Papá Noel y los niños sirios que buscan en la basura para sobrevivir
El reportero gráfico Omar Sanadiki tomó una foto que se ha convertido en un símbolo de la pobreza de la población, especialmente de los más pequeños. Cuenta a AsiaNews cómo nació la imagen y habla sobre las perspectivas de un país que no saldrá pronto del túnel de la guerra y la pobreza. Los niños rebuscando en la basura es un fenómeno creciente que aprovechan los traficantes.
Milán (AsiaNews) - Una imagen que se ha convertido en "símbolo del sufrimiento" de todo un pueblo, sobre todo de los más pequeños. Forma parte de "mi trabajo como reportero gráfico enviar mensajes por medio de imágenes y hacer lo posible por ayudar"... y en este caso creo que el mensaje efectivamente ha llegado”. Son palabras de Omar Sanadiki, autor de la foto que proponemos en la portada y que, solo por esta vez, sustituye la tradicional imagen de nuestro boletín dedicado a Oriente Medio. Muestra a un niño que lleva sobre sus hombros una bolsa lleno de objetos y algunos -pocos- alimentos que acaba de recoger de la basura en un suburbio de Damasco, y mira con asombro mezclado con incredulidad a un Papa Noel que también lleva una bolsa negra sobre sus hombros, en este caso llena de pequeños objetos, juegos y golosinas que vende a bajo precio. Una imagen emblemática. Un fragmento de la realidad cotidiana actual en Siria y del drama que viven los más pequeños, mientras en el resto del mundo los niños de todas las edades esperan ansiosos la Nochebuena para recibir los tan ansiados regalos navideños.
Los niños en medio de la basura
La foto también es emblemática de un fenómeno nuevo pero creciente en Siria: personas, sobre todo niños, que revuelven en la basura. En este momento ya es casi habitual ver grupos de gente muy joven buscando entre los desechos cualquier cosa que puedan revender, reutilizar, reciclar o incluso comer. La mayoría son "delgados esqueletos" que confirman los gravísimos daños causados por la "bomba de pobreza" que desde hace tiempo denuncia la Iglesia siria y se está cobrando más víctimas que el conflicto. Es una crisis devastadora, resultado de la guerra civil, las sanciones internacionales (principalmente de Occidente), y la Caesar Act impuesta por Estados Unidos, pero también fruto de una corrupción interna que enriquece a muy pocos y pone de rodillas a toda un país. Un país que no hace muchos años era símbolo de prosperidad y convivencia.
Omar Sanadaki (foto 4) es un reportero gráfico y fotógrafo artístico que vive en Damasco. Colabora con las principales agencias internacionales y con sus fotografías y sus reportajes ha dado testimonio en los últimos años de los devastadores efectos de la guerra en la población. Sobre todo en los más pequeños, como se desprende de un largo reportaje que publicó la primavera pasada sobre los niños enfermos de cáncer. Un hombre cuyo sueño, como confesó en otra oportunidad, es que “algún día, aunque sea dentro de 50 años, mis hijas Asli y Zoya puedan mostrar mis fotos al mundo para denunciar lo que el conflicto ha hecho en nuestro país”. Entre las imágenes más famosas se encuentra la de una niña de Ghouta Oriental -un suburbio al este de Damasco que durante mucho tiempo fue un bastión rebelde y escenario de un largo asedio por parte del ejército del gobierno- que su padre lleva dormida dentro de una maleta mientras huye (foto 3).
“Cada foto cuenta una historia - explica el reportero a AsiaNews - y para hacerlo de la mejor manera posible tenemos que encontrar diferentes matices, aprovechando el momento y la oportunidad, captando incluso por casualidad un acontecimiento dramático e inesperado. Ese día, como otras veces, fui a un café ["La capital", en Bab Sharqi, en la zona de la ciudad vieja de Damasco] y empecé a observar a la gente desde la ventana. Ya había estado cinco o seis veces, pero ese día decidí por primera vez llevar mi cámara, sabiendo que algo iba a pasar”. De pronto, continúa, “pasó un Papá Noel y empecé a sacar fotos. En ese momento llegó el niño y se quedó mirándolo asombrado; al principio no vi la mirada del pequeño, después con el zoom capté en su totalidad la escena, que por otra parte y afortunadamente no fue perturbada por autos u otros vehículos que pasaban. Realmente fue una serie fortuita de coincidencias”.
Reconstruir una comunidad
Desde el día en que publiqué la foto, señala Omar Sanadaki, “he recibido muchos mensajes de personas que se han enamorado de la imagen y me preguntan cómo pueden ayudar al pequeño”. Sin embargo, la situación de ese niño es la misma que la de muchos otros en un país destruido por la guerra y sumido en la pobreza y el abandono. “Los niños son víctimas del hambre, son pobres y no hay perspectivas de que esto termine a corto plazo, entre otras cosas porque hay personas que se benefician -y los explotan- con su trabajo” de rebuscar en la basura. Y para el futuro inmediato, no hay señales de que las cosas vayan a cambiar. "No creo en líderes fuertes, terceros países o realidades que puedan ayudar a Siria y a sus niños" porque todos los actores externos "tienen sus propios intereses". Y -continúa- tampoco confío demasiado en las organizaciones no gubernamentales, cuya capacidad de acción es limitada. Tenemos que confiar en nosotros mismos, trabajando en los numerosos problemas sin resolver que nos ha dejado el conflicto. La guerra es una experiencia por la que pasan todas las naciones en el transcurso de la historia y algunas salen fortalecidas. Espero que seamos lo suficientemente fuertes como para pasar por el túnel y salir por el otro lado, olvidando estos últimos 10 años para reconstruir la nación no solo con piedras, sino comenzando primero por las personas, por la comunidad humana… No soy optimista sobre el futuro inmediato pero, inshallah, tal vez dentro de 15, 20 ó 40 años las cosas mejoren”.
La bomba de la pobreza
Actualmente en Siria cerca del 90% de la población -según datos oficiales, aunque la situación sobre el terreno podría ser mucho peor- vive en la pobreza, con menos de dos euros al día. También hay más de 6,5 millones de niños en el país árabe que necesitan ayuda humanitaria urgente -la cifra más alta desde el inicio de la guerra en marzo de 2011- y toda una generación lucha cada día denodadamente para sobrevivir. A ellos se suman los 12,4 millones que sufren, según estimaciones de la ONU, una condición diaria de "inseguridad alimentaria". Por eso el gobierno de Damasco ha decidido introducir nuevas medidas de austeridad, como la reducción temporal de las jornadas laborales de los empleados públicos y cierres adicionales para las vacaciones entre Navidad y Año Nuevo a fin de contener al máximo los gastos.
El trabajo infantil de recolección de desechos es explotado por empresarios y negociantes sin escrúpulos que compran cartón, latas, vidrio y otros residuos para reciclarlos en Turquía, alimentando un comercio cada vez más floreciente. El fenómeno está destinado a continuar si no se revierte el rumbo de un país a la deriva, donde el total de familias por debajo del umbral del hambre se acerca al 40%.
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