P. Samir: los ‘ángeles de la pandemia’ ayudan a los cristianos y musulmanes enfermos de Covid
El testimonio de un párroco del Kurdistán iraquí, donde los contagios están en aumento. El virus es "un estigma" que la gente prefiere ocultar. La "caridad cristiana", que se manifiesta en la necesidad a través de iniciativas de solidaridad. La oración como arma contra el aislamiento y el miedo que provoca la enfermedad.
Erbil (AsiaNews) - Contraer el virus "es algo así como un estigma social: antes se intentaba ocultar el cáncer" mientras que ahora, si una persona está enferma, prefiere decir que "es un tumor para ocultar el Covid-19". Este es el testimonio que compartió con AsiaNews el padre Samir Youssef, párroco de Enishke, en la diócesis de Amadiya (Kurdistán iraquí). La región asiste a una escalada de contagios en el último período. El sacerdote ha vivido la enfermedad en carne propia, al igual que su madre, que ha confiado en la oración en momentos de dificultad. Para el padre Samir, es fundamental que en medio de la necesidad se manifieste la "caridad cristiana", gracias al compromiso voluntario de decenas de jóvenes. Ellos acuden a ayudar a las familias cristianas y musulmanas que se ven obligadas a aislarse porque están infectadas.
A continuación, el testimonio del padre Samir:
En nuestras aldeas cristianas del Kurdistán iraquí hemos tenido muchos casos en el último periodo, hay familias enteras afectadas por el nuevo coronavirus y yo mismo he vivido momentos difíciles. Mi madre, Asia Sadoq, de 87 años, contrajo Covid-19, pero gracias a los cuidados de mi hermano -que es médico- y a la oración consiguió superar la enfermedad. Durante los primeros 10 días sintió un gran cansancio en todo el cuerpo, no tenía ganas de comer. Cada tres días le hacíamos análisis de sangre y comprobábamos su saturación. No le dijimos que era coronavirus, para no asustarla, porque la parte psicológica -junto con la oración- es importante para la curación. Todos los días, mi madre rezaba por los enfermos, sin saber que ella misma estaba enferma.
Aquí, donde vivimos, contraer el virus es algo así como un estigma social: antes la gente trataba de ocultar el cáncer. Ahora, si uno está enfermo, tal vez dice que es un tumor para ocultar el Covid-19. Muchas personas se infectan y esperan, no actúan, no quieren saber que lo tienen por miedo a perder su trabajo. Y esto, a pesar de que saben que pueden infectar a otros. Y también está el problema de las pruebas: en los hospitales públicos tardan mucho en hacerlas. Hacerse un test rápido o un hisopado de forma privada cuesta hasta doscientos o trescientos dólares; es demasiado para los ingresos de estas familias pobres. Mientras tanto, el virus avanza.
En estas semanas hemos necesitado encarecidamente de alguien que pudiera llevar la comida a los enfermos o a los que están en cuarentena, que acompañe a los necesitados hasta el hospital, que esté disponible para ayudar a los demás. La caridad cristiana respondió a través de los "ángeles de la pandemia", como los he apodado. Son grupos de chicos y chicas de las distintas parroquias, de 18 a 40 años, estudiantes universitarios o trabajadores. Están dispersos en distintos pueblos, y casi cuarenta de ellos son de nuestro centro pastoral de Enishke. Todos ellos me han ayudado mucho en estas semanas, con un activo servicio de voluntariado a favor de las familias cristianas, musulmanas y yazidíes necesitadas. A ellos se suman mis amigos kurdos musulmanes, que me han ayudado a llevar a los enfermos más graves a Dohuk, porque aquí en la zona no tenemos hospitales especializados para atender los cuadros más graves del virus.
Nuestros jóvenes, algunas familias adineradas que donaron dinero y ayudas, nos permitieron atender a personas que no tenían a nadie que les diera una mano. Pudimos cubrir desde consultas médicas hasta la compra de medicamentos o la entrega de alimentos. Yo mismo tuve Covid-19 y si bien fue leve, vi como estos chicos compensaron las restricciones que tuve que imponerme para no contagiar el virus. Ellos se ocuparon: visitaron a las familias y consiguieron cubrir las necesidades de todos. Es una participación activa,que se combina con la oración, porque cada semana nos reunimos en el jardín del centro parroquial para el rezo del Rosario.
Un ejemplo de la labor de estos "ángeles" es el apoyo que prestaron a un pueblo donde viven 18 familias. Todas ellas tenían uno o más miembros que habían dado positivo al coronavirus. Todos los días les llevábamos pan y agua. Los alimentos, cada tres días, para que no tuvieran que salir para comprar lo necesario. En cuanto a las escuelas, no todas han cerrado, y si lo han hecho, ha sido solo por períodos cortos, porque la enseñanza a distancia es difícil, si no imposible, y no funciona muy bien. Las familias con niños en edad escolar han recibido dinero para poder llevar a sus hijos a la escuela.
Además, desde 2011, con la llegada de los primeros refugiados sirios, la vocación de esta zona ha sido la acción, la evangelización a través de las obras, tratar de estar presentes en el ámbito social y responder a las necesidades. Respecto a las víctimas de la guerra y de las personas afectadas por el virus de forma directa o indirecta, hoy las dificultades son cada vez mayores. Muchas personas que conducen autobuses o taxis, empleados de restaurantes, trabajadores de la construcción han perdido su trabajo porque todo está cerrado debido al confinamiento y las restricciones. Hay familias numerosas, con niños y ancianos, y el dinero nunca alcanza. Luego está el tema más doloroso: las víctimas del Covid-19. Desde hace algún tiempo, todos los días tenemos un funeral de una persona fallecida a causa del virus. Soy el único sacerdote que queda, porque uno se enfermó y el otro se fue a América, y la situación es cada vez más difícil y dolorosa. Esperamos que siga llegando ayuda de todo el mundo. A pesar de la emergencia, sigue habiendo parroquias y sacerdotes que nos ayudan desde Italia, y también está la campaña lanzada por AsiaNews "Adopta un cristiano de Mosul", que ha sido fundamental y sigue dando sus frutos. Aunque las cantidades no sean grandes, cada mes podemos distribuir cestas de alimentos a 175 familias cristianas, musulmanas y yazidíes, a refugiados o personas necesitadas a causa de esta terrible pandemia.
* Párroco de Enishke, diócesis de Amadiya