Murió Audrey Donnithorne, amiga de la reconstrucción de la Iglesia y de China
Nacida en 1922, en China, en una familia de origen británico y anglicana, se convirtió al catolicismo en su juventud. Cursó estudios en Oxford, Londres, Australia y en 1985 se transfirió a Hong Kong, donde trabajó por la apertura económica de China al mundo y por la reconstrucción de la Iglesia, después de la Revolución Cultural. En el 2008, constituyó un fondo para las Iglesias del Sichuan, destruidas por el terremoto. Recibió la medalla “Pro Ecclesia et pro Pontifice”.
Roma (AsiaNews) – Ayer, al mediodía, en el Adventist Hospital se apagó la vida de la Prof. Audrey Donnithorne, una apasionada amiga del país y de la Iglesia en China. Tenia 97 años y era conocida por ser una economista muy competente y una infatigable tejedora de relaciones entre la Iglesia y el mundo.
Audrey nació el 27 de noviembre de 1922 en Sichuan. Hija de Vyvyan Henry y Gladys (Ingram) Donnithorne, creció en una familia de origen británico que se había establecido, primero en Australia, y luego en el sudoeste de China. Sus padres eran anglicanos, y sobre todo la madre, Gladys, será recordada por su gran labor misionera en China, luego de la Primera Guerra mundial. La hija, en cambio, se volverá católica.
En su juventud, Audrey se volcó a los estudios de economía. Primero, en la Universidad de Oxford y luego en Londres y en Australia, donde pasó a desempeñarse como profesora en la universidad nacional. Sin embargo, en sus estudios, jamás se olvidó de China. En 1985, ya retirada, se transfiere a Hong Kong, donde será miembro honorario del Centro de Estudios Asiáticos de la Universidad de la ciudad.
Audrey siempre consideró la China como su patria, el lugar donde ella “fue presentada al mundo”. Y desde Hong Kong, procuró establecer, con innumerables visitas, relaciones, estudios y amistades con personalidades chinas sacudidas por el maoísmo, que estaban despertando y se abrían al mundo. En el primer período publicó algunos libros sobre economía china que, en un momento de gran fervor reformista, se estaba encontrando con la economía internacional.
Del mismo modo, en sus viajes a su patria de origen, Sichuan, ella pudo conocer a miembros de la Iglesia que hacía pocos años había vuelto a ser libre luego del huracán de la Revolución Cultural y del retorno de los numerosos sacerdotes y obispos que habían estado en la cárcel. Ella misma siempre recordaba uno de sus primeros encuentros, el que tuvo con Mons. Paolo Deng Jizhou, el obispo de Leshan, octogenario, que había sido liberado recientemente luego de 21 años de trabajos forzaddos. A partir de estas relaciones nació su “llamada a reconstruir” la Iglesia en China. Ante todo, ayudó a los cristianos – que salían de un aislamiento de décadas - a hacerse de libros para el estudio, financiando la vida de los seminaristas, o la reconstrucción de las iglesias, luego de años de abandono forzoso.
Siendo una economista muy capaz, sugería construir las residencias cerca de las iglesias, para facilitar los vínculos y la hospitalidad entre las distintas diócesis; o bien pequeñas empresas, que permitieran alguna entrada económica a las poberísimas parroquias. Muchos de sus proyectos fueron realizados con el apoyo de Caritas Hong Kong.
Sin embargo, la labor más importante que desarrolló fue el tejido de relaciones con obispos, que a pesar de provenir de un pasado “patriótico”, y muchas veces ordenados sin el mandato de la Santa Sede, tenían un fuerte deseo de reconciliarse con el Papa. Audrey se volvió un instrumento para esta reconciliación, a tal punto que los obispos de Sichuan fueron los primeros en reconstruir la unidad entre ellos – aun hoy, divididos entre “subterráneos” y “patrióticos” – y con la Iglesia universal y el pontífice. En los años ‘90 viajé una vez con Audrey, para visitar al obispo de Leshan, Mons. Mateo Luo Duxi, y a su comunidad. En aquella época, las religiosas eran tan pobres, que las novicias debían copiar a mano los libros de cantos y oraciones, para poder hacerse de un ejemplar en el coro. En el encuentro con los obispos, Audreuy aconsejaba, ayudaba, estudiaba posibilidades educativas y económicas para las diócesis, uniendo astucia económica y una femineidad basada en la escucha y la disponibilidad.
Por su trabajo de tejedora de unidad, en 1993, la Santa Sede y la Misión de Estudio de entonces le entregaron la medalla “Pro Ecclesia et pro Pontifice (por la Iglesia y por el Papa)”.
El terremoto de Sichuan, en el 2008, fue otra ocasión para demostrar su compromiso y ayuda. Audrey, en aquél entonces sostenida por el obispo de Hong Kong, el Card. Joseph Zen, implementó un fondo para la reconstrucción de las iglesias y edificios eclesiales del Sichuan, así como de las residencias, dispensarios y asilos.
Para Audrey, China amerita un lugar importante en la comunidad internacional. Pero dicha importancia se debe a la creatividad y a la inteligencia de su pueblo, antes que al Partido Comunista Chino, del cual siempre puso en duda sus capacidades e idoneidad en materia económica.
En cuanto a la Iglesia en China, Audrey jamás quiso dividir entre “subterráneos” y “patrióticos”, entre blanco y negro, reconociendo una unidad más fuerte que las contraposiciones. Siempre trabajó por la libertad religiosa, no solo para dejar respirar a los cristianos, sino también porque la libertad de los fieles puede asegurar una fuente más - y más verdadera - de progreso en la sociedad.
03/12/2020 14:23
17/12/2016 13:14