Papa: el cristianismo “es gracia, es sorpresa”, es “la búsqueda de Dios en relación con nosotros”

El cristianismo “no es una ideología, no es un sistema filosófico, sino un camino de fe que parte de un acontecimiento, testimoniado por los primeros discípulos”: “Jesús murió por nuestros pecados, fue sepultado, y el tercer día resucitó y se apareció a Pedro y a los Doce” y luego “a quinientos hermanos”.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – El cristianismo “no es una ideología, no es un sistema filosófico, sino un camino de fe que parte de un acontecimiento”, la resurrección de Jesús, y por esto, “es gracia, es sorpresa”. “No es tanto la búsqueda nuestra de Dios, sino más bien la búsqueda de Dios en relación con nosotros”. La Pascua, que sigue presente en la liturgia, ha sido el centro de la catequesis del Papa Francisco durante la audiencia general de hoy, dedicada al hecho de que la fe nace de la Resurrección.

A las 40.000 personas presentes en plaza San Pedro, Francisco les propuso una meditación sobre el tema: “Cristo Resucitado, nuestra esperanza (cfr 1 Cor 15)”. En la Primera carta a los Corintios, él observó que Pablo “parte de un dato inexpugnable, que no es el éxito de una reflexión de algún que otro hombre sabio, sino un hecho, un simple hecho que ha intervenido en la vida de algunas personas. El cristianismo nace de aquí. No es una ideología, no es un sistema filosófico, sino un camino de fe que parte de un acontecimiento, testimoniado por los primeros discípulos de Jesús. Pablo lo resume de este modo: Jesús murió por nuestros pecados, fue sepultado, y el tercer día resucitó y se apareció a Pedro y a los Doce” (cfr 1 Cor 15,3-5)”.

“Anunciando este advenimiento, que es el núcleo central de la fe, Pablo insiste sobre todo en el último elemento del misterio pascual, es decir, en el hecho de que Jesús ha resucitado. Si de hecho, todo hubiese terminado con la muerte, en Él tendríamos un ejemplo de entrega suprema, pero esto no podría generar nuestra fe. Ha sido un héroe. ¡No! Ha muerto, pero ha resucitado. Porque la fe nace de la resurrección. Aceptar que Cristo ha muerto, y ha muerto crucificado, no es un acto de fe, es un hecho histórico. En cambio, creer que ha resucitado, sí. Nuestra fe nace en la mañana de Pascua. Pablo hace una lista de las personas a las cuales Jesús resucitado se les aparece (Cfr. vv. 5-7). Tenemos aquí una pequeña síntesis de todas las narraciones pascuales y de todas las personas que han entrado en contacto con el Resucitado. Encabezando la lista están Cefas, es decir, Pedro, y el grupo de los Doce, luego “quinientos hermanos” muchos de los cuales podían dar todavía sus testimonios, luego es citado Santiago. El último de la lista – como el menos digno de todos – es él mismo, Pablo, que dice de sí mismo: “como un aborto” (Cfr. v. 8).”

“Pablo usa esta expresión porque su historia personal es dramática: pero él no era un monaguillo, ¿eh? Él era un perseguidor de la Iglesia, orgulloso de sus propias convicciones; se sentía un hombre realizado, con una idea muy clara de cómo es la vida con sus deberes. Pero, en este cuadro perfecto – todo era perfecto en Pablo, sabía todo – en este cuadro perfecto de vida, un día sucedió lo que era absolutamente imprevisible: el encuentro con Jesús Resucitado, en el camino a Damasco. Allí no había sólo un hombre que cayó en la tierra: había una persona atrapada por un advenimiento habría de cambiar el sentido de la vida. Y el perseguidor se convierte en apóstol, ¿Por qué? ¡Porque yo he visto a Jesús vivo! ¡Yo he visto a Jesús resucitado! Este es el fundamento de la fe de Pablo, como lo es de la fe de los demás apóstoles, como lo es de la fe de la Iglesia, como de nuestra fe.”

“¡Qué bello es pensar que el cristianismo, esencialmente, es esto! –continuó diciendo el Papa. “No es tanto nuestra búsqueda en relación a Dios – una búsqueda, en verdad, casi incierta – sino que es más bien la búsqueda de Dios en relación a nosotros. Jesús nos ha tomado, nos ha atrapado, nos ha conquistado para no dejarnos más. El cristianismo es gracia, es sorpresa, y por este motivo presupone un corazón capaz de maravillarse. Un corazón cerrado, un corazón racionalista es incapaz de maravillarse, y no puede entender qué es el cristianismo. Porque el cristianismo es gracia, y la gracia solamente se percibe, es más: se encuentra en la maravilla del encuentro”.

“Y entonces, incluso si somos pecadores – y todos lo somos – si nuestros propósitos de bien se han quedado en meros papeles, o quizás si, al mirar nuestra vida, nos damos cuenta de que hemos sumado tantos fracasos... En la mañana de Pascua podemos hacer como aquellas personas de las cuales nos habla el Evangelio: ir al sepulcro de Cristo, ver la gran piedra removida y pensar que Dios está realizando para mí, para todos nosotros, un futuro inesperado. Ir a nuestro sepulcro: todos tenemos un poco de éste dentro. Ir ahí, y ver cómo Dios es capaz de resucitar de ahí. Aquí hay felicidad, aquí hay alegría, vida, donde todos pensaban que sólo había tristeza, derrota y tinieblas. Dios hace crecer sus flores más bellas en medio de las piedras más áridas”.

“Ser cristianos significa no partir de la muerte, sino del amor de Dios por nosotros, que ha derrotado a nuestra acérrima enemiga. Dios es más grande que la nada, y basta sólo una luz encendida para vencer la más oscura de las noches. Pablo grita, evocando a los profetas: «¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está tu aguijón?» (v. 55). En estos días de Pascua, llevemos este grito en el corazón. Y si nos preguntan por qué entregamos sonrisas y por qué compartimos pacientemente, entonces podremos responder que Jesús está todavía aquí, que continúa vivo entre nosotros, que Jesús está aquí, en la Plaza, con nosotros: vivo y resucitado”.