Papa: "construir juntos" una Europa basada no en la economía, sino en el hombre
Estrasburgo (AsiaNews) - "Construir juntos" una Europa
"que no tenga como centro la economía, sino la dignidad de la persona y
sus valores inalienables, abierta a la trascendencia - y al cristianismo que
ha contribuido a su formación y
puede ayudar en su crecimiento
- y capaz de
revivir los ideales de la
cooperación, la democracia y la paz en el que se fundó y
que hoy en su lugar ve señales de desconfianza por parte de los ciudadanos a las instituciones consideradas distantes.
Querido ese "mensaje de esperanza y
aliento" a Europa llevado
hoy por Francisco al Parlamento Europeo, 16 años después de la
visita realizado aquí en octubre
de 1988 por Juan Pablo II.
Una Europa "un poco" envejecida y comprimida,
que tiende a sentirse menos protagonista
en un contexto que a menudo ve con desapego, la desconfianza y a veces
con recelo", impulsado a regresar "protagonista,
portador de la ciencia, el arte, la música, de los valores humanos y también de la fe. La Europa que contempla el cielo y persigue los ideales;
La Europa que mira, defiende y protege al hombre; la Europa que camina sobre
la tierra segura y firme, valioso
punto de referencia para toda la humanidad".
Es un viaje corto, pero intenso y significativo que ve al Papa hoy
en el Parlamento Europeo y al Consejo de Europa. Partió de Roma poco antes de las 8 de la mañana, y estará
de retorno alrededor de las 16. Ninguna
enorme multitud, sólo pequeños grupos de creyentes en el camino y los aplausos de los parlamentarios.
A su llegada a la sede del Parlamento Europeo ha felicitado al presidente, Martin Schulz,
con quien el Papa ha conversado amigablemente,
existen los himnos, la presentación de
las delegaciones de los 14 miembros de
la Mesa del Parlamento y de los 8 presidentes de los grupos políticos de
la Asamblea, las fotos, la firma del libro de Oro y el intercambio de regalos - Francisco ofrece un mosaico
que representa la paloma de la
paz con el fondo de la bandera
europea.
Compromisos de protocolo,
pero el largo discurso que el Papa Francisco aborda
a los 751 parlamentarios que representan a los 28 estados que forman parte de la Unión es un análisis - a
veces despiadada - de una Unión que vive en "un
mundo cada vez más interconectado y
global, y por lo tanto menos y
menos "eurocéntrico", "una
advertencia para superar la dominación
de los intereses económicos y un
individualismo exagerado que olvida
los deberes y un
acicate para ser el portador de los
derechos humanos, la democracia, la acogida a los migrantes, el respeto a la naturaleza y la
promoción de la paz.
Un proyecto basado en la dignidad trascendente de la persona
"Quiero - es
el primer concepto - enviar a todos los ciudadanos
europeos un mensaje de esperanza y de aliento. Un mensaje de esperanza
basado en la confianza de que las dificultades puedan convertirse en fuertes
promotoras de unidad, para vencer todos los miedos que Europa - junto a todo el
mundo - está atravesando. Esperanza en el Señor, que transforma el mal en bien
y la muerte en vida.
"El estímulo para volver a la
firme convicción de los padres fundadores de la Unión Europea, que querían un
futuro basado en la capacidad de trabajar juntos para superar las divisiones y promover la paz y la comunión entre todos los pueblos del
continente. En el centro de este
ambicioso proyecto político estaba la confianza en el hombre, no tanto como sujeto económico, sino en el hombre
como una persona con una dignidad trascendente".
"Quisiera subrayar, ante todo, el estrecho vínculo que existe entre
estas dos palabras: «dignidad» y «trascendente». La «dignidad» es la palabra
clave que ha caracterizado el proceso de recuperación en la segunda
postguerra. Nuestra historia reciente se distingue por la indudable centralidad
de la promoción de la dignidad humana contra las múltiples violencias y
discriminaciones, que no han faltado, tampoco en Europa, a lo largo de los
siglos. La percepción de la importancia de los derechos humanos nace
precisamente como resultado de un largo camino, hecho también de muchos
sufrimientos y sacrificios, que ha contribuido a formar la conciencia del valor
de cada persona humana, única e irrepetible. Esta conciencia cultural
encuentra su fundamento no sólo en los eventos históricos, sino, sobre todo,
en el pensamiento europeo, caracterizado por un rico encuentro, cuyas
múltiples y lejanas fuentes provienen de Grecia y Roma, de los ambientes
celtas, germánicos y eslavos, y del cristianismo que los marcó profundamente,
dando lugar al concepto de «persona»."
"Hoy, la promoción de los derechos
humanos desempeña un papel central en el compromiso de la Unión Europea, con
el fin de favorecer la dignidad de la persona, tanto en su seno como en las
relaciones con los otros países. Se trata de un compromiso importante y
admirable, pues persisten demasiadas situaciones en las que los seres humanos
son tratados como objetos, de los cuales se puede programar la concepción, la
configuración y la utilidad, y que después pueden ser desechados cuando ya no
sirven, por ser débiles, enfermos o ancianos. Efectivamente, ¿qué dignidad
existe cuando falta la posibilidad de expresar libremente el propio pensamiento
o de profesar sin constricción la propia fe religiosa? ¿Qué dignidad es
posible sin un marco jurídico claro, que limite el dominio de la fuerza y haga
prevalecer la ley sobre la tiranía del poder? ¿Qué dignidad puede tener un
hombre o una mujer cuando es objeto de todo tipo de discriminación? ¿Qué
dignidad podrá encontrar una persona que no tiene qué comer o el mínimo
necesario para vivir o, todavía peor, el trabajo que le otorga dignidad? Promover
la dignidad de la persona significa reconocer que posee derechos inalienables,
de los cuales no puede ser privada arbitrariamente por nadie y, menos aún, en
beneficio de intereses económicos".
Ligar la cultura de los derechos a la dimensión del bien común
" Es necesario
prestar atención para no caer en algunos errores que pueden nacer de una mala
comprensión de los derechos humanos y de un paradójico mal uso de los mismos.
Existe hoy, en efecto, la tendencia hacia una reivindicación siempre más
amplia de los derechos individuales, que esconde una concepción de persona
humana desligada de todo contexto social y antropológico, casi como una
«mónada» (μονάς), cada vez más insensible a las otras
«mónadas» de su alrededor. Parece que el concepto de derecho ya no se asocia
al de deber, igualmente esencial y complementario, de modo que se afirman los
derechos del individuo sin tener en cuenta que cada ser humano está unido a un
contexto social, en el cual sus derechos y deberes están conectados a los de
los demás y al bien común de la sociedad misma. Considero por esto que es
vital profundizar hoy en una cultura de los derechos humanos que pueda unir
sabiamente la dimensión individual, o mejor, personal, con la del bien
común, con ese «todos nosotros» formado por individuos, familias
y grupos intermedios que se unen en comunidad social. En efecto, si el derecho
de cada uno no está armónicamente ordenado al bien más grande, termina por concebirse
sin limitaciones y, consecuentemente, se transforma en fuente de conflictos y
de violencias".
"Así, hablar de la dignidad trascendente del hombre, significa
apelarse a su naturaleza, a su innata capacidad de distinguir el bien del mal,
a esa «brújula» inscrita en nuestros corazones y que Dios ha impreso en el
universo creado; significa sobre todo mirar al hombre no como un absoluto, sino
como un ser relacional. Una de las enfermedades que veo más
extendidas hoy en Europa es la soledad, propia de quien no tiene lazo
alguno. Se ve particularmente en los ancianos, a menudo abandonados a su
destino, como también en los jóvenes sin puntos de referencia y de
oportunidades para el futuro; se ve igualmente en los numerosos pobres que
pueblan nuestras ciudades y en los ojos perdidos de los inmigrantes que han
venido aquí en busca de un futuro mejor".
"Esta soledad se ha agudizado por la crisis económica, cuyos efectos
perduran todavía con consecuencias dramáticas desde el punto de vista social.
Se puede constatar que, en el curso de los últimos años, junto al proceso de
ampliación de la Unión Europea, ha ido creciendo la desconfianza de los
ciudadanos respecto a instituciones consideradas distantes, dedicadas a
establecer reglas que se sienten lejanas de la sensibilidad de cada pueblo, e
incluso dañinas. Desde muchas partes se recibe una impresión general de
cansancio y de envejecimiento, de una Europa anciana que ya no es fértil ni
vivaz. Por lo que los grandes ideales que han inspirado Europa parecen haber
perdido fuerza de atracción, en favor de los tecnicismos burocráticos de sus
instituciones. A eso se asocian algunos estilos de vida un tanto egoístas,
caracterizados por una opulencia insostenible y a menudo indiferente respecto
al mundo circunstante, y sobre todo a los más pobres. Se constata amargamente
el predominio de las cuestiones técnicas y económicas en el centro del debate
político, en detrimento de una orientación antropológica auténtica. El ser
humano corre el riesgo de ser reducido a un mero engranaje de un mecanismo que
lo trata como un simple bien de consumo para ser utilizado, de modo que -
lamentablemente lo percibimos a menudo -, cuando la vida ya no sirve a dicho
mecanismo se la descarta sin tantos reparos, como en el caso de los enfermos
terminales, de los ancianos abandonados y sin atenciones, o de los niños
asesinados antes de nacer".
"Este es el gran equívoco que se produce «cuando prevalece la
absolutización de la técnica», que termina por causar «una confusión entre
los fines y los medios». Es el resultado inevitable de la «cultura del
descarte» y del «consumismo exasperado». Al contrario, afirmar la
dignidad de la persona significa reconocer el valor de la vida humana, que se
nos da gratuitamente y, por eso, no puede ser objeto de intercambio o de
comercio".
La contribución del cristianismo también vinculado al futuro
de Europa
"¿Cómo
devolver la esperanza al futuro, de manera que, partiendo de las jóvenes
generaciones, se encuentre la confianza para perseguir el gran ideal de una
Europa unida y en paz, creativa y emprendedora, respetuosa de los derechos y
consciente de los propios deberes? Para responder a esta pregunta, permítanme
recurrir a una imagen. Uno de los más célebres frescos de Rafael que se
encuentra en el Vaticano representa la Escuela de Atenas. En el centro
están Platón y Aristóteles. El primero con el dedo apunta hacia lo alto,
hacia el mundo de las ideas, podríamos decir hacia el cielo; el segundo tiende
la mano hacia delante, hacia el observador, hacia la tierra, la realidad
concreta. Me parece una imagen que describe bien a Europa en su historia, hecha
de un permanente encuentro entre el cielo y la tierra, donde el cielo indica la
apertura a lo trascendente, a Dios, que ha caracterizado desde siempre al
hombre europeo, y la tierra representa su capacidad práctica y concreta de
afrontar las situaciones y los problemas. El futuro de Europa depende del
redescubrimiento del nexo vital e inseparable entre estos dos elementos. Una
Europa que no es capaz de abrirse a la dimensión trascendente de la vida es una
Europa que corre el riesgo de perder lentamente la propia alma y también aquel
«espíritu humanista» que, sin embargo, ama y defiende".
"Precisamente a partir de la necesidad de una apertura a la
trascendencia, deseo afirmar la centralidad de la persona humana, que de otro
modo estaría en manos de las modas y poderes del momento. En este sentido,
considero fundamental no sólo el patrimonio que el cristianismo ha dejado en
el pasado para la formación cultural del continente, sino, sobre todo, la
contribución que pretende dar hoy y en el futuro para su crecimiento. Dicha
contribución no constituye un peligro para la laicidad de los Estados y para
la independencia de las instituciones de la Unión, sino que es un
enriquecimiento. Nos lo indican los ideales que la han formado desde el principio,
como son: la paz, la subsidiariedad, la solidaridad recíproca y un humanismo
centrado sobre el respeto de la dignidad de la persona".
"Uuna Europa capaz de apreciar las propias raíces religiosas, sabiendo aprovechar su riqueza y potencialidad, puede ser también más fácilmente inmune a tantos extremismos que se expanden en el mundo actual, también por el gran vacío en el ámbito de los ideales, como lo vemos en el así llamado Occidente, porque «es precisamente este olvido de Dios, en lugar de su glorificación, lo que engendra la violencia». A este respecto, no podemos olvidar aquí las numerosas injusticias y persecuciones que sufren cotidianamente las minorías religiosas, y particularmente cristianas, en diversas partes del mundo. Comunidades y personas que son objeto de crueles violencias: expulsadas de sus propias casas y patrias; vendidas como esclavas; asesinadas, decapitadas, crucificadas y quemadas vivas, bajo el vergonzoso y cómplice silencio de tantos".
"El lema de la Unión Europea es Unidad en la diversidad, pero la unidad no significa uniformidad política, económica, cultural, o de pensamiento. En realidad, toda auténtica unidad vive de la riqueza de la diversidad que la compone: como una familia, que está tanto más unida cuanto cada uno de sus miembros puede ser más plenamente sí mismo sin temor. En este sentido, considero que Europa es una familia de pueblos, que podrán sentir cercanas las instituciones de la Unión si estas saben conjugar sabiamente el anhelado ideal de la unidad, con la diversidad propia de cada uno, valorando todas las tradiciones; tomando conciencia de su historia y de sus raíces; liberándose de tantas manipulaciones y fobias. Poner en el centro la persona humana significa sobre todo dejar que muestre libremente el propio rostro y la propia creatividad, sea en el ámbito particular que como pueblo".
"En esta dinámica de unidad-particularidad, se les plantea también, Señores y Señoras Eurodiputados, la exigencia de hacerse cargo de mantener viva la democracia de los pueblos de Europa. No se nos oculta que una concepción uniformadora de la globalidad daña la vitalidad del sistema democrático, debilitando el contraste rico, fecundo y constructivo, de las organizaciones y de los partidos políticos entre sí. De esta manera se corre el riesgo de vivir en el reino de la idea, de la mera palabra, de la imagen, del sofisma... y se termina por confundir la realidad de la democracia con un nuevo nominalismo político. Mantener viva la democracia en Europa exige evitar tantas «maneras globalizantes» de diluir la realidad: los purismos angélicos, los totalitarismos de lo relativo, los fundamentalismos ahistóricos, los eticismos sin bondad, los intelectualismos sin sabiduría. Mantener viva la realidad de las democracias es un reto de este momento histórico, evitando que su fuerza real - fuerza política expresiva de los pueblos - sea desplazada ante las presiones de intereses multinacionales no universales, que las hacen más débiles y las trasforman en sistemas uniformadores de poder financiero al servicio de imperios desconocidos. Este es un reto que hoy la historia nos ofrece".
Promover la persona, la familia, la formación, la ecología y el trabajo
"Dar esperanza a Europa no significa sólo reconocer la centralidad de la persona humana, sino que implica también favorecer sus cualidades. Se trata por eso de invertir en ella y en todos los ámbitos en los que sus talentos se forman y dan fruto. El primer ámbito es seguramente el de la educación, a partir de la familia, célula fundamental y elemento precioso de toda sociedad. La familia unida, fértil e indisoluble trae consigo los elementos fundamentales para dar esperanza al futuro. Sin esta solidez se acaba construyendo sobre arena, con graves consecuencias sociales. Por otra parte, subrayar la importancia de la familia, no sólo ayuda a dar prospectivas y esperanza a las nuevas generaciones, sino también a los numerosos ancianos, muchas veces obligados a vivir en condiciones de soledad y de abandono porque no existe el calor de un hogar familiar capaz de acompañarles y sostenerles. Junto a la familia están las instituciones educativas: las escuelas y universidades. La educación no puede limitarse a ofrecer un conjunto de conocimientos técnicos, sino que debe favorecer un proceso más complejo de crecimiento de la persona humana en su totalidad. Los jóvenes de hoy piden poder tener una formación adecuada y completa para mirar al futuro con esperanza, y no con desilusión. Numerosas son las potencialidades creativas de Europa en varios campos de la investigación científica, algunos de los cuales no están explorados todavía completamente. Baste pensar, por ejemplo, en las fuentes alternativas de energía, cuyo desarrollo contribuiría mucho a la defensa del ambiente".
"Europa ha estado siempre en primera línea de un loable compromiso en favor de la ecología. En efecto, esta tierra nuestra necesita de continuos cuidados y atenciones, y cada uno tiene una responsabilidad personal en la custodia de la creación, don precioso que Dios ha puesto en las manos de los hombres. Esto significa, por una parte, que la naturaleza está a nuestra disposición, podemos disfrutarla y hacer buen uso de ella; por otra parte, significa que no somos los dueños. Custodios, pero no dueños. Por eso la debemos amar y respetar. «Nosotros en cambio nos guiamos a menudo por la soberbia de dominar, de poseer, de manipular, de explotar; no la "custodiamos", no la respetamos, no la consideramos como un don gratuito que hay que cuidar». Respetar el ambiente no significa sólo limitarse a evitar estropearlo, sino también utilizarlo para el bien. Pienso sobre todo en el sector agrícola, llamado a dar sustento y alimento al hombre. No se puede tolerar que millones de personas en el mundo mueran de hambre, mientras toneladas de restos de alimentos se desechan cada día de nuestras mesas. Además, el respeto por la naturaleza nos recuerda que el hombre mismo es parte fundamental de ella. Junto a una ecología ambiental, se necesita una ecología humana, hecha del respeto de la persona, que hoy he querido recordar dirigiéndome a ustedes".
"El segundo ámbito en el que florecen los talentos de la persona humana es el trabajo. Es hora de favorecer las políticas de empleo, pero es necesario sobre todo volver a dar dignidad al trabajo, garantizando también las condiciones adecuadas para su desarrollo. Esto implica, por un lado, buscar nuevos modos para conjugar la flexibilidad del mercado con la necesaria estabilidad y seguridad de las perspectivas laborales, indispensables para el desarrollo humano de los trabajadores; por otro lado, significa favorecer un adecuado contexto social, que no apunte a la explotación de las personas, sino a garantizar, a través del trabajo, la posibilidad de construir una familia y de educar los hijos".
Es igualmente necesario afrontar juntos la cuestión migratoria. No se puede tolerar que el mar Mediterráneo se convierta en un gran cementerio. En las barcazas que llegan cotidianamente a las costas europeas hay hombres y mujeres que necesitan acogida y ayuda. La ausencia de un apoyo recíproco dentro de la Unión Europea corre el riesgo de incentivar soluciones particularistas del problema, que no tienen en cuenta la dignidad humana de los inmigrantes, favoreciendo el trabajo esclavo y continuas tensiones sociales. Europa será capaz de hacer frente a las problemáticas asociadas a la inmigración si es capaz de proponer con claridad su propia identidad cultural y poner en práctica legislaciones adecuadas que sean capaces de tutelar los derechos de los ciudadanos europeos y de garantizar al mismo tiempo la acogida a los inmigrantes; si es capaz de adoptar políticas correctas, valientes y concretas que ayuden a los países de origen en su desarrollo sociopolítico y a la superación de sus conflictos internos - causa principal de este fenómeno -, en lugar de políticas de interés, que aumentan y alimentan estos conflictos. Es necesario actuar sobre las causas y no solamente sobre los efectos".
Identidad europea para el dialogo con los vecinos
"Ser conscientes de la propia identidad es necesario también para dialogar en modo propositivo con los Estados que han solicitado entrar a formar parte de la Unión en el futuro. Pienso sobre todo en los del área balcánica, para los que el ingreso en la Unión Europea puede responder al ideal de paz en una región que ha sufrido mucho por los conflictos del pasado. Por último, la conciencia de la propia identidad es indispensable en las relaciones con los otros países vecinos, particularmente con aquellos de la cuenca mediterránea, muchos de los cuales sufren a causa de conflictos internos y por la presión del fundamentalismo religioso y del terrorismo internacional. A ustedes, legisladores, les corresponde la tarea de custodiar y hacer crecer la identidad europea, de modo que los ciudadanos encuentren de nuevo la confianza en las instituciones de la Unión y en el proyecto de paz y de amistad en el que se fundamentan. Sabiendo que «cuanto más se acrecienta el poder del hombre, más amplia es su responsabilidad individual y colectiva».Les exhorto, pues, a trabajar para que Europa redescubra su alma buena".
El alma "representa" al cristianismo. "Y dos mil años de historia unen a Europa y al cristianismo. Una historia en la que no han faltado conflictos y errores, pero siempre animada por el deseo de construir para el bien. Lo vemos en la belleza de nuestras ciudades, y más aún, en la de múltiples obras de caridad y de edificación común que constelan el Continente. Esta historia, en gran parte, debe ser todavía escrita. Es nuestro presente y también nuestro futuro. Es nuestra identidad. Europa tiene una gran necesidad de redescubrir su rostro para crecer, según el espíritu de sus Padres fundadores, en la paz y en la concordia, porque ella misma no está todavía libre de conflictos".
"Ha llegado la hora - concluye el Papa - de construir juntos la Europa que no gire en torno a la economía, sino a la sacralidad de la persona humana, de los valores inalienables; la Europa que abrace con valentía su pasado, y mire con confianza su futuro para vivir plenamente y con esperanza su presente. Ha llegado el momento de abandonar la idea de una Europa atemorizada y replegada sobre sí misma, para suscitar y promover una Europa protagonista, transmisora de ciencia, arte, música, valores humanos y también de fe. La Europa que contempla el cielo y persigue ideales; la Europa que mira, defiende y tutela al hombre; la Europa que camina sobre la tierra segura y firme, precioso punto de referencia para toda la humanidad".
17/12/2016 13:14