Papa en Colombia: “Comprometerse con mayor audacia en la formación de los discípulos misioneros”
Celebrando la misa en Medellín, Francisco dice que: “involucrarse, para alguno puede parecerle ensuciarse, mancharse”: en cambio significa crecer en audacia, en un coraje evangélico”. “La Iglesia no es una aduana, quiere tener las puertas abiertas porque el corazón de su Dios no solamente está abierto, sino traspasado por el amor que se hizo dolor”.
Medellín (AsiaNews)- “Comprometerse con mayor audacia en la formación de los discípulos misioneros”. Es el pedido que el Papa Francisco dirigió a la Iglesia en Colombia en el curso de la misa que celebró en Medellín (en la foto), segunda ciudad del país, en la cual estaban presentes, según los organizadores, más de 1 millón de personas. Es el principal centro industrial del país, símbolo por años del narcotráfico.
Pero Medellín, desde donde el Papa lanzó su pedido es también un lugar particularmente significativo en la historia de la entera Iglesia latinoamericana. Aquí, en 1968, se desarrolló la segunda asamblea del Consejo episcopal latinoamericano (CELAM). Eran los años del Concilio Vaticano II. Una asamblea que Pablo VI vino a inaugurar y Juan Pablo II evocó en su viaje a Colombia en 1963. El pedido de Francisco, además es un directo reclamo a Aparecida, donde en el año 2007 se desarrolló la quinta conferencia del episcopado sudamericano. Del documento final de esta asamblea el Card. Bergoglio fue el redactor y a éste está particularmente ligado.
De ésta viene lo que Francisco especificó hoy: “Discípulos que sepan ver, juzgar y obrar, como proponía el documento latinoamericano nacido para estas tierras”. “Discípulos misioneros que saben ver, sin miopías hereditarias; que examinan la realidad según los ojos y el corazón de Jesús y desde allí la juzgan. Y que arriesgan, obran, se comprometen”. “Involucrarse, para alguno puede parecerle ensuciarse, mancharse”: en cambio significa crecer en audacia, en un coraje evangélico”, que surge del saber que son muchos los que tienen hambre, hambre de Dios, hambre de dignidad, porque fueron despojados. Y, como cristianos, ayudarlos a saciarse de Dios; no obstaculizar o prohibir a ellos este encuentro”.
Para Francisco, por lo tanto, es importante antes que nada que el discípulo no se apegue a ciertas prácticas que nos acercan más al modo de ser de algunos fariseos de entonces que al de Jesús: estaban “paralizados” por una interpretación rigorista de la ley, subraya. Jesús no se queda en un cumplimento aparentemente «correcto», Él lleva la ley a su plenitud y por eso quiere ponernos en esa dirección, en ese estilo de seguimiento que supone ir a lo esencial, renovarse e involucrarse. Jesús enseña que la relación con Dios no puede ser un apego frío a normas y leyes, ni tampoco un cumplimiento de ciertos actos externos que no llevan a un cambio real de vida.
Lo primero, que debe plasmar la vida del discípulo es, en cambio: ir a lo esencial. No quiere decir «romper con todo» lo que no se acomoda a nosotros, porque tampoco Jesús vino «a abolir la ley, sino a llevarla a su plenitud» (Mt 5,17); es más bien ir a lo profundo, a lo que cuenta y tiene valor para la vida. Jesús enseña que la relación con Dios no puede ser un apego frío a normas y leyes, ni tampoco un cumplimiento de ciertos actos externos que no llevan a un cambio real de vida. Tampoco nuestro discipulado puede ser motivado simplemente por una costumbre, porque contamos con un certificado de bautismo, sino que debe partir de una viva experiencia de Dios y de su amor”.
“El discipulado no es algo estático, sino un continuo movimiento hacia Cristo; un permanente aprendizaje por medio de la escucha de su Palabra.
Porque: “No podemos ser cristianos que alcen continuamente el estandarte de «prohibido el paso», ni considerar que esta parcela es mía, adueñándome de algo que no es absolutamente mío. La Iglesia no es nuestra, es de Dios; Él es el dueño del templo y del sembrado; todos tienen cabida, todos son invitados a encontrar aquí y entre nosotros su alimento. Nosotros somos simples «servidores» y no podemos ser quienes impidamos ese encuentro. Al contrario, Jesús nos pide, como lo hizo a sus discípulos: «Denles ustedes de comer» (Mt 14,16); este es nuestro servicio. Bien entendió esto Pedro Claver, a quien hoy celebramos en la liturgia y que mañana veneraré en Cartagena. «Esclavo de los negros para siempre» fue su lema de vida, porque comprendió, como discípulo de Jesús, que no podía permanecer indiferente ante el sufrimiento de los más desamparados y ultrajados de su época y que tenía que hacer algo para aliviarlo”.
Al final, hablando libremente, afirmó que “la Iglesia no es una aduana quiere tener las puertas abiertas porque el corazón de su Dios no solamente está abierto, sino traspasado por el amor que se hizo dolor”. Refiriéndose luego al episodio de las bodas de Caná recordó que “¡Jesús nos manda a llamar a todos, sanos y enfermos, buenos y malos, a todos!”.
“”Este es nuestro servicio”, agregó. “Comer el pan de Dios, comer el amor de Dios, comer el pan que nos ayuda a sobrevivir”. “He venido hasta aquí justamente para confirmarlos en la fe y en la esperanza del Evangelio: manténganse firmes y libres en Cristo, de modo que lo reflejen en todo lo que hagan; asuman con todas sus fuerzas el seguimiento de Jesús, conózcanlo, déjense convocar e instruir por Él, anúncienlo con la mayor alegría. Seamos simplemente misioneros que llevemos la luz y la alegría del Evangelio a todas las gentes."