Papa: Día de la memoria y llamado a estar atentos, porque estas cosas pueden volver a ocurrir
"Recordar es la condición para la paz y la fraternidad. Y un llamado a estar atentos "porque estas cosas pueden volver a ocurrir, empezando por las propuestas ideológicas que pretenden salvar a un pueblo y terminan destruyendo a ese pueblo y a la humanidad”. “La Biblia no está escrita para una humanidad genérica, sino para todos nosotros, hombres y mujeres de carne y hueso, para mí. Para hombres y mujeres que tienen nombre y apellido”.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – “Estén atentos, por estas cosas pueden volver a ocurrir”. Es la advertencia del Papa Francisco al recordar el Día de la Memoria, que se celebra hoy, tema que abordó al término de la audiencia general. “Hoy es el aniversario de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz y se celebra el Día de la Memoria”, dijo. “Conmemoramos a las víctimas de la Shoah y a todas las personas perseguidas y deportadas por el régimen nazi”, prosiguió. “Recordar es una expresión de humanidad. Recordar es un signo de civilización. Recordar es condición para la paz y la fraternidad. Y debemos estar atentos, porque estas cosas pueden volver a ocurrir, empezando por las propuestas ideológicas que pretenden salvar a un pueblo y terminan destruyendo a ese pueblo y a la humanidad”. “Estén atentos y vean cómo comenzó este camino de muerte, exterminio y brutalidad”.
Previo a ello, continuando con el ciclo de catequesis sobre la oración, en la audiencia -que, una vez más, fue en la Biblioteca privada -, Francisco habló de la “oración con las Sagradas Escrituras” (Lecturas: Sal 119,1.15.18.48.105.130). Se trata de la oración que se puede hacer “a partir de un pasaje de la Biblia”. Sus palabras, de hecho, “no han sido escritas para quedarse atrapadas en el papiro, en el pergamino o en el papel, sino para ser acogidas por una persona que reza, haciéndolas brotar en su corazón”. Porque “La Biblia no está escrita para una humanidad genérica, sino para todos nosotros, hombres y mujeres de carne y hueso, para mí. Para hombres y mujeres que tienen nombre y apellido”.
“A todos los creyentes les sucede esta experiencia: una pasaje de la Escritura, que ya fue escuchado muchas veces, un día, de repente, me habla e ilumina una situación que estoy viviendo. Pero es necesario que yo, ese día, esté ahí, que acuda a la cita con esa Palabra. Todos los días Dios pasa y lanza una semilla en el terreno de nuestra vida. No sabemos si hoy encontrará un suelo árido, zarzas, o tierra buena, que hará crecer esa semilla (cfr Mc 4,3-9). Depende de nosotros, de nuestra oración, del corazón abierto con el que nos acercamos a las Escrituras para que se conviertan para nosotros en Palabra viva de Dios”. A tal propósito, Francisco recordó la frase de San Agustín.
Se trata, por tanto, de “acercarse a la Biblia sin segundas intenciones, sin instrumentalizarla. El creyente no busca en las Sagradas Escrituras el apoyo para la propia visión filosófica y moral. Lo que espera es un encuentro; sabe que han sido escritas en el Espíritu Santo y que, por tanto, en ese mismo Espíritu deben ser acogidas y comprendidas, para que el encuentro se realice. A mi me da un poco de fastidio cuando veo a los cristianos recitando como loros los versículos de la Biblia”, agregó. ‘¿Te has encontrado con el Señor en ese versículo? No es un problema de mera memoria, sino de memoria del corazón, la que te abre al encuentro con el Señor; y esa palabra, ese versículo te conduce al encuentro con el Señor”.
Francisco luego recorrió los pasos de la “lectio divina”. “Se trata ante todo de leer el pasaje bíblico con atención, diría con “obediencia” al texto, para comprender lo que significa en sí mismo. Luego se entra en diálogo con la Escritura, de modo que esas palabras se conviertan en motivo de meditación y de oración: siempre permaneciendo fiel al texto, empiezo a preguntarme “qué me dice a mí”. Es un paso delicado: no hay que caer en interpretaciones subjetivistas, sino entrar en el surco vivo de la Tradición, que nos une, a cada uno de nosotros, a la Sagrada Escritura. El último paso de la lectio divina es la contemplación. Aquí las palabras y los pensamientos dan lugar al amor, como entre enamorados a los que a veces les basta con mirarse en silencio. El texto bíblico permanece, pero como un espejo, como un icono a contemplar”.
“A través de la oración, – continuó - la Palabra de Dios viene a vivir en nosotros y nosotros vivimos en ella. La Palabra inspira buenos propósitos y sostiene la acción; nos da fuerza y serenidad, e incluso cuando nos pone en crisis, nos da paz. En los días “torcidos” y confusos, asegura al corazón un núcleo de confianza y de amor que lo protege de los ataques del maligno. Así, la Palabra de Dios se hace carne en los que la acogen en la oración. En algunos textos antiguos surge la intuición de que los cristianos se identifican tanto con la Palabra que, aún si quemaran todas las Biblias del mundo, se podría salvar un “calco” a través de la huella que ha dejado en la vida de los santos”.
“La vida cristiana es una obra de obediencia y creatividad. Jesús lo dice al final de un discurso suyo y usando una parábola, hace esta comparación: «Así, todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo» (Mt 13,52). Las Sagradas Escrituras – concluyó -son un tesoro inagotable. Que el Señor nos permita extraer de allí cada vez más, por medio de la oración”.
29/08/2020 11:22
16/02/2023 13:55