12/12/2024, 17.47
VATICANO
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Papa para la Jornada de la Paz 2025: 'Que se perdone la deuda de los países pobres'

En el mensaje para el 1 de enero de 2025 que se difundió hoy, Francisco reitera el llamamiento que ya hizo Juan Pablo II en el año 2000, invitándo a asociarlo a la elaboración de "una nueva Carta Financiera Mundial, fundada en la solidaridad y la armonía entre los pueblos". El texto también pide otras acciones con respecto a las grandes deudas sociales: la eliminación de la pena de muerte y destinar al menos una parte del gasto en armamento a la lucha contra el hambre y por el desarrollo.

 

Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- Que “los países más ricos se sientan llamados a hacer lo posible para condonar las deudas de esos países que no están en condiciones de devolver lo que deben”. En el espíritu del Año Jubilar que está por comenzar, el Papa Francisco vuelve a hacer este pedido al mundo en su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2025, que fue difundido hoy por el Vaticano. En el texto - titulado "Perdona nuestras ofensas, concédenos tu paz"- el pontífice invita a repartir de la raíz bíblica del Año Santo, recordando que "el sonido de un cuerno de carnero —en hebreo yobel— anunciaba, cada cuarenta y nueve años, uno de clemencia y liberación para todo el pueblo", para "restablecer la justicia de Dios en los distintos ámbitos de la vida: en el uso de la tierra, en la posesión de los bienes, en la relación con el prójimo, sobre todo respecto a los más pobres y a quienes habían caído en desgracia".

Considerar de esa manera el Jubileo significa recordar que hay mucho que reparar también en el mundo de hoy. “Cada uno de nosotros – escribe Francisco – debe sentirse responsable de algún modo por la devastación a la que está sometida nuestra casa común, empezando por esas acciones que, aunque sólo sea indirectamente, alimentan los conflictos que están azotando la humanidad”. Sugiere entonces mirar "a las disparidades de todo tipo, al trato deshumano que se da a las personas migrantes, a la degradación ambiental, a la confusión generada culpablemente por la desinformación, al rechazo de toda forma de diálogo, a las grandes inversiones en la industria militar. Son todos factores de una amenaza concreta para la existencia de la humanidad en su conjunto".

Estos desafíos piden “romper las cadenas de la injusticia para proclamar la justicia de Dios. Hacer algún acto de filantropía esporádico no es suficiente – comenta el Papa -. Se necesitan, por el contrario, cambios culturales y estructurales, de modo que también se produzca un cambio duradero".

Es una conversión que surge del reconocimiento de que todos somos deudores. En este sentido el pontífice propone releer las palabras de un gran padre de la Iglesia como fue san Basilio de Cesarea: “¿Qué cosa, dime, te pertenece? ¿De dónde la has tomado para ponerla en tu vida? […] ¿Acaso no saliste desnudo del vientre de tu madre?, ¿no tornarás desnudo nuevamente a la tierra? Los bienes presentes, ¿de dónde te vienen? Si dices del azar, eres impío, porque no reconoces al Creador, ni das gracias al que te ha dado".

En esta línea, el Papa Francisco en el año jubilar - en profunda continuidad con lo que ya había pedido Juan Pablo II en el año 2000 - indica tres acciones en particular.

La primera es –precisamente– perdonar a los países pobres las deudas que ya no pueden pagar. “No me canso de repetir - escribe Bergoglio - que la deuda externa se ha convertido en un instrumento de control, a través del cual algunos gobiernos e instituciones financieras privadas de los países más ricos no tienen escrúpulos de explotar de manera indiscriminada los recursos humanos y naturales de los países más pobres, a fin de satisfacer las exigencias de los propios mercados".

Por otra parte, se trata de una carga que hoy recae sobre los hombros de los mismos países que más tienen que afrontar las consecuencias del cambio climático causado por la falta de respeto del medio ambiente. “La deuda ecológica y la deuda externa son dos caras de una misma moneda - continúa el Papa - de esta lógica de explotación que culmina en la crisis de la deuda [12]. Pensando en este Año jubilar, invito a la comunidad internacional a emprender acciones de remisión de la deuda externa, reconociendo la existencia de una deuda ecológica entre el norte y el sur del mundo. Es un llamado a la solidaridad, pero sobre todo a la justicia".

Sin embargo, precisamente la experiencia del Jubileo del año 2000, cuando varios gobiernos respondieron a la invitación de Juan Pablo II, muestra que no es suficiente perdonar una deuda. “Para que no se trate de un acto aislado de beneficencia – explica – que lleve a correr el riesgo de desencadenar nuevamente un círculo vicioso de financiación-deuda, es necesario, al mismo tiempo, desarrollar una nueva arquitectura financiera, que lleve a la creación de un Documento financiero global, fundado en la solidaridad y la armonía entre los pueblos".

Junto a la económica, hay también otras deudas sociales que se deben "pagar". Y en este sentido se orientan las otras dos acciones sugeridas por Francisco para el año jubilar. Con vistas a "un compromiso firme para promover el respeto de la dignidad de la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural", el Papa pide "la eliminación de la pena de muerte en todas las naciones. Esta medida, en efecto, además de comprometer la inviolabilidad de la vida, destruye toda esperanza humana de perdón y de renovación".

Por último - como tercera acción - reiteró el pedido de que se utilice "al menos un porcentaje fijo del dinero empleado en los armamentos para la constitución de un Fondo mundial que elimine definitivamente el hambre y facilite en los países más pobres actividades educativas también dirigidas a promover el desarrollo sostenible, contrastando el cambio climático".

“Que el 2025 sea un año en el que crezca la paz – termina diciendo el mensaje -. Esa paz real y duradera, que no se detiene en las objeciones de los contratos o en las mesas de compromisos humanos [22]. Busquemos la verdadera paz, que es dada por Dios a un corazón desarmado: un corazón que no se empecina en calcular lo que es mío y lo que es tuyo; un corazón que disipa el egoísmo en la prontitud de ir al encuentro de los demás; un corazón que no duda en reconocerse deudor respecto a Dios y por eso está dispuesto a perdonar las deudas que oprimen al prójimo; un corazón que supera el desaliento por el futuro con la esperanza de que toda persona es un bien para este mundo".

 

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