Papa: como los Magos, “quien quiere la luz, sale de sí mismo y busca”, “pone en juego su propia vida”
A las 60 mil personas presentes en la plaza de san Pedro para recitar el ángelus, Francisco también hizo un “regalo”, un pequeño libro que tiene por título: “Íconos de misericordia”, distribuido a los presentes por los pobres, los sin techo y por voluntarios.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- En el día de la Epifanía del Señor, o sea “la manifestación de Jesús que resplandece como luz para todas las gentes”, el Papa indicó en los Magos el modelo de “quien quiere la luz”. Este “sale de sí mismo y busca: no permanece en la oscuridad, quieto mirando lo que sucede alrededor, sino que pone en juego su propia vida”. A las 60 mil personas presentes en la plaza san Pedro para recitar el Ángelus, Francisco les hizo también una “regalo” , un pequeño libro que tiene por título: “Íconos de misericordia”, distribuido a los presentes por los pobres, los sin techo y por voluntarios.
“Celebramos hoy-dijo antes de recitar el Ángelus- la Epifanía del Señor, o sea la manifestación de Jesús que resplandece en el mundo como luz para todas las gentes. Símbolo de esta luz que resplandece y quiere iluminar la vida de cada uno es la estrella, que guió a los Magos a Belén. Ellos dice el Evangelio, vieron “aparecer su estrella” (Mt 2,2) y decidieron seguirla: eligieron dejarse guiar por la estrella de Jesús.
“También en nuestra vida, dijo el Pontífice, existen diversas estrellas, luces que brillan y orientan. Depende de nosotros elegir a cuál de ellas seguir. “Hay luces intermitentes, que van y vienen, como las pequeñas satisfacciones de la vida: a pesar de ser buenas, no son suficientes, porque duran poco y no dejan la paz que buscamos”. También existen luces enceguecedoras, dijo el Papa, como el dinero y el suceso, que prometen todo y enseguida: son seductoras, pero con su fuerza enceguecen y hacen pasar de los sueños de gloria a la oscuridad más densa”.
“Hoy los Magos, nos invitan a seguir una estrella estable y gentil, que no se apaga, porque nos es de este mundo: viene del cielo y resplandece en el corazón. “Esta luz verdadera es la luz del Señor, o mejor dicho, es el Señor. Él es nuestra luz: una luz que no enceguece, pero acompaña y dona una alegría única”. Por ello, al inicio de cada día podemos acoger esta invitación: ¡levántate, vístete de luz, sigue hoy, entre tantas estrellas fugaces del mundo, la estrella luminosa de Jesús! Siguiéndola, tendremos alegría, como sucedió a los Magos, que «cuando vieron la estrella se llenaron de alegría» (Mt 2,10); porque donde esta Dios hay alegría. Quien ha encontrado a Jesús ha experimentado el milagro de la luz que rompe las tiniebla y conoce esta luz que ilumina y resplandece. Quisiera, con mucho respeto, invitar a no tener miedo de esta luz y a abrirse al Señor. Sobre todo quisiera decir a quien ha perdido la fuerza de buscar, a quien, afanado por la oscuridad de la vida, ha apagado el deseo: “Animo, la luz de Jesús sabe vencer las tinieblas más oscura”. “¡Levántate, ánimo!”.
“Y ¿cómo encontrar esta luz divina? Sigamos el ejemplo de los Magos, que el Evangelio describe siempre en movimiento. Quien desea la luz, de hecho, sale de sí y busca: no se queda cerrado, firme a ver qué cosa sucede al su alrededor, sino pone en juego su propia vida; sale de sí. La vida cristiana es un camino continuo, hecho de esperanza, hecho de búsqueda; un camino que, como aquel de los Magos, prosigue incluso cuando la estrella desaparece momentáneamente de la vista. En este camino hay también engaños que se deben evitar: las habladurías superficiales y mundanas, que frenan el paso; los caprichos paralizantes del egoísmo; los agujeros del pesimismo, que envuelven a la esperanza. Estos obstáculos bloquearon a los escribas, del cual habla el Evangelio de hoy. Ellos sabían dónde estaba la luz, pero no se movieron. Cuando Herodes les pregunto: ¿Dónde nacerá el Mesías? En Belén. Sabían dónde, pero no se movieron. Su conocimiento ha sido en vano: sabían tantas cosas, pero para nada, todo en vano. No basta saber que Dios ha nacido, si no se hace con Él Navidad en el corazón. Dios ha nacido, sí, pero ¿Ha nacido en tú corazón? ¿Ha nacido en mí corazón? ¿Ha nacido en nuestro corazón? Y así lo encontraremos, como los magos, con maría, José en la gruta”.
“Los Magos lo han hecho: encontraron al Niño, «se arrodillaron y adoraron» (v. 11). No lo vieron solamente, no dijeron solo una oración circunstancial y se fueron, no, sino lo adoraron: entraron en una comunión personal de amor con Jesús. Luego le donaron oro, incienso y mirra, es decir, sus bienes más preciosos. Aprendamos de los Magos a no dedicar a Jesús solo los restos de tiempo y algún pensamiento de vez en cuando, de lo contrario no tendremos su luz. Como los Magos, pongámonos en camino, revistámonos de luz siguiendo la estrella de Jesús, y adoremos al Señor con todo nuestro ser”.
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