Obispo de Vientián: Laos, una Iglesia pobre, amada por el Papa Francisco
Entrevista a Mons. John Kamse Vithavong, Obispo de Vientián (Laos). Una iglesia marcada por la pobreza de personal y económica y por la falta de libertad de movimientos. La evangelización del grupo étnico Khmu. Es urgente construir capillas y conseguir cuadernos para los cursos de catecismo. “No necesitamos de cosas muy grandes, vistosas, imponentes… También el Señor nació en un establo”. La beatificación de los mártires laosianos.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – “La Iglesia de Laos es una Iglesia pobre. El Papa Francisco nos quiere. Y nos ha dicho: Yo también soy un obispo pobre, y voy donde están los pobres. Esto nos ha confortado”. Está conmovido y se muestra entusiasta Mons. John Kamse Vithavong, vicario apostólico de Vientián, pocos días después de la visita ad limina de los obispos de Laos y del encuentro con el Papa Francisco.
“El encuentro con el Papa –cuenta- fue el 26 de enero pasado, y fue algo muy simple. No nos dio un discurso, sino que se interesó por nosotros y nos preguntó cómo estábamos viviendo nuestra situación. Hemos escuchado mucho”.
“Los obispos de Camboya estaban con nosotros: un francés, un español, un indio. Ellos tienen una Iglesia bastante estable. Con todo lo que han vivido durante la época de los Jémeres Rojos, ahora logran tener comunidades muy activas y emprendedoras. Los camboyanos, que han sido muy probados en el pasado, hoy viven una situación bastante tranquila y tienen muchos misioneros extranjeros que trabajan allí y pueden hacer mucho. Nosotros, en cambio, tenemos una Iglesia que está en sus inicios, que es muy pobre y que no cuenta con personal extranjero”.
Mons. Kamse, de 74 años recuerda los últimos meses de 1975, aquella época llamada de “la liberación”, en la cual grupos comunistas del Pathet Lao tomaron el poder en el país. En ese entonces él acababa de ser ordenado sacerdote hacía unos pocos meses, tras haber pasado siete años en Francia y cuatro en las Filipinas.
“Nosotros mismos pedimos a los sacerdotes extranjeros que abandonaran el país. Ante todo, porque igualmente es lo que los nuevos gobernantes habrían de ordenar. Y luego, porque de este modo se evitaba una escalada de la tensión, los posibles enfrentamientos y la violencia. Todos los sacerdotes extranjeros dejaron el país, con muchas lágrimas, pero también con mucha sabiduría, Había italianos, franceses, canadienses, americanos”.
Desde entonces, la falta de curas y de personal especializado se ha convertido en una característica constante de la pequeña Iglesia de Laos. La nuestra es una Iglesia joven –continúa Mons. Kamse -: tendrá 150 años de vida. Siendo optimistas, en los cuatro vicariatos apostólicos, en su totalidad (Luang Prabang, Vientián, Savannaketh, Pakhsé) hay cerca de 50.000 católicos, que están dispersos en un gran territorio, y con diversos grupos étnicos, con lenguas y culturas diferentes. Nosotros mismos somos poco capaces de administrarla y de ayudarlos: no tenemos suficientes curas ni catequistas. Nuestros católicos, sobre todo los más jóvenes, fueron bautizados siendo pequeños, y no han podido recibir una formación completa, correcta y fuerte”.
Para ir al encuentro de los fieles se necesita un permiso del gobierno, y esto vuelve más lenta la tarea misionera. Mons. Kamse menciona a Mons. Tito Banchong Thopanhong, el obispo de Luang Prabang, que tuvo que esperar algunos años antes de poder transferirse a su vicaría.
Mons. Tito también pasó varios años en prisión, donde perdió un ojo.
“Sufrió muchísimo” comenta Mons. Kamse. “igualmente no puedo viajar por mucho tiempo. En una jornada quizás vamos a visitar a nuestros católicos dispersos en la región. Los vemos por algunas horas, intercambiamos noticias, luego rezamos y celebramos la Eucaristía, que es precedida por las confesiones. Yo también efectúo estas visitas pastorales: es un modo de servir a nuestras comunidades”.
“Nuestra pobreza –agrega- también es económica, debido a la carencia de estructuras y a la falta de fondos para construir nuevas instalaciones. En 1975, nuestras iglesias fueron tomadas por el gobierno, incluida la catedral de Vientián, que es la iglesia más importante del país, y está dedicada al Sagrado Corazón. Gracias a Dios, desde 1979 el gobierno la ha puesto a disposición, y al menos podemos utilizarla”.
“Para formar catequistas o diáconos permanentes, se requiere mucho tiempo, para organizar cursos, residencias, etc.… y no es fácil, dada nuestra escasez de personal y de medios. En nuestra pobreza, ya hemos construido tres edificios, que usamos como iglesias. Todavía necesitamos construir dos más”.
Construir capillas, lugares de encuentro, es una necesidad fuerte. No tenemos necesidad de cosas muy grandes, vistosas, imponentes… También el Señor nació en un establo. Y nosotros nos contentamos con locales sin muchas pretensiones. Recen por nosotros, porque el Señor aguarda ser amado en Laos. Siempre hay personas que nos ayudan. Con lo poco que nos donan, podemos organizar cursos, comprar cuadernos para tomar apuntes…”.
Atravesada por tantos límites, la Iglesia laosiana parece marchar a paso lento, e incluso parece casi quieta. “En realidad –dice Mons. Kamse- la Iglesia camina. Y la evangelización también marcha. Les doy un ejemplo. Yo fui nombrado obispo de Vientián en 1983. Ese mismo año, un grupo étnico, los Khmu, pidió hacerse cristiano. Fui a encontrarme con ellos, prometí ayudarlos, y tratamos de organizar lecciones de catecismo con la gente que llegaba a encontrar. Al menos 1000 personas se hicieron bautizar. Todavía sigue habiendo un gran número de ellos que desea volverse cristiano: serán cuando menos unos cien, y son muy valientes. Se trata de un grupo animista, no budista. Por su lado, el gobierno hace oídos sordos, porque ve que no entrañamos ningún peligro”.
La visita ad limina, que acaba de concluir “ha sido magnífica, gracias a este Papa. Se ve que él está atento a los pobres, a nosotros, los pobres. Y nos ha dicho: Yo también soy un obispo pobre y voy donde están los pobres. Esto nos ha confortado. Para nosotros, venir aquí es una ocasión para respirar el aire universal de la Iglesia, para visitar todos los dicasterios vaticanos, pero ha sido fundamental reunirse con este Papa. Podemos decir que la Iglesia con el Papa Francisco tiene un gran líder, tan cercano a nuestra pobreza. Yo he tenido visitas ad limina con Juan Pablo II, con Benedicto XVI y ahora con este Papa. Lo que Francisco dijo sobre las Iglesia de los pobres está cortado a medida de lo que sucede en Laos, donde quienes se convierten son los más pobres de la sociedad”.
Pregunto a Mons. Kamse qué fue lo más bello del año pasado y qué fue lo más triste.
“Lo más bello del 2016 –responde- fue la beatificación de los mártires laosianos, el 11 de diciembre pasado. Estos mártires eran franceses, italianos, pero también laosianos. Fue una ceremonia muy simple, con la presencia de un cardenal de las Filipinas, el card. Orlando Quevedo, uno de Vietnam, y varios sacerdotes y obispos de Vietnam, Tailandia, etc.
Otra cosa bella fue la evangelización de los Khmu, que continúa. Y en breve será necesario abrir otro campo, entre los Hmong, otro grupo étnico. ¿Qué ha sido lo más triste? Bueno, a causa de nuestras dificultades hay una tristeza un poco generalizada. Pero seguimos llenos de alegría. Recen por nosotros, por estas tareas”.
(En la foto: los obispo camboyanos y laosianos en una visita a la casa del PIME en Roma. Mons Kamse es el sexto de izquierda a derecha)
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