,
porque Cristo haciéndose hombre como nosotros y haciendo de todos nosotros una
sola cosa con Él, con su muerte y su resurrección, nos ha desposado verdaderamente
y ha hecho de nosotros como pueblo, su esposa. Y esto no es otra cosa que el
cumplimiento del designio de comunión y de amor tejido por Dios en el curso de
toda la historia, la historia del pueblo de Dios y también la propia historia
de cada uno. Es el Señor el que lleva adelante esto".
" Hay otro elemento, sin embargo, que nos consuela
ulteriormente y que abre nuestro corazón: Juan nos dice que en la Iglesia,
esposa de Cristo, se hace visible la "nueva Jerusalén". Esto significa que la
Iglesia, además de esposa, está llamada a convertirse en ciudad, símbolo por
excelencia de la convivencia y de 'relacionalidad' humana. Qué bello, entonces,
poder ya contemplar, según otra imagen muy sugestiva del Apocalipsis, todas las
gentes y todos los pueblos reunidos a la vez en esta ciudad, como en una
morada, será "la morada de Dios". Y en este marco glorioso no habrá más
aislamientos, prevaricaciones, ni distinciones de ningún género - de naturaleza
social, étnica o religiosa - sino que seremos todos una sola cosa en Cristo".
" Ante la presencia de este escenario inaudito y
maravilloso, nuestro corazón no puede no sentirse confirmado en modo fuerte en
la esperanza. Ven, la esperanza cristiana no es sólo un deseo, un auspicio, no
es optimismo: para un cristiano, la esperanza es espera, espera ferviente,
apasionada por el cumplimiento último y definitivo de un misterio, el misterio
del amor de Dios en el que hemos renacido y en el que ya vivimos. Y es espera
de alguien que está por llegar: es Cristo el Señor que se acerca siempre más a
nosotros, día tras día, y que viene a introducirnos finalmente en la plenitud
de su comunión y de su paz. La Iglesia tiene entonces la tarea de mantener
encendida y claramente visible la lámpara de la esperanza, para que pueda
seguir brillando como un signo seguro de salvación y pueda iluminar a toda la
humanidad el sendero que lleva al encuentro con el rostro misericordioso de
Dios".
"Queridos
hermanos y hermanas, esto es entonces lo que esperamos: ¡que Jesús regrese! ¡La
Iglesia esposa espera a su esposo! Debemos preguntarnos, sin embargo, con gran
sinceridad, ¿somos testigos realmente luminosos y creíbles de esta espera, de
esta esperanza? ¿Nuestras comunidades viven aún en el signo de la presencia del
Señor Jesús y en la espera ardiente de su venida, o aparecen cansadas,
entorpecidas, bajo el peso de la fatiga y la resignación? ¿Corremos también
nosotros el riesgo de agotar el aceite de la fe, de la alegría? ¡Estemos
atentos!".
"Invoquemos - concluyó el Papa - a la Virgen María, Madre de la esperanza y reina del cielo, para que
siempre nos mantenga en una actitud de escucha y de espera, para poder ser ya
traspasados por el amor de Cristo y un día ser parte de la alegría sin fin, en
la plena comunión de Dios. Y no se olviden: jamás olvidar que así estaremos
siempre con el Señor. ¿Lo repetimos otras tres veces? Y así, estaremos siempre
con el Señor, y así, estaremos siempre con el Señor, y así, estaremos siempre
con el Señor".