Papa en Ecuador: la sociedad es como una familia en la que "todos contribuyen al proyecto común", y no "descarta" ninguno
Quito (AsiaNews) - Buscar el bien común mediante la promoción de la "inclusión", para superar el egoísmo y la cultura de los residuos, al tomar conciencia de que la tierra es un don de Dios que hay que "cultivar", sino también "preservar" porque los bienes son para todos, y "pesa sobre ellos una hipoteca social", que debe promover una cultura de las que, como ocurre en la familia, "todos en ella contribuyen al proyecto común" que sobre la base de una fraternidad que a nivel social se convierte en solidaridad. En el último día de su estancia en Ecuador - en la tarde partirá para Bolivia - el Papa Francisco, en dos reuniones por separado con el mundo de la cultura y la sociedad civil, señaló las líneas de construir una sociedad que está impulsado únicamente la tecnología y la economía, sino por la gratuidad, la solidaridad y la subsidiariedad.
En la primera reunión, en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (en la foto: la llegada de Francesco), que recibió 30 mil estudiantes, la intervención del Papa, así como los comentarios, fue precedida por la ejecución de una obra musical por la Orquesta Sinamune,, integrada por jóvenes con discapacidad y el síndrome de Down.
Inspirado en la parábola del sembrador Francisco señaló que desde el Génesis Dios le da al hombre no sólo su vida, le da la tierra, la creación. "Le hacer también una invitación, le da una misión. Lo invita a ser parte de su trabajo creativo y le dice, ¡cultiva! Te encomiendo la semilla, la tierra, el agua, el sol, te doy dos manos y las de tus hermanos. Esto, es tuyo también. Es un regalo, una donación, una oferta. No es algo adquirido, comprado. Nos precede y nos sucederá".
"La creación, es un don para ser compartido. Es el espacio que Dios nos da, para construir con nosotros, para construir un nosotros. El mundo, la historia, el tiempo es el lugar donde vamos construyendo ese nosotros con Dios, el nosotros con los demás, el nosotros con la tierra. Nuestra vida, siempre esconde esa invitación, una invitación más o menos consciente, que siempre permanece. Pero notemos una peculiaridad. En el relato del Génesis, junto a la palabra cultivar, inmediatamente dice otra: cuidar. Una se explica a partir de la otra. Una va de mano de la otra. No cultiva quien no cuida y no cuida quien no cultiva. No sólo estamos invitados a ser parte de la obra creadora cultivándola, haciéndola crecer, desarrollándola, sino que estamos también invitados a cuidarla, protegerla, custodiarla. Hoy esta invitación se nos impone a la fuerza. Ya no como una mera recomendación, sino como una exigencia que nace «por el daño que provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en la tierra. Hemos crecido pensado tan solo que debíamos “cultivar” que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados quizás a expoliarla… por eso entre los pobres más abandonados y maltratados está nuestra oprimida y desbastada tierra” (Enc. Laudato si’ 2).".
"“Existe una relación entre nuestra vida y la de nuestra madre la tierra. Entre nuestra existencia y el don que Dios nos dio. «El ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos, y no podemos afrontar adecuadamente la degradación humana y social si no prestamos atención a las causas que tiene que ver con la degradación humana y social» (ibid., 48) Pero así como decimos se «degradan», de la misma manera podemos decir, «se sostienen y se pueden transfigurar». Es una relación que guarda una posibilidad, tanto de apertura, de transformación, de vida como de destrucción, de muerte. Hay algo que es claro, no podemos seguir dándole la espalda a nuestra realidad, a nuestros hermanos, a nuestra madre la tierra. No nos es lícito ignorar lo que está sucediendo a nuestro alrededor como si determinadas situaciones no existiesen o no tuvieran nada que ver con nuestra realidad. No nos es lícito, más aún no es humano entrar en el juego de la cultura del descarte".
Esto se traduce en una llamada a la responsabilidad "que afecta a todos: familias, escuelas, maestros: cómo podemos ayudar a nuestros jóvenes a no identificar el grado universitario como sinónimo de mayor estatus, dinero, prestigio social. Cómo ayudar a identificar esta preparación como un signo de una mayor responsabilidad por los problemas de hoy en día, en comparación con el cuidado de los más pobres, en comparación con la protección del medio ambiente".
"No basta con realizar análisis, descripciones de la realidad; es necesario generar los ámbitos, espacios de verdadera búsqueda, debates que generen alternativas a las problemática existentes, sobre todo hoy. Ante la globalización del paradigma tecnocrático que tiende a creer «que todo incremento del poder constituye sin más un progreso, un aumento de seguridad, de utilidad, de bienestar, de energía vital, de plenitud de valores, como si la realidad, el bien y la verdad brotaran espontáneamente del mismo poder tecnológico y económico» (Laudato si’ 105), se nos pide que con urgencia nos animemos a pensar, a buscar, a discutir sobre nuestra situación actual. Sobre qué tipo de cultura queremos o pretendemos no solo para nosotros, sino para nuestros hijos, para nuestros nietos. Esta tierra, la hemos recibido como herencia, como un don, como un regalo. Qué bien nos hará preguntarnos: ¿Cómo la queremos dejar? ¿Qué orientación, qué sentido queremos imprimirle a la existencia? ¿Para qué pasamos por este mundo? ¿para qué luchamos y trabajamos? (cf. Laudato si’ 160)”.
"Muchos - concluyó - Me preguntan por qué hablo tanto de los necesitados, de los excluidos, al margen del camino. Simplemente - la respuesta del Papa - porque esta realidad y la respuesta a esa realidad están en el corazón del Evangelio"
En la segunda reunión en la iglesia de San Francisco, la más antigua de América Latina, el Papa se dirigió a los representantes de la empresa en diversos ámbitos de la cultura, la economía, el espíritu empresarial industrial y rural, el voluntariado y el deporte, así un representante de los pueblos indígenas de la Amazonía.
"Nuestra sociedad - dijo - gana cuando cada persona, cada grupo social, se siente verdaderamente de casa. En una familia, los padres, los abuelos, los hijos son de casa; ninguno está excluido. Si uno tiene una dificultad, incluso grave, aunque se la haya buscado él, los demás acuden en su ayuda, lo apoyan; su dolor es de todos. ¿No debería ser así también en la sociedad? Y, sin embargo, nuestras relaciones sociales o el juego político, muchas veces se basa en la confrontación, en el descarte. Mi posición, mi idea, mi proyecto se consolidan si soy capaz de vencer al otro, de imponerme. ¿Es ser familia eso? En las familias, todos contribuyen al proyecto común, todos trabajan por el bien común, pero sin anular al individuo; al contrario, lo sostienen, lo promueven. Las alegrías y las penas de cada uno son asumidas por todos. ¡Eso es ser familia!: si pudiéramos ver al oponente político, al vecino de casa con los mismos ojos que a los hijos, esposas o esposos, padres o madres. ¿Amamos nuestra sociedad? ¿Amamos nuestro país, la comunidad que estamos intentado construir? ¿La amamos en los conceptos disertados, en el mundo de las ideas?, ¡Amémosla en las obras más que en las palabras! En cada persona, en lo concreto, en la vida que compartimos. El amor siempre tiende a la comunicación, nunca al aislamiento".
"A partir de este afecto, irán surgiendo gestos sencillos que refuercen los vínculos personales. En varias ocasiones me he referido a la importancia de la familia como célula de la sociedad. En el ámbito familiar, las personas reciben los valores fundamentales del amor, la fraternidad y el respeto mutuo, que se traducen en valores sociales esenciales: la gratuidad, la solidaridad y la subsidiariedad.".
"Para los padres, todos sus hijos, aunque cada uno tenga su propia índole, son igual de queribles. En cambio, el niño cuando se niega a compartir lo que recibe gratuitamente de ellos, rompe esta relación. El amor de los padres lo ayuda a salir de su egoísmo para que aprenda a convivir con los demás, a ceder, para abrirse al otro. En el ámbito social esto supone asumir que la gratuidad no es complemento sino requisito necesario de la justicia. Lo que somos y tenemos nos ha sido confiado para ponerlo al servicio de los demás, nuestra tarea consiste en que fructifique en obras de bien. Los bienes están destinados a todos, y aunque uno ostente su propiedad, pesa sobre ellos una hipoteca social. Se supera así el concepto económico de justicia, basado en el principio de compraventa, con el concepto de justicia social, que defiende el derecho fundamental de la persona a una vida digna. La explotación de los recursos naturales, tan abundantes en el Ecuador, no debe buscar el beneficio inmediato. Ser administradores de esta riqueza que hemos recibido nos compromete con la sociedad en su conjunto y con las futuras generaciones, a las que no podremos legar este patrimonio sin un adecuado cuidado del medioambiente, sin una conciencia de gratuidad que brota de la contemplación del mundo creado. Nos acompañan hoy aquí, hermanos de pueblos originarios provenientes de la amazonia ecuatoriana, esa zona es de las “más ricas en variedad de especies, en especies endémicas, poco frecuentes o con menor grado de protección efectiva…Requiere un cuidado particular por su enorme importancia para el ecosistema mundial (pues tiene) una biodiversidad con una enorme complejidad, casi imposible de reconocer integralmente, pero cuando son quemadas o arrasadas para desarrollar cultivos, en pocos años se pierden innumerables especies, cuando no se convierten en áridos desiertos (cfr.LS 37-38). Ahí Ecuador – junto a los otros países con franjas amazónicas – tiene una oportunidad para ejercer la pedagogía de una ecología integral. ¡Nosotros hemos recibido como herencia de nuestros padres el mundo, pero también como préstamo de las generaciones futuras a las que se lo tenemos que devolver! "
"De la fraternidad vivida en la familia, nace la solidaridad en la sociedad, que no consiste únicamente en dar al necesitado, sino en ser responsables los unos de los otros. Si vemos en el otro a un hermano, nadie puede quedar excluido, apartado".
"Por último, el respeto del otro que se aprende en la familia se traduce en el ámbito social en la subsidiariedad. Asumir que nuestra opción no es necesariamente la única legítima es un sano ejercicio de humildad. Al reconocer lo bueno que hay en los demás, incluso con sus limitaciones, vemos la riqueza que entraña la diversidad y el valor de la complementariedad. Los hombres, los grupos tienen derecho a recorrer su camino, aunque esto a veces suponga cometer errores. En el respeto de la libertad, la sociedad civil está llamada a promover a cada persona y agente social para que pueda asumir su propio papel y contribuir desde su especificidad al bien común. El diálogo es necesario, fundamental para llegar a la verdad, que no puede ser impuesta, sino buscada con sinceridad y espíritu crítico. En una democracia participativa, cada una de las fuerzas sociales, los grupos indígenas, los afroecuatorianos, las mujeres, las agrupaciones ciudadanas y cuantos trabajan por la comunidad en los servicios públicos son protagonistas imprescindibles en este diálogo. Las paredes, patios y claustros de este lugar lo dicen con mayor elocuencia: asentado sobre elementos de la cultura incaica y caranqui, la belleza de sus proporciones y formas, el arrojo de sus diferentes estilos combinados de modo notable, las obras de arte que reciben el nombre de “escuela quiteña”, condensan un extenso diálogo, con aciertos y errores, de la historia ecuatoriana. El hoy está lleno de belleza, y si bien es cierto que en el pasado ha habido torpezas y atropellos - ¡cómo negarlo! – podemos afirmar que la amalgama irradia tanta exuberancia que nos permite mirar el futuro con mucha esperanza”.
“También la Iglesia quiere colaborar en la búsqueda del bien común, desde sus actividades sociales, educativas, promoviendo los valores éticos y espirituales, siendo un signo profético que lleve un rayo de luz y esperanza a todos, especialmente a los más necesitados”.