Papa Francisco: el Vía Crucis de los que "cambian de dirección"
Las meditaciones escritas por el pontífice para el rito de esta noche en el Coliseo que -aún convaleciente- seguirá desde la Casa Santa Marta. «En los pasos de Jesús dejando la ciudad está nuestro éxodo hacia una nueva tierra». Entre los males del mundo a redimir, la economía regida por la fría lógica de los algoritmos, las lágrimas sólo de circunstancia sobre las tragedias, las divisiones en la Iglesia. José de Arimatea icono de la audacia de la esperanza.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - «El Vía Crucis es la oración de los que se mueven. Interrumpe nuestros caminos habituales, para que del cansancio vayamos hacia la alegría». Esta es la mirada con la que el Papa Francisco invita a recorrer el camino transmitido por la devoción popular para el Viernes Santo, en las meditaciones que ha preparado para el rito que, como cada año, se celebra esta tarde en Roma, en el sugestivo marco del Coliseo. Todavía convaleciente de la neumonía bilateral que le obligó a una larga hospitalización el mes pasado, el Pontífice no podrá estar presente en persona: seguirá desde la Casa Santa Marta este Vía Crucis transmitido a todo el mundo como cada año; presidirá en su nombre el cardenal vicario de Roma Baldo Reina. Sin embargo, en este año jubilar, la oración estará marcada por meditaciones que el propio Francisco ha preparado.
Será un Vía Crucis marcado por una idea precisa: el de Jesús hacia el Calvario es un camino que llama a cada persona a «cambiar de dirección». «En sus pasos fuera de la ciudad está nuestro éxodo hacia una nueva tierra», escribe el Papa en la introducción. Nos cuesta el camino de Jesús: en este mundo que todo lo calcula, la gratuidad tiene un alto precio. En el don, sin embargo, todo vuelve a florecer: una ciudad dividida en facciones y desgarrada por conflictos va hacia la reconciliación; una religiosidad marchita redescubre la fecundidad de las promesas de Dios; incluso un corazón de piedra puede transformarse en un corazón de carne. Sólo hay que escuchar la invitación: «¡Ven! Sígueme'. Y confiar en esa mirada de amor».
Hay muchas referencias a las heridas individuales y colectivas de hoy en el comentario de Francisco sobre la Pasión de Jesús. Sus caídas en el camino del Calvario se convierten en un recordatorio a los «constructores de Babel» de que «no se puede equivocar y quien cae está perdido» y se dan cuenta de que esa es «la obra del infierno». «La economía de Dios, en cambio, no mata, no descarta, no aplasta», mientras que el inhumano es “un mundo de cálculos y algoritmos, de lógica fría e intereses implacables”. Ante el llanto de las mujeres de Jerusalén, el Pontífice observó que «nuestra convivencia herida, en este mundo roto, necesita lágrimas sinceras, no lágrimas de circunstancia. De lo contrario, se cumplirá lo que predijeron los apocalípticos: no generamos nada y luego todo se derrumba'.
Jesús, que, cargado con la cruz, desciende con su rostro a tocar la tierra, se convierte en el manifiesto de una salvación que tiene como fundamento la misericordia. «¿Quién eres tú, Jesús -pregunta Francisco-, que también perdonas los pecados? De vuelta a la tierra, en el camino de la cruz, eres el Salvador de esta tierra nuestra. No sólo la habitamos, sino que somos modelados por ella. Tú, en la tierra, sigues moldeándonos, como un hábil alfarero».
Los soldados que comparten las vestiduras de Jesús se convierten en una llamada precisa a su Iglesia: «Si hoy te nos apareces como una vestidura desgarrada», es la oración del pontífice, «enséñanos a tejer de nuevo nuestra fraternidad, fundada en tu don». Oración pronunciada ante Cristo que ni siquiera en la cruz aparece «neutralizado». «Decides por quién estás allí», observa el Papa, «prestas atención a uno y a otro de los crucificados contigo: dejas resbalar los insultos de uno y acoges la invocación del otro. Enclavado, intercedes: te sitúas entre las partes, entre los contrarios. Y los llevas a Dios, porque tu cruz derriba muros, cancela deudas, anula juicios, establece la reconciliación. Tú eres el verdadero Jubileo. Conviértenos a ti, Jesús, que clavado todo lo puedes".
Pero en este Año Santo de la Esperanza, el Vía Crucis es también una valiosa escuela de esta virtud cristiana. Por ejemplo, a través de la figura de José de Arimatea, que pide a Pilato el cuerpo de Jesús después de su muerte. «Ocupas tu lugar entre los que todavía esperan -comenta el Pontífice-, entre los que no se resignan a pensar que la injusticia es inevitable. Tú rompes la cadena de lo ineludible, Jesús. Tú rompes los automatismos que destruyen la casa común y la fraternidad. Tú das a los que esperan tu Reino el valor de presentarse ante la autoridad: como Moisés ante el Faraón, como José de Arimatea ante Pilatos. Tú nos capacitas para la gran responsabilidad, nos haces audaces. Así, moriste y sigues reinando. Y para nosotros, Jesús, servirte es reinar».
Esperanza que hay que cultivar con paciencia incluso en el silencio de la tumba. «En un sistema que nunca se detiene», reza la meditación de la última estación, «tú vives tu sábado. Jesús, que parece dormir en el mundo tempestuoso, llévanos a todos a la paz del sábado. Entonces toda la creación se nos aparecerá muy bella y buena, destinada a la resurrección. Y será la paz sobre tu pueblo y entre todas las naciones».
02/05/2017 13:54