Papa: "Firme condena" de "toda forma de tortura", solidaridad con las víctimas, compromiso para abolirla

En el Ángelus, recordando que en muchos Países se celebra hoy el Corpus Christi, Francisco dice que la participación a la Eucaristía "transforma" y "nos hace capaces de amar también a quien no nos ama, nos hace oponernos al mal con el bien, saber perdonar, compartir y acoger".

Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- "Firme condena" del Papa Francisco hacia "toda forma de tortura". "Torturar a las personas es pecado mortal, un pecado muy grave". El Papa lo recordó así a las 50 mil personas presentes en la plaza de S. Pedro para recitar juntos el Ángelus, que el próximo 26 de junio se celebrará la Jornada de la Naciones Unidas por las víctimas de la tortura para las cuales pidió a los cristianos de apoyarlas, comprometiéndose también para obtener su abolición.

Antes de recitar la plegaria mariana, el Papa habló sobre la celebración que hoy en Italia y muchos otros Países se celebra, el Corpus Christi, diciendo que la participación a la Eucaristía "transforma" y "nos hace capaces de amar a quien no nos ama, de oponernos al mal con el bien, de perdonar, de compartir y acoger". "La Comunidad eclesial -dijo- se reúne alrededor de la Eucaristía para adorar el tesoro más precioso que Jesús nos ha dejado El Evangelio de Juan nos presenta el discurso sobre "el pan de vida", hecho por Jesús en la sinagoga de Cafarnaún, en el cual afirma: "Yo soy el pan vivo, descendido del cielo. Si uno come de este pan, vivirá eternamente y el pan que yo les daré es mi carne para la vida del mundo" (Jn. 6,51). Jesús hace notar que no vino a este mundo para dar algo, sino para darse a sí mismo, su vida, como nutrición para cuántos creen en Él. Esta nuestra comunión con el Señor compromete a nosotros, sus discípulos, a imitarlo, haciendo de nuestra existencia, con nuestras actitudes un pan partido para los otros, como el Maestro lo partió, el pan que es su carne".

"Cada vez que participamos a la Santa Misa y nos nutrimos del Cuerpo de Cristo, la presencia de Jesús y del Espíritu Santo obra en nosotros, plasma nuestro corazón, nos comunica actitudes interiores que se traducen en comportamientos según el Evangelio. Ante todo la docilidad a la Palabra de Dios, luego la fraternidad entre nosotros, el coraje de ser testigos cristianos, la fantasía de la caridad, la capacidad de dar esperanza a los que no tienen confianza, de acoger a los excluidos. De este modo la Eucaristía hace madurar un estilo de vida cristiano. La caridad de Cristo, acogida con el corazón abierto, nos cambia, nos transforma, nos hace capaces de amar no según la medida humana, siempre limitada, sino según la medida de Dios, y cuál medida la de Dios, ¡Sin medida! La medida de Dios es sin medida, el amor es desmedido. Y entonces nos volvemos capaces de amar a quien no nos ama, y no es fácil, si no sabemos que una persona no nos ama estamos llevados a no amarla, pero tenemos que amar a quien no nos ama, de oponernos al mal con el bien, de perdonar, de compartir, de acoger. Gracias a Jesús y a su Espíritu, también nuestra vida se convierte en un "pan partido" para nuestros hermanos. Y viviendo así descubrimos ¡la verdadera alegría! La alegría de hacerse don, para intercambiar el gran don que nosotros por primeros hemos recibido, sin ningún mérito nuestro. Quisiera subrayar estas dos cosas: la medida del amor de Dios es amar sin medida, nuestra vida con el amor de Jesús, recibiendo la Eucaristía se hace don como lo hizo Jesús".