Pakistán: “Soy un ex imán que encontró la salvación en Cristo”
El testimonio a AsiaNews de Patras Paul, un religioso musulmán que de pronto, hace más de veinte años, estaba leyendo el Evangelio y encontró las respuestas que ya no encontraba en el Corán. La historia de las persecuciones que sufrió por esta decisión y de la difícil vida actual. Su batalla para que su nueva identidad religiosa sea reconocida en su documento de identidad.
Islamabad (AsiaNews) – De imán a discípulo de Jesús, en un camino de fe, persecución y resiliencia. El extraordinario testimonio de Patras Paul (Pedro Pablo), el nombre cristiano de esta persona que AsiaNews encontró en una localidad de Pakistán que no especificamos por obvias razones de seguridad. “Nací en 1968 en un barrio muy pobre y pertenezco a una familia sunita de firmes convicciones. En el año 2000 me convertí en Qari Imam y luego fui designado Masjid y me destinaron a diferentes ciudades del país para llevar a cabo mi servicio. Hasta 2003, cuando por primera vez tuve dudas sobre mis conocimientos y mi religión”.
“Era la semana de Eid-ul-Adha - sigue contando - y estaba leyendo la historia del sacrificio. Estaban Abraham e Ismael (en el Corán el episodio se refiere a Ismael y no a Isaac – n.d.r.), Abraham tenía los ojos cerrados y degolló a Ismael pero cuando abrió los ojos había un cordero sacrificado y no Ismael. Yo pensé: ¿de dónde salió este cordero? Este cordero es más grande que Ismael, que sacrificó su vida por él. Mi búsqueda de respuestas me llevó al Evangelio (que me había regalado un amigo), donde encontré las palabras del evangelista Juan: “Porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo unigénito” (Jn 3,16) y “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Jn 1,29). Entonces, en secreto, abracé a Jesús como mi Salvador. Comencé a leer la Biblia con gran interés y dedicaba la mayor parte de mi tiempo a esta lectura. Y comencé a rezar solo delante de Jesús”.
Un día de 2005, de pronto, los demás se enteraron de su nueva fe. “Yo era imán en una mezquita de Cachemira. Seguía en mi corazón dos religiones diferentes y le pedí a Dios que me mostrara el camino correcto de la salvación. Una noche, en un sueño, escuché una voz: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” y me entregaron el símbolo de una cruz. Ese día, en la mañana, me levanté temprano para recitar el Adhan en la mezquita. Pensé que lo estaba recitando, pero por el altavoz salió el nombre de Jesús. Uno de mis alumnos de la mezquita, que me estaba escuchando, me sacudió el hombro con fuerza y me preguntó: “¿Qué estás haciendo, maestro?”. Le respondí: “Estoy recitando el Adhan”. Pero él me dijo que no, que estaba diciendo algo diferente. Mientras tanto, algunas personas de la ciudad que estaban escuchando mi oración por el altavoz corrieron a la mezquita. Escuché una voz que me decía tres veces: “Corre, Pedro”, y salí corriendo de la mezquita. Pero me atraparon, eran cerca de veinte personas, me pegaron patadas, puñetazos y con palos. Todavía tengo las marcas de esas heridas en mi cara. Me gritaron que me había convertido en un kafir (incrédulo). Desde Cachemira me enviaron de vuelta a la madrasa de donde venía, allí mis familiares y los clérigos me llevaron a la comisaría acusándome de blasfemia. Terminé en la cárcel donde tuve que cumplir un año de reclusión".
“En la cárcel - continúa el imán que se convirtió al cristianismo - viví otro milagro: me sentí muy fuerte por dentro; yo estaba firme en mi fe en Cristo. En mi primer día en prisión me dieron la comida de la cárcel, pero la rechacé. Ese mismo día se me acercó una persona de la prisión y me preguntó mi nombre. Le dije que mi nombre era Patras Paul. Él me dijo que no me preocupara, y empezó a traerme comida fresca todos los días durante un año, y recogía mi ropa sucia y me la devolvía al día siguiente limpia y planchada. En mi barracón también había presos peligrosos, pero yo no tenía miedo de nadie, porque Jesús estaba siempre conmigo”.
“Después de un año, fue mi esposa quien apeló ante el juez, defendiendo mi inocencia. El acusador no compareció y por fin, en 2006, el juez ordenó mi libertad. Después de la absolución, mi esposa y mis seis hijos también aceptaron a Cristo; todavía no han recibido el bautismo, pero llevan una vida cristiana. Los cristianos tienen miedo de bautizar a los ex musulmanes porque no quieren arriesgar sus vidas. Después de abrazar a Cristo, tuvimos que abandonar nuestra aldea, nuestros padres, amigos y familiares, porque todos se convirtieron en enemigos”.
“Fui a muchas aldeas y barrios cristianos para pedir ayuda, comida y refugio - recuerda Patras - pero se negaron a ayudarnos porque temían que los musulmanes los atacaran. No puedo olvidar una fría noche de diciembre de esos años. Todos nosotros, mi esposa, yo y mis seis hijos pequeños no teníamos dónde cobijarnos y hacía mucho frío. No teníamos ropa adecuada para el invierno y mis hijos enfermaron de hambre y de frío. Éramos como mendigos. Pero nosotros permanecimos firmes en nuestra fe, sabíamos que Jesús nos ayudaría. Entonces llegué a este distrito, donde nos dieron una casita en un pequeño espacio de un barrio marginal; y todavía vivimos aquí”.
En realidad Patras vive en realidad en condiciones inimaginables, en un espacio destinado a los animales que cuida, a cambio de ese refugio. En esta aldea la mayoría de las personas piensan que son musulmanes. Su mayor temor es por sus tres hijas, que están creciendo y son vulnerables a conversiones forzadas y otros abusos. “Lo único que quiero es que caminen con Jesús y lleven su mensaje a los demás”.
Patras se desplaza en bicicleta a otras aldeas alejadas del lugar donde vive y predica el Evangelio de Cristo. Las familias cristianas le dan un poco de comida y una pequeña suma de dinero en agradecimiento. Cuenta que hay otras familias musulmanas que han abrazado a Cristo en secreto, pero no pueden decirlo públicamente. En 2020 fue atacado por un grupo de musulmanes que descubrieron una Biblia y un libro de oraciones cristianas en urdu en su bolso. Pero él permaneció firme en su fe. “Amo a Jesús, creo que la salvación sólo viene a través de Él”.
Ahora quiere cambiar su documento de identidad para que este refleje su identidad cristiana, para asegurarse un lugar seguro donde vivir y para asegurarse de que sus hijos tengan una educación y libertad de culto. Joseph Janssen, activista por los derechos de las minorías de la Campaña del Jubileo, está trabajando para ofrecerle ayuda. “La Constitución de Pakistán garantiza la libertad de religión”, explica Janssen a AsiaNews, “pero la realidad es muy diferente. El departamento gubernamental NADRA (National Database and Registration Authority) aplica una política oficial que niega a los musulmanes la posibilidad de cambiar su estatus religioso. En el exterior de cada oficina de NADRA hay un cartel con las leyes que aseguran que un musulmán nunca puede abandonar el Islam. Esta política contradice directamente la esencia de la libertad religiosa y los derechos humanos fundamentales”.
“Aunque Pakistán no penaliza oficialmente el abandono del Islam, los apóstatas corren un gran peligro”, añadió Jannsen. Están sujetos a ostracismo, amenazas, violencia y crímenes de honor. Además, las leyes sobre la blasfemia, que conllevan la pena de muerte, se utilizan como arma contra aquellos que abandonan abiertamente el Islam. La libertad religiosa es un derecho humano. Es hora de tomar posición a favor de aquellos que se ven obligados a practicar su fe en secreto. Pakistán debe honrar sus compromisos constitucionales y obligaciones internacionales en este tema”.
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