Otro éxodo: los trabajadores extranjeros asiáticos que huyen de Kabul
Entre la gente que abandona el país, se cuentan los migrantes y contratistas filipinos que habían encontrado empleo en Afganistán. Una presencia fácilmente identificable como cristiana. También hay quienes deciden quedarse porque no pueden perder el trabajo que mantiene a su familia en su país de origen. Primer vuelo de evacuación para los indios. Mientras tanto, llega a Kabul el Mulá Abdul Ghani Baradar.
Manila (AsiaNews) - Desde el aeropuerto de Kabul llegan dramáticas noticias que centran la atención en los occidentales y afganos en peligro, que intentan salir de Afganistán tras la toma del poder por parte de los talibanes. En estas mismas horas, sin embargo, hay otro grupo de personas que intenta hacer frente al nuevo escenario del país: un importante número de trabajadores no occidentales, en su mayoría asiáticos, que en los últimos años han emigrado a Afganistán. Fundamentalmente, con el objetivo de aprovechar las oportunidades que ofrece la presencia de los contingentes militares extranjeros y las iniciativas de reconstrucción promovidas por las organizaciones humanitarias.
Resulta emblemático el caso de Filipinas, un país que tiene trabajadores migrantes en casi todos los rincones del mundo. Cientos de filipinos llegaron a Afganistán, en su mayor parte como contratistas reclutados por el ejército estadounidense. A comienzos de este año sumaban casi 2.000, pero con el correr de los meses la cifra bajó. Cuando estalló la crisis en Kabul la semana pasada, en la embajada filipina en Pakistán -que tiene jurisdicción sobre Afganistán- se contaban 171 ciudadanos empleados en 33 compañías distintas, que van desde el área de seguridad hasta las telecomunicaciones. Algunos ya han llegado a países del Golfo gracias a las evacuaciones que organizaron las empresas donde trabajan. Un segundo grupo llegó a Londres en un puente aéreo británico. Otros cinco lograron refugiarse en la embajada de Indonesia y ya fueron trasladados a Yakarta. Según los datos más recientes publicados por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Manila, 42 filipinos siguen en Afganistán a la espera de nuevos vuelos que deberían estar disponibles en los próximos días.
Para estos ciudadanos filipinos, además del temor habitual por la suerte de los extranjeros que aún permanecen en el país, se suma otro factor: los talibanes los identifican fácilmente como católicos. Por el momento, en Kabul no parecen ser víctimas de la violencia talibán. Algunos incluso han informado a la embajada de que no quieren ser evacuados. La cadena televisiva GMA de Manila recogió el testimonio de un trabajador filipino que esperaba embarcarse: "Los que quieren quedarse lo hacen porque no tienen otra forma de mantener a sus familias, que viven en su tierra", dijo.
Otro país que está trabajando en las repatriaciones es India, cuyas empresas estaban construyendo importantes infraestructuras en Afganistán. Un primer avión de la Fuerza Aérea de Nueva Delhi despegó de Kabul con 85 ciudadanos indios a bordo. Por la mañana, causó estruendo la noticia -que resultó ser infundada- del secuestro de un grupo de otros 150 compatriotas que intentaban llegar al aeropuerto de Kabul. Las autoridades indias confirmaron que todos están libres y serán evacuados a la brevedad
Todo esto sucede mientras hoy llega a Kabul el mulá Abdul Ghani Baradar, quien en los últimos días fue señalado como el futuro líder político del país En un tuit difundido por fuentes vinculadas a los talibanes, habría declarado que el "Emirato Islámico de Afganistán quiere tener relaciones diplomáticas y comerciales con todos los países, incluido con Estados Unidos". Sin embargo, estas palabras contrastan fuertemente con las denuncias de violencia y los controles y registros puerta a puerta -a la búsqueda de activistas, periodistas y personalidades locales- en las periferias del país.
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