Papa: el ansia de riquezas está en el origen de todas las guerras

En el Ángelus en Plaza San Pedro, Francisco hizo un nuevo llamamiento a "detenerse y negociar" para llevar la paz al pueblo ucraniano, “agredido y atormentado”. "El comercio de armas es un escándalo al que no debemos ni podemos resignarnos". La advertencia sobre la tentación de la codicia: ¿qué herencia quiero dejar después de mí?

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - "Los bienes materiales, el dinero, las riquezas pueden convertirse en un culto, en una verdadera idolatría". Y las guerras "casi siempre tienen que ver con el ansia de recursos y riquezas". Lo dijo hoy el Papa Francisco dirigiéndose a los fieles reunidos en Plaza de San Pedro para el rezo del Ángelus.

El pontífice aprovechó para agradecer el buen recibimiento que tuvo su "peregrinación penitencial" a Canadá, que terminó ayer. Y dio las gracias a quienes le acompañaron en la oración. "Incluso durante el viaje", añadió, "no dejé de rezar por el pueblo ucraniano, que ha sido atacado y atormentado. Pido a Dios que lo libere del flagelo de la guerra". Si se mira la realidad con objetividad, teniendo en cuenta el daño que cada día de guerra supone para esa población pero también para el mundo entero, lo único razonable sería detenerse y negociar. Que la sabiduría inspire pasos concretos de paz", expresó.

Antes del Ángelus, Francisco comentó el pasaje del Evangelio de Lucas que propone la liturgia de hoy, y trata de una disputa por la herencia (Lc 12,13). El pontífice invitó a meditar en la invitación de Jesús a alejarse de toda codicia. "¿Qué es? - preguntó - Es la codicia desenfrenada de bienes, el deseo de enriquecerse siempre, una enfermedad que destruye a las personas, porque el hambre de posesiones crea dependencia. El que tiene mucho nunca está satisfecho: siempre quiere más, y sólo para sí mismo. Pero así ya no es libre: está apegado, es esclavo de lo que paradójicamente necesitaba para vivir libre y sereno".

La codicia es una enfermedad peligrosa no sólo para los individuos, sino también para la sociedad: "Por su culpa -comentó Francisco- hemos llegado hoy a otras paradojas, a una injusticia como nunca antes en la historia, donde pocos tienen tanto y muchos tienen poco o nada. Pensemos en cuántos intereses hay detrás de una guerra. Sin duda, uno de ellos es el comercio de armas. Este comercio es un escándalo al que no debemos ni podemos resignarnos".

Jesús nos enseña que, en el fondo de todo esto "no hay sólo unos pocos poderosos o ciertos sistemas económicos”, continuó Francisco. “La codicia está en el corazón de cada uno". De ahí la invitación a que cada uno de nosotros se pregunte: "¿Me quejo de lo que me falta o me contento con lo que tengo? ¿Siento la tentación de sacrificar las relaciones y el tiempo para los demás, en nombre del dinero y las oportunidades? Y de nuevo, ¿tengo la tentación de sacrificar la legalidad y la honestidad en el altar de la codicia?" Altar, porque -precisamente- los bienes materiales pueden convertirse en un culto. "Jesús dice que no se puede servir a dos amos”, observó. Y agregó que cuando habla de dos amos, no dice "Dios y el diablo, o el bien y el mal, sino Dios y las riquezas".

¿Pero entonces no se puede desear ser rico? 'Por supuesto, es justo desearlo', respondió el pontífice, “pero rico según Dios, que es el más rico de todos: es rico en compasión, en misericordia. Su riqueza no empobrece a nadie, no crea peleas ni divisiones. Es una riqueza que ama dar, distribuir, compartir". Y nos invitó a preguntarnos de nuevo: "¿Qué herencia quiero dejar? ¿Dinero en el banco, cosas materiales, o gente feliz a mi alrededor, buenas obras que no se olvidan, personas a las que he ayudado a crecer y madurar?".