Myanmar, la vida recuperada más allá de las drogas en Myitkyina

La producción y el consumo desenfrenados de estupefacientes es la cara oculta de la crisis en la que se encuentra sumido Myanmar. En la capital del Estado de Kachin, la experiencia del centro de rehabilitación que gestiona la diócesis junto con los misioneros irlandeses de San Colombano. Las historias de aquellos que lograron salir del túnel y siembran esperanza.

Myitkyina (AsiaNews)- El cultivo y uso de drogas es una de las caras ocultas de la larga crisis de Myanmar. Y precisamente el golpe militar que se produjo en el país en 2021 y el consiguiente conflicto abierto en el que se precipitó el país han incrementado aún más la producción de sustancias estupefacientes. Pero incluso en esta situación difícil y dolorosa es posible encontrar signos de esperanza, como se puede ver muy bien en una historia que compartió en el sitio web de su congregación el p. Eamon Sheridan, sacerdote irlandés de la Sociedad Misionera de San Colombano. Es la historia de un bautismo que se entrelaza con la vida cotidiana del centro de rehabilitación de drogas que gestiona, con el apoyo del instituto misionero irlandés en Myitkyina, la diócesis de la capital del Estado de Kachin, al este de Myanmar.

Los misioneros de San Colombano trabajan en Myanmar desde 1936 y precisamente Mons. John Howe, un misionero irlandés de esta congregación, fue el primer obispo de la diócesis de Myitkyina. En la década de 1960 vinieron las expulsiones de los misioneros extranjeros decretadas por el régimen del general Ne Win, y los últimos tres misioneros de San Colombano tuvieron que abandonar el país en 1977. Sin embargo, la huella que dejaron en Myitkyina nunca desapareció, y eso se puede ver, por ejemplo , en los nombres típicamente irlandeses de Patrick o Columban que todavía están muy difundidos entre los hombres de la comunidad cristiana local.

A fines de la década de 1990 la diócesis y los misioneros irlandeses comenzaron a establecer nuevos contactos, lo que dio origen a una nueva presencia estable en Myitkyina. Y el centro de rehabilitación que se creó en 2015 es una muestra de esa amistad que no se ha interrumpido. Fundado para combatir la adicción a las drogas, acoge desde entonces a todos aquellos que quieren emprender un camino de rehabilitación. El centro está abierto a todos, pero la mayoría de los pacientes son miembros del grupo étnico cristiano de los kachin. Incluso en estos dos años extremadamente difíciles para Myanmar debido al golpe de Estado que convulsionó la vida en todo el país -sobre todo en algunas zonas donde continúa el sangriento conflicto entre el ejército y las milicias locales- este centro siguió creciendo en Myitkyina, y el año pasado abrió una sección para mujeres.

Precisamente las historias de aquellos que han pasado por el Centro son una importante semilla de renacimiento. En su testimonio, por ejemplo, el P. Sheridan cuenta que en 2017 conoció aquí a un hombre llamado Patrick, adicto crónico a la heroína. Es una plaga muy extendida aquí, porque en la zona de Myitkyina se concentra la mayor producción de este estupefaciente de todo el país.

Debido a su adicción, Patrick se había encontrado repetidamente al borde de la muerte e incluso en una oportunidad había recibido la extremaunción. Pero cuando sobrevivió, decidió hacer un cambio en su vida. El p. Sheridan lo introdujo en los 12 pasos de Narcóticos Anónimos, el programa que ofrece el Centro de Recuperación. Patrick lleva ya cinco años sin consumir. Enseña kárate a los jóvenes de su pueblo y él mismo ha obtenido el cinturón negro. “Pasó de no tener ya ninguna esperanza a ser portador de esperanza para los más jóvenes del Centro, donde trabaja como consejero y padrino de otras personas”, cuenta el p. Sheridan.

Este hombre hoy está casado y tiene dos hijos. El año pasado Patrick le pidió al p. Sheridan que bautizara a su segundo hijo y, tal como sus padres habían hecho con él, le puso a su hijo el nombre del misionero, Eamon Anthony, en agradecimiento por la ayuda que le había brindado.

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