Papa: la encíclica, llamado a construir un mundo basado en la amistad social, la solidaridad y la verdad
Hoy se publicó “Fratelli tutti”, la encíclica social del papa Francisco. Superar la opresión personal y política, y la lógica de mercado basada en el beneficio, que reina en la actualidad. Los derechos humanos no conocen fronteras. El rechazo rotundo a la guerra y a la pena de muerte. No olvidar la Shoah. El derecho a la libertad religiosa.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – Construir un mundo justo y fraterno, que sustituya con “la amistad social”, la solidaridad y el cuidado de la casa común, el avasallamiento personal, y una política de mercado basada en el beneficio, que hoy lo domina todo. Este es el objetivo que plantea y que propone “Fratelli tutti”, la tercera encíclica del papa Francisco, publicada hoy .
Una “Encíclica social”, como la define el Papa, con la que ha querido brindar “un contexto más amplio de reflexión” sobre las cuestiones “cuestiones relacionadas con la fraternidad y la amistad social” que “han estado siempre entre mis preocupaciones”. En la redacción de la encíclica se constata el influjo del Documento sobre la Fraternidad Humana, firmado por Francisco y por el Gran Imán de Al-Azhar, en febrero del 2019 – citado varias veces – y “la irrupción” de la pandemia, que ha servido para demostrar que “nadie se salva solo”.
El Papa explica que el título fue tomado de las “Admoniciones”, de San Francisco de Asís, quien usaba estas palabras “para dirigirse a todos los hermanos y hermanas, y proponerles una forma de vida con sabor a Evangelio”. Objetivo que comparte.
En el primer capítulo de los ocho que conforman el documento, “Las sombras de un mundo cerrado”, se afirma que “la historia da muestras de estar volviendo atrás. Se encienden conflictos anacrónicos”, “resurgen nacionalismos cerrados, exasperados, resentidos y agresivos”. Se deforman principios como la democracia, la libertad, la justicia, y predomina la “lógica” de un mercado basado en el beneficio y en la “cultura del descarte”. Sus hijos son la desocupación, el racismo, la pobreza y la esclavitud. Y “la organización de las sociedades en todo el mundo todavía está lejos de reflejar con claridad que las mujeres tienen exactamente la misma dignidad e idénticos derechos que los varones”.
Esta realidad contrasta con el ejemplo del Buen Samaritano que llama a hacerse prójimo, a estar cerca de los demás, superando prejuicios, intereses personales, barreras históricas o culturales. “La propuesta es la de hacerse presentes ante el que necesita ayuda, sin importar si es parte del propio círculo de pertenencia”. En efecto, todos compartimos la responsabilidad de construir una sociedad que sepa incluir, integrar y levantar a quien ha caído o está sufriendo. Además, como cristianos, “creemos que Cristo derramó su sangre por todos y por cada uno, por lo cual nadie queda fuera de su amor universal”.
Por otro lado, un ser humano “está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud «si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás». De esta afirmación deriva la apertura a la “comunión universal”, por la que el Papa afirma que “los derechos no tienen fronteras”. Esto implica que se debe asegurar «el derecho fundamental de los pueblos a la subsistencia y al progreso», que a veces se ve fuertemente dificultado por la presión que origina la deuda externa”. Y si bien “toda deuda legítimamente adquirida debe ser saldada, el modo de cumplir este deber que muchos países pobres tienen con los países ricos no debe llegar a comprometer su subsistencia y su crecimiento”.
Siendo que a nadie se le puede negar el derecho a vivir con dignidad - prosigue el Papa - , nadie puede quedar excluido, no importa dónde haya nacido. Es el tema que tanto preocupa a Francisco, el de los migrantes. [Personas que] huyen de guerras, persecuciones, catástrofes naturales, víctimas de los traficantes. La actitud que debemos tomar hacia ellos se resume en “acoger, proteger, promover e integrar”. Ellos pueden ser “una bendición”. El problema de los migrantes es mundial y es por ello que debe resolverse “gestando una legislación (governance) global ”, que ponga en marcha proyectos a largo plazo, en nombre de un desarrollo solidario de todos los pueblos. “Una comunidad mundial, capaz de realizar la fraternidad a partir de pueblos y naciones que vivan la amistad social” cuya realización exige “la mejor política, puesta al servicio del verdadero bien común”.
Atenta a “lo popular”, pero lejos del populismo, la buena política también se preocupa por garantizar a todos el trabajo, una “dimensión irrenunciable de la vida social”, para que cada uno pueda desarrollar sus capacidades. “Esa es la mejor ayuda para un pobre, el mejor camino hacia una existencia digna”.
Otro deber de la política es combatir todo aquello que atenta contra los derechos fundamentales, como el tráfico de armas y drogas y la explotación sexual. Y la trata, “vergüenza para la humanidad”, además del hambre, algo “criminal”, porque la alimentación es “un derecho inalienable”. En este sentido, la encíclica propone una política centrada en la dignidad humana y no, como es ahora, enfocada en las finanzas, porque “el mercado por sí solo no resuelve todo”. Para que esto se realice también es necesaria una reforma de la ONU, que convierta a las Naciones Unidas en la base de una comunidad de naciones.
Esto también requiere, ante todo, una “cultura del diálogo”. “Un país crece cuando sus diversas riquezas culturales dialogan de manera constructiva: la cultura popular, la universitaria, la juvenil, la artística, la tecnológica, la cultura económica, la cultura de la familia y de los medios de comunicación»”. El diálogo exige “respetar el punto de vista del otro” y sus opiniones, sus intereses legítimos y, sobre todo, la verdad de la dignidad humana. El relativismo no es una solución. En el diálogo, que también supone confrontar ideas, “los que han estado duramente enfrentados conversan desde la verdad, clara y desnuda. Les hace falta aprender a cultivar una memoria penitencial, capaz de asumir el pasado para liberar el futuro de las propias insatisfacciones, confusiones o proyecciones”.
El diálogo también es un instrumento de paz, cuya construcción nos compete a todos. Es una “artesanía” que nos involucra a todos y en la que cada uno debe hacer su parte. “Una verdadera paz «sólo puede lograrse cuando luchamos por la justicia a través del diálogo, persiguiendo la reconciliación y el desarrollo mutuo»”.
“El perdón y la reconciliación – destaca el Papa - son temas fuertemente acentuados en el cristianismo y, de diversas formas, en otras religiones”. “Perdonar no quiere decir permitir que sigan pisoteando la propia dignidad y la de los demás, o dejar que un criminal continúe haciendo daño”. Por otro lado, perdonar no quiere decir que “quien ha sufrido mucho de un modo injusto y cruel” deba exigir una especie de “perdón social”. “La reconciliación es un hecho personal, y nadie puede imponerla al conjunto de una sociedad, aún cuando deba promoverla”. Jamás debemos olvidar los “horrores” como la Shoah, los bombardeos atómicos en Hiroshima y en Nagasaki, las persecuciones y masacres étnicas. “¡Nunca más la guerra, fracaso de la humanidad!”, afirma Francisco.
Y nunca más la pena de muerte, que hoy en día “es inadecuada en el plano moral y ya no es necesaria en el plano penal”. Y no a la cadena perpetua, “una pena de muerte encubierta”.
En el ámbito de los derechos fundamentales también figura el de la libertad religiosa, un derecho humano esencial. La violencia contra la fe, de hecho, no existe en ninguna religión. Actos “execrables” como los atentados terroristas son el resultado de interpretaciones erradas de los textos religiosos, como también lo son las políticas de hambre, pobreza, injusticia y opresión. El terrorismo no debe ser apoyado de ningún modo y “cómo líderes religiosos, se nos llama a ser verdaderos ‘dialogantes’, a obrar en la construcción de la paz, no como intermediarios, sino como auténticos mediadores”. En este sentido, la encíclica cita el “Documento sobre la fraternidad humana para la paz mundial y la convivencia”, y retoma el llamamiento para que, en nombre de la fraternidad humana, se adopte el diálogo como camino, la colaboración común como conducta y el conocimiento recíproco como método y criterio. (FP)
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