Papa: ‘La Pascua es vida. No hay paz sin libertad religiosa y de expresión’
Desde la logia de San Pedro, Francisco dio la bendición con la voz débil por la convalecencia de su enfermedad. En el mensaje Urbi et Orbi, que fue leído por el maestro de ceremonias pontificias, se refirió a los conflictos armados y las guerras comerciales, pero también a las vidas heridas en el seno de las madres, a los ancianos y a los migrantes. “Que el alto el fuego sea un signo de esperanza para Myanmar”.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - Asomado a la logia de las Bendiciones en la silla de ruedas, para hacer resonar personalmente el anuncio de la Pascua en este nuestro tiempo tan marcado por la muerte, el papa Francisco, con la voz débil, deseó a todos “felices Pascuas” e impartió la bendición Urbi et Orbi. Pero como todos los años - a través de su mensaje, que esta vez fue leído por el maestro de ceremonias pontificias monseñor Diego Ravelli – ha hecho oír su voz sobre las muchas heridas del mundo, que están intactas en el cuerpo del Resucitado.
“El mal no ha desaparecido de nuestra historia, permanecerá hasta el final - explica el pontífice en su mensaje - pero ya no tiene el dominio, ya no tiene poder sobre aquellos que acogen la gracia de este día. Hermanas y hermanos, especialmente ustedes que están sufriendo y están angustiados, sepan que su grito silencioso ha sido escuchado, que sus lágrimas han sido recogidas y ni siquiera una se ha perdido. En la pasión y en la muerte de Jesús, Dios ha cargado sobre sí todo el mal del mundo, y con su infinita misericordia lo ha vencido”. Y “a partir de este acontecimiento, esperar ya no es una ilusión”.
El Papa recuerda que la Pascua es la fiesta de la vida y que Dios quiere que toda la humanidad resucite. “A sus ojos, cada vida es preciosa - comenta -. La del niño en el vientre de su madre, así como la del anciano o la del enfermo, que en un número creciente de países ya se consideran personas descartables”. Hay mucha voluntad de muerte en los conflictos que ensangrientan el mundo. Pero cuánta violencia – añade el Papa – “vemos a menudo también en las familias, hacia las mujeres o los niños. Cuánto desprecio se siente a veces por los más débiles, los marginados, los migrantes. En este día quisiera que volviéramos a tener esperanza y a tener confianza en los demás, incluso en aquellos que no están cerca de nosotros o provienen de tierras lejanas con usos, modos de vivir, ideas y costumbres diversos de los que nos resultan familiares, porque todos somos hijos de Dios”.
“Quisiera que volviéramos a tener esperanza en que la paz es posible”, confía Francisco. Y ante el Sepulcro vacío la mirada no puede sino comenzar por la Tierra Santa ensangrentada. “Estoy cerca de los sufrimientos de los cristianos de Palestina e Israel, así como de todo el pueblo israelí y de todo el pueblo palestino. Es preocupante el creciente clima de antisemitismo que se está extendiendo por todo el mundo. Al mismo tiempo, mi pensamiento se dirige a la población y en modo particular a la comunidad cristiana de Gaza, donde el terrible conflicto sigue provocando muerte y destrucción, y una situación humanitaria dramática e indigna. Hago un llamamiento a las partes beligerantes para que suspendan el fuego, liberen a los rehenes y se preste ayuda a la gente, que tiene hambre y aspira a un futuro de paz”.
El Papa Francisco recuerda también el Líbano y Siria “que viven una delicada transición en su historia”; y al pueblo de Yemen, “que está viviendo una de las peores crisis humanitarias ‘prolongadas’ del mundo debido a la guerra”. “Que Cristo Resucitado derrame el don pascual de la paz sobre la martirizada Ucrania y aliente a todos los actores involucrados a proseguir los esfuerzos para alcanzar una paz justa y duradera”, invoca.
Pide al Resucitado “paz y consuelo para las poblaciones africanas víctimas de la violencia y los conflictos, sobre todo en la República Democrática del Congo, en Sudán y Sudán del Sur”, así como para "los cristianos que en muchos lugares no pueden profesar libremente su fe”.
“Ninguna paz es posible donde no hay libertad religiosa o donde no hay libertad de pensamiento y de expresión, y respeto por las opiniones de los demás”, recuerda en relación con una herida común a tantos países de Asia. Y ninguna paz es posible sin un verdadero desarme: “La necesidad que cada pueblo tiene de proveer a su propia defensa no puede transformarse en una carrera general para el rearme”. Francisco advierte también sobre las guerras comerciales: “La luz de la Pascua – advierte - nos exhorta a derribar las barreras que crean divisiones y están cargadas de consecuencias políticas y económicas. Nos exhorta a cuidarnos los unos a los otros, a acrecentar la solidaridad recíproca, a trabajar por el desarrollo integral de cada persona humana”.
Como ejemplo de todo esto cita precisamente al pueblo birmano, “ya atormentado por años de conflicto armado, que afronta con valentía y paciencia las consecuencias del devastador terremoto en Sagaing, que ha provocado la muerte de miles de personas y es motivo de sufrimiento para muchísimos supervivientes, entre ellos huérfanos y ancianos. Recemos por las víctimas y por sus seres queridos, y agradezcamos de corazón a todos los generosos voluntarios que realizan las tareas de socorro. El anuncio de un alto el fuego por parte de varios actores en el país es una señal de esperanza para todo Myanmar”.
“Usar los recursos a disposición para ayudar a los necesitados, combatir el hambre y favorecer iniciativas que promuevan el desarrollo - enumera - son las ‘armas’ de la paz: las que construyen el futuro en vez de sembrar muerte. Que no falte nunca el principio de humanidad como eje de nuestro actuar cotidiano. Ante la crueldad de conflictos que involucran a civiles indefensos, atacan escuelas y hospitales y a operadores humanitarios, no podemos permitirnos olvidar que no se atacan objetivos, sino personas con un alma y una dignidad”.
En el año jubilar, por último, pide que “la Pascua sea también la ocasión propicia para liberar a los prisioneros de guerra y a los presos políticos”. E invita a todos a recibir del Resucitado “la certeza de que también nosotros estamos llamados a participar en la vida que no conoce ocaso, en la que ya no se oirán estruendos armas ni ecos de muerte. Encomendémonos a Aquel que es el único que puede hacer nuevas todas las cosas”.
06/04/2021 12:56