Papa: ‘Yo soy el responsable del acuerdo con China’. El recuerdo de las persecuciones de la KGB
En el avión de regreso a Italia, el Papa Francisco defiende el valor del acuerdo provisorio firmado entre Beijing y la Santa Sede. Aprecio por la Secretaría de Estado y oración por “algunos que no entienden”, como el Card. Joseph Zen. Un recuerdo por los “católicos que sufrieron; es verdad, ellos sufren. Siempre, en un acuerdo, hay sufrimiento”. “El horror frente a las cámaras de torturas de la KGB en Vilna. “La misma crueldad hoy se encuentra en muchos sitios de detención”.
Roma (AsiaNews) – “El acuerdo entre China y la Santa Sede lo he firmado yo”; los expedientes sobre los obispos excomulgados llegaron “a mi escritorio”; “fui yo el responsable de firmar” [la readmisión en la comunión eclesial”; en los nombramientos de obispos, con el gobierno “habrá un diálogo sobre los candidatos”, pero “nombra Roma”. En el avión que, desde Tullin lo llevó de regreso a Roma luego de su viaje por los Países bálticos, el Papa Francisco se detuvo a conversar con los periodistas, para referirse al reciente acuerdo entre China y la Santa Sede sobre el nombramiento de obispos. En la pregunta que le hicieron, el periodista recuerda a “algunos católicos y al Card. Zen” que “lo acusan de haber vendido la Iglesia al gobierno”. El Papa alude a ello diciendo que él reza “por los sufrimientos de quienes no entienden o de quienes tienen muchos años de clandestinidad sobre los hombros”.
En su respuesta, hay un aprecio por la Secretaría de Estado y un pasaje sobre los “católicos que han sufrido: es verdad, ellos sufren. Siempre, en un acuerdo, hay sufrimiento”.
El ligero pasaje sobre los sufrimientos de los católicos chinos lo lleva a responder a la pregunta acerca de lo que sintió al visitar “el museo donde eran asesinados los prisioneros de la KGB, en Vilna”. Tras enumerar la serie de torturas a las que los cristianos (y no cristianos) eran sometidos, el pontífice recordó que “la crueldad no se ha acabado. La misma crueldad, hoy, se encuentra en muchos sitios de detención”.
A continuación, transcribimos las dos preguntas y respuestas completas:
Hace tres días se firmó un acuerdo entre el Vaticano y China. ¿Podría darnos alguna información adicional sobre su contenido? ¿Por qué algunos católicos - en particular, el Card. Joseph Zen – lo acusan de haber vendido la Iglesia al gobierno?
Este es un proceso que se viene dando desde hace años, un diálogo entre la comisión vaticana y la comisión china, para ordenar el nombramiento de obispos. El equipo vaticano ha trabajado mucho, y quisiera dar algunos nombres: Mons. Claudio Maria Celli, con paciencia, ha dialogado durante años, años. Luego Gianfranco Rota Graziosi, un humilde curial de 72 años que quería hacerse cura para ir a una parroquia, y que permaneció en la Curia para ayudar en este proceso. Y también, el Secretario de Estado [el Card. Pietro Parolin], que es un hombre muy devoto, pero tiene una devoción especial a la lupa: todos los documentos los estudia: puntos, comas, lo que está entre líneas. Esto me brinda una gran seguridad. Este equipo, con estas cualidades, ha ido adelante. Ustedes bien saben que cuando se llega a un acuerdo de paz, las dos partes pierden algo. Esta es la ley: las dos partes. Se ha ido adelante haciendo dos pasos adelante, y uno atrás… dos adelante y uno atrás. Pasaron meses sin hablarse. Es el tiempo de Dios, que se parece al tiempo chino. Lentamente, la sabiduría de los chinos. Los obispos que estaban en dificultades fueron estudiados, caso por caso. Y el expediente de cada uno de ellos llegó a mi escritorio. He sido yo el responsable de firmar [el restablecimiento de la comunión]. Luego, en cuanto al caso del acuerdo: volvían los borradores a mi escritorio, yo daba mis ideas, las discutía y seguían adelante. Yo pienso en la resistencia, en los católicos que han sufrido; es cierto, ellos sufren. Siempre, en un acuerdo, hay sufrimiento. Pero ellos tienen una gran fe y me escriben, me hacen llegar mensajes para decir que lo que la Santa Sede dice, lo que Pedro dice, es lo que dice Jesús. La fe martirial de esta gente hoy sigue adelante. Son geniales. El acuerdo lo he firmado yo, las cartas plenipotenciarias las he firmado yo. Yo soy el responsable, los demás han trabajado durante más de diez años. No es una improvisación, es un camino de verdad. Una anécdota sencilla y un dato histórico: cuando se dio aquél famoso comunicado de un ex nuncio apostólico [se refiere al caso del Mons. Carlo Maria Viganò - ndr], los episcopados del mundo me escribieron diciéndome que se sentían cercanos y que rezaban por mí. Los fieles chinos me escribieron, y la firma de este escrito fue la del obispo de la Iglesia -por decir así- “tradicional católica” y la del obispo de la Iglesia “patriótica”, los dos, y las dos comunidades de fieles. Para mi esto fue una señal de Dios. Además, no debemos olvidar que en América Latina, durante 350 años, eran los reyes de Portugal y de España los que nombraban obispos. Recordemos el caso del Imperio Austro-húngaro: María Teresa se cansó de firmar el nombramiento de obispos y cedió el tema al Vaticano. Eran otras épocas, gracias a Dios, que no se repiten. Lo que hay es un diálogo sobre los eventuales candidatos, pero nombra Roma, nombra el Papa, esto está claro. Y rogamos por los sufrimientos de quienes no entienden, o de quienes tienen muchos años de clandestinidad sobre los hombros.
¿Qué sintió usted al visitar el museo donde eran asesinados los prisioneros de la KGB en Vilna?
«La vuestra es una historia de invasiones, de dictaduras, de crímenes, de deportaciones. Cuando visité el museo en Vilna... museo es una palabra que nos hace pensar en el Louvre. Pero ese museo, en cambio, es una cárcel adonde eran llevados aquellos que estaban detenidos por razones políticas o religiosas. He visto celdas que medían lo mismo que este asiento, y donde sólo se podía estar de pie, celdas de tortura. He visto lugares de tortura donde, con el frío que hace en este país, llevaban a los prisioneros desnudos, y les arrojaban agua. Y quedaban allí por horas y horas, para quebrar su resistencia. Y luego entré en la cámara de las ejecuciones: allí eran llevados los prisioneros a la fuerza, y los mataban de un golpe en la nuca. Salían por una cinta mecánica que los conducía hasta un camión, que los llevaba hasta el bosque. Masacraban cuarenta por día, más o menos. Al final, fueron 15.000. Luego fui hasta el lugar donde estuvo el gran gueto, donde fueron asesinados miles de judíos; después, por la tarde, fui al monumento levantado en memoria de los condenados, asesinados, torturados y deportados. Ese día, les digo la verdad, quedé devastado: me hizo pensar sobre la crueldad. Pero les digo que la crueldad no se ha acabado. La misma crueldad hoy en día se encuentra en muchos lugares de detención, se encuentra en muchas cárceles. Incluso la superpoblación de una cárcel es un modo de torturar, de no hacer vivir con dignidad. Una cárcel de hoy, que no brinde al detenido la salida de la esperanza, ya es una tortura. Luego hemos visto, en TV, la crueldad de los terroristas del ISIS: ese piloto jordano que fue quemado vivo, los coptos degollados en la playa de Libia y tantos otros. Hoy, la crueldad no se ha acabado. En todo el mundo existe -y este mensaje se los doy a ustedes, como periodistas: esto es un escándalo, un grave escándalo de nuestra cultura y de nuestra sociedad».
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