Papa a un grupo de pobres: recen por quien es rico y por quien no tiene compasión
"La Iglesia, que ama y prefiere a aquellos que Jesús ha amado y preferido, no puede estar tranquila hasta que no haya llegado a todos los que experimentan el rechazo, la exclusión y que no cuentan para nadie".
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - Recen por "tantos ricos que se visten de púrpura y festejan con grandes banquetes, sin darse cuenta de que en sus puertas hay tantos Lázaros clamando saciar su hambre con los desperdicios de su mesa. Oren también por los sacerdotes, por los levitas, que – viendo a ese hombre herido y medio muerto – pasan de largo, mirando a otra parte, porque no tienen compasión". Es la "misión" que el Papa ha confiado hoy a los participantes en una peregrinación de pobres de las diócesis francesas de la provincia de Lyon, organizada por la asociación de los Amigos del Padre Joseph Wresinski, en el centenario del nacimiento del cura que dedicó su vida a los pobres.
"Jesús - les dijo Francisco - ha querido compartir la condición de ustedes, se ha hecho, por amor, uno de ustedes: despreciado por los hombres, olvidado, uno que no cuenta para nada. Cuando sientan todo esto, no se olviden que también Jesús lo ha sentido como ustedes. Es la prueba de que son preciosos a sus ojos, y de que Él les es cercano. Ustedes están en el corazón de la Iglesia, como decía el Padre Joseph Wresinski, porque Jesús, en su vida, siempre ha dado prioridad a las personas que eran como ustedes, que vivían en situaciones semejantes. Y la Iglesia, que ama y prefiere aquellos que Jesús ha amado y preferido, no puede estar tranquila hasta que no haya llegado a todos los que experimentan el rechazo, la exclusión, y que no cuentan para nadie. En el corazón de la Iglesia, ustedes nos permiten encontrar a Jesús, porque ustedes nos hablan de Él, no tanto con palabras, sino con toda vuestra vida. Y testimonian la importancia de los pequeños gestos, que están al alcance de todos, que contribuyen a construir la paz, recordándonos que somos hermanos y que Dios es el Padre de todos nosotros. Me viene a la mente la pregunta de qué pensaría la gente al ver a María, José y Jesús en las calles, huyendo a Egipto. Eran pobres, estaban preocupados por la persecución: pero, allí, estaba Dios”.
"Queridos hermanos, les pido sobre todo conservar la valentía y, justamente en medio de sus angustias, conservar la alegría de la esperanza. Que esta llama que vive en ustedes no se apague. Porque nosotros creemos en un Dios que repara todas las injusticias, que consuela todas las penas y que sabe recompensar a cuantos mantienen la confianza en Él. A la espera de aquel día de paz y de luz, su contribución es esencial para la Iglesia y para el mundo: ustedes son testigos de Cristo, son intercesores ante Dios, que escucha de modo particular sus oraciones".
"Y, por último, me gustaría pedirles un favor; más de un favor, darles una misión: una misión que sólo ustedes, en su pobreza, serán capaces de cumplir. Es decir, Jesús, a veces, fue muy estricto y reprendió severamente a las personas que no aceptan el mensaje del Padre. Y así como Él dijo esa hermosa palabra, "bienaventurados", a los pobres, los hambrientos, los que lloran, los que son odiados y perseguidos, también ha dicho otra, ¡que dicha por El causa miedo! Dijo: '¡Ay!'. Y la dijo a los ricos, a los sabios, los que ríen ahora, a los que les gusta ser adulados, los hipócritas. Les doy la misión de orar por ellos, para que el Señor cambie sus corazones. Les pido también rezar por los culpables de su pobreza, para que se conviertan. Oren por tantos ricos que se visten de púrpura y festejan con grandes banquetes, sin darse cuenta de que en sus puertas hay tantos Lázaros clamando saciar su hambre con los desperdicios de su mesa. Oren también por los sacerdotes, por los levitas, que – viendo a aquel hombre herido y medio muerto – pasan de largo, mirando a otra parte, porque no tienen compasión. Sonrían a estas personas desde el corazón, deseen el bien y pidan a Jesús que se conviertan. Y les aseguro que, si ustedes hacen esto, habrá gran alegría en la Iglesia, en sus corazones y también en la amada Francia".
Dirigiéndose a los acompañantes del grupo, Francisco les dio las gracias por lo que hacen, "fieles a la intuición del padre Joseph Wresinski, que quería partir de la vida compartida, y no de teorías abstractas. Abstractas teorías que nos llevan a las ideologías y las ideologías nos llevan a negar que Dios se hizo carne, ¡uno de nosotros! Porque es la vida compartida con los pobres lo que nos transforma y lo que nos convierte. Y piensen en esto, ¡eh! No sólo ir al encuentro de ellos - incluso para ayudar a todo el que se avergüenza y se esconde - no sólo caminar con ellos, tratando de comprender su sufrimiento, para entrar en su desesperación; sino esforzarse por entrar en su desesperación. Pero también suscitando en torno a ellos una comunidad, restituyéndoles así una vida, una identidad, una dignidad. Y el Año de la Merced es una oportunidad para redescubrir y vivir esta dimensión de la solidaridad, de la fraternidad, de la ayuda y de sostén recíprocos".
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