15/05/2020, 13.42
SIRIA - ITALIA - ISLAM
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P. Jacques Mourad, secuestrado por los yihadistas: Silvia Romano es una ‘hermana, la abrazo en la fe’

de Dario Salvi

El sacerdote sirio pasó cinco meses en manos del ISIS, en Siria, e invita a “no juzgar” la decisión de convertirse de la colaboradora italiana. La mujer estuvo 18 meses en manos de al-Shabaab, en Somalia. En estas situaciones “un día más marca una enorme diferencia”. Frente a las amenazas, la violencia y los intentos de conversión, él se oponía, con “una sonrisa; la oración es un terreno en común”. 

 

Roma (AsiaNews) - Silvia Aisha Romano vivió una experiencia “similar a la mía”, y por eso “puede decir que me siento cerca suyo. Sin embargo, ella pasó 18 meses secuestrada, y yo, solo cinco. Y yo diría que en estos contextos, un día más marca una enorme diferencia”. Es lo que cuenta a AsiaNews el Pbro. Jacques Mourad, un sacerdote de la Iglesia sirio-católica que fue contactado por teléfono y que vive en Siria, en una localidad que pide mantener en secreto, por motivos de seguridad. Él, al igual que la colaboradora italiana, fue secuestrado por grupos yihadistas, pero aclara de inmediato que su intención no es “juzgar” la decisión de la mujer, de convertirse al islam. Si pudiera reunirme con ella, agrega, “pienso que la abrazaría como a una hermana, en la fe y en la experiencia de vida”. 

Prior del monasterio de Mar Elian (no muy distante de Mar Musa, la comunidad fundada por el Pbro. Paolo Dall’Oglio) y guía de los cristianos de Qaryatayn, cerca de Palmira, el Padre Mourad fue secuestrado por un grupo afiliado al Estado Islámico (EI, ex ISIS) en mayo del 2015. La liberación [una huída “valiente”, como él la define] fue el 10 octubre, tras varias semanas de amenazas, presiones, violencia, intentos de conversión, y una ejecución simulada. 

“A los raptores enseguida les quedó claro que yo no dudaría, que no cedería - cuenta -, gracias a la fe que me acompañó y me sostuvo. Incluso cuando me dijeron que me decapitarían, en ese momento decidí que tampoco reaccionaría. Ahí solo los miré a los ojos y esbocé una pequeña sonrisa”. “Jamás respondí a las palabras - prosigue - solo me limité a sonreír y este fue el modo de comunicar el mensaje: que no dudaría de la fe, que no me sometería al miedo”. 

Y es justamente por ello que el sacerdote no quiere juzgar el camino que recorrió y las decisiones que tomó Siliva Romano, una colaboradora internacional de origen italiano, raptada en Kenia el 20 de noviembre del 2018 y liberada a principios de mayo, tras el (probable) pago de un rescate. Se habla de casi 4 millones de euros, pero el gobierno no lo ha confirmado (ni desmentido) oficialmente. Luego de pasar 18 meses en prisión, la mujer parece gozar de buena salid; sin embargo, tras la alegría por su liberación  se desató la polémica, política y en las redes, debido a su decisión (libre, afirma resueltamente) de convertirse al islam, de mostrarse con la vestimenta tradicional musulmana y con la cabeza cubierta con un velo. 

Silvia, que se hizo rebautizar como Aisha, se encontraba trabajando en Kenia, para un proyecto supervisado por una ONG, Africa Milele, y trabajaba como maestra con los niños de la aldea de Chakama, en el condado de Kilifi. Un habitante habría señalado su presencia a la célula local del grupo yihadista somalí al-Shabaab, ligado a al-Qaeda, que organizó el secuestro. Un vocero del grupo fundamentalista anunció que el dinero del rescate sería utilizado para financiar la yihad.  

Cuando se le pregunta si Silvia Romano pudo haber sufrido “presiones”, el Padre Mourad afirma que “todo es posible”, pero lo que cuenta “no es el hecho de que se haya convertido al islam”, pues “solo Dios conoce el corazón de las personas”. “Nuestro deber - agrega - es no fingir estar shockeados o escandalizados, porque lo cierto es que nadie sabe lo que ella ha vivido, nadie conoce el sufrimiento que ella ha atravesado en su camino. Solo debemos recibir a Silvia con ternura, con el amor de Dios y de Jesús, aunque sea musulmana”.

Mujeres y hombres, los extremistas no hacen diferencias con los rehenes. Algunas personas son “más malvadas, más brutales, otras son más buenas” como él mismo experimentó en Palmira, donde “interactué con dos gemelos: uno, sanguinario: el otro, de modales suaves y sereno”. El terreno común, explica, “es el hecho de ser todos fieles, que rezan. Esto es un encuentro que va más allá de la existencia normal y que ha permitido superar la perspectiva de estar prisionero y de sus carceleros. Ambos nos dirigimos a Dios y ese es el ámbito en el que podemos encontrarnos: la oración”. 

Al recordar los momentos del secuestro y de la liberación, el Padre Mourad subraya: “La primera sensación que tuve fue el miedo”; pero no de los raptores, “sino de los otros, de la gente común, de volver a la vida”. Hoy, agrega, “veo esta experiencia como un don”, porque fue “interesante” conocer el mundo del radicalismo islámico, “que es totalmente distinto del nuestro. Un aparato militar que no está reconocido como ejército y que tampoco tiene la dignidad de los movimientos rebeldes”. La diferencia “inherente tal vez está en esta decisión de llevar adelante la guerra ‘santa’, la yihad, al extremo, secundando su locura. A pesar de ello, en su modo de actuar y de sentir hallé una explicación, si es que estamos dispuestos a analizarla. Sin embargo, el error más garrafal, es reaccionar nosotros mismos con violencia”, concluye. 

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