30/12/2020, 12.15
VATICANO
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Papa: al finalizar este año, agradezcamos también por el bien recibido

“Vivir es ante todo haber recibido”, esta no es sino la primera de una larga serie de deudas de reconocimiento, que tenemos hacia las personas que nos han mirado “gratuitamente”. Es un “gracias” que debemos decir continuamente, y que el cristiano comparte con todos y se dilata en el encuentro con Jesús”. 

 

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – “Vivir es ante todo haber recibido”, esta no es sino la primera de una larga serie de deudas de reconocimiento que tenemos hacia las personas que nos han mirado “gratuitamente”. Es un “gracias” que debemos decir continuamente, y que el cristiano comparte con todos y se dilata en el encuentro con Jesús”. “La oración de acción de gracias” es el tema que abordó Francisco en la audiencia general de hoy -que se desarrolló, una vez más, en la biblioteca del Palacio Apostólico. Durante el encuentro, el Papa saludó a los fieles de distintos grupos lingüísticos y exhortó a ver “el bien recibido”, incluso “al final de este año”, marcado por el “sufrimiento, las dificultades y los límites causados por la pandemia”. 

Retomando el ciclo de catequesis sobre la oración, Francisco partió del episodio del Evangelio que narra la curación de los diez leprosos, a quienes Jesús invita a ir donde los sacerdotes, ya que ellos eran “los encargados, según la ley, de certificar la sanación”. “Jesús escucha su plegaria, su grito de piedad, y enseguida los manda a ver a los sacerdotes. Los diez se fían, van de prisa, y en el camino todos quedan curados; todos, los diez”.  “Pero aquí viene el punto más importante: de ese grupo, solo uno - antes de ir a ver a los sacerdotes - vuelve sobre sus pasos para dar las gracias a Jesús y alabar a Dios por la gracia recibida. Y Jesús nota que ese hombre era un samaritano, una especie de “hereje” para los judíos de la época. Jesús comenta: «¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?» (17,18)”.

“Este pasaje, por así decir, divide el mundo en dos: quien no da las gracias y quien da las gracias; quien toma todo como si se le debiera, y quien acoge todo como don, como gracia. En el Catecismo leemos: «Todo acontecimiento y toda necesidad pueden convertirse en ofrenda de acción de gracias» (n. 2638). La oración de acción de gracias siempre parte de aquí: de reconocerse precedidos por la gracia. Hemos sido pensados antes de que aprendiéramos a pensar; hemos sido amados antes de que aprendiéramos a amar; hemos sido deseados antes de que surgiera un deseo en nuestro corazón. Si miramos la vida así, entonces el “gracias” se convierte en el motivo que guía nuestras jornadas. ¡Y tantas veces lo olvidamos!”. 

“Para nosotros, los cristianos, la acción de gracias ha dado el nombre al Sacramento más esencial que hay: la Eucaristía. La palabra griega, de hecho, significa precisamente esto: acción de gracias. Los cristianos, como todos los creyentes, bendicen a Dios por el don de la vida. Vivir es ante todo haber recibido. Todos nacemos porque alguien ha deseado para nosotros la vida. Y esto es solo la primera de una larga serie de deudas que contraemos viviendo. Deudas de reconocimiento. En nuestra existencia, más de una persona nos ha mirado con ojos puros, gratuitamente. A menudo se trata de educadores, catequistas, personas que han desempeñado su rol más allá del deber que les tocaba. Y ellos han hecho brotar en nosotros la gratitud. También la amistad es un don por el que siempre debemos estar agradecidos”.

“Este ‘gracias’, que el cristiano comparte con todos, se dilata en el encuentro con Jesús. Los Evangelios muestran que cuando pasaba Jesús, suscitaba alegría y alabanzas a Dios en los que lo encontraban. Las narraciones de la Navidad están llenas de personas que oran con el corazón ensanchado por la llegada del Salvador. Y también nosotros hemos sido llamados a participar en esta inmensa exultación”. “Este es el quid: cuando das las gracias, sabes con certeza que eres amado. Es el descubrimiento del amor como la fuerza que rige el mundo. Dante diría: El amor «que mueve el sol y las otras estrellas» (Paraíso, XXXIII, 145). Ya no somos viajeros errantes que deambulan por aquí y por allá: tenemos un hogar, una morada en Cristo, y desde este "hogar" contemplamos el resto del mundo, y nos parece infinitamente más hermoso. Somos niños, somos hermanos del amor".

“Por tanto, hermanos y hermanas, busquemos siempre la alegría del encuentro con Jesús. Cultivemos la alegría. Con el demonio sucede lo contrario: después de habernos engañado, nos deja siempre tristes y solos. Si estamos en Cristo, jamás habrá pecado o amenaza que pueda impedirnos continuar con alegría el camino, junto a tantos compañeros de viaje. Sobre todo, no dejemos de dar las gracias: si somos portadores de gratitud, el mundo también se vuelve mejor, aunque más no sea un poco, y eso basta para transmitir un poco de esperanza. El mundo necesita esperanza. Todo está unido y conectado, y cada persona puede hacer su parte allí donde está. El camino de la felicidad es el que San Pablo describió al final de una de sus cartas: «Oren sin cesar, den gracias en todo: porque esta es la voluntad de Dios para ustedes en Cristo Jesús". No apaguen el Espíritu» (1 Ts 5:17-19). No apagues el Espíritu, hermoso programa de vida".

Al término del encuentro, el Papa expresó su cercanía a los afectados por el terremoto que tuvo lugar ayer en Croacia.

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