Murió Gülen, el rostro del Islam turco, aliado y posterior enemigo número uno de Erdogan
Enfermo desde hace tiempo, falleció ayer a la edad de 83 años en su exilio en Estados Unidos. Durante décadas fue una de las figuras más influyentes del país, antes de refugiarse en Estados Unidos y ser acusado de orquestar el fallido golpe de Estado de 2016. Su movimiento contaba con una red de cientos de escuelas, incluso en el exterior. Partidario del diálogo interreligioso, en 1998 visitó a san Juan Pablo II en Roma.
Estambul (AsiaNews)- Falleció ayer a los 83 años en su exilio en Pensilvania (Estados Unidos) el predicador y erudito islámico turco Fethullah Gülen, quien durante décadas fue una de las figuras más influyentes del país y partidario del ascenso al poder del presidente Recep Tayyip Erdogan, antes de convertirse en su enemigo número uno. El distanciamiento fue cada vez más profundo y en el verano de 2016 culminó con la acusación del gobierno de Ankara de haber orquestado el intento de golpe de Estado que durante unas horas hizo tambalear las instituciones y arrojó más de una sombra sobre el futuro de la nación y de su líder. Comenzó entonces una durísima represión que lanzaron en respuesta el propio Erdogan y su partido y que condujo al arresto y la purga de decenas de miles de oficiales del ejército, funcionarios del gobierno, magistrados y miembros de instituciones acusados de ser "gulenistas”. A lo largo de los años el predicador islámico rechazó reiteradamente las acusaciones y negó cualquier tipo de participación.
Hasta el momento, las autoridades turcas no se han pronunciado oficialmente sobre la noticia de la muerte del líder político y religioso, que padecía problemas de salud desde hace tiempo.
Antes de acabar en el punto de mira del presidente Erdogan y de que lo acusaran de ser "el cerebro del (fallido) golpe de Estado de julio de 2016", Fethullah Gülen había sido uno de sus aliados más cercanos y simbolizado el regreso de la religión a la vida del país. Esta nueva línea política cambió radicalmente la impronta laica que había dado su fundador Mustafa Kemal Ataturk a la Turquía moderna, así como el orden social garantizado durante décadas por el laicismo de los militares, y desembocó en la deriva religiosa del Partido Justicia y Desarrollo (AKP) actualmente en el poder. Analistas y expertos lo consideran una de las figuras más influyentes de las últimas décadas en la cultura y el diálogo interreligioso, y el "teólogo y politólogo islámico moderno" más importante por su relación con el jefe de Estado y la decisión del exilio.
Nacido en 1941 en Erzurum, en el sureste del país, hijo de un imán, Gülen fue un gran discípulo de Said Nursi, un místico de origen kurdo fallecido en 1960 que, aunque apoyaba el Islam ortodoxo y conservador, declaraba que, como no se podía renegar de la modernidad, era necesario afrontarla. En los años '70 Gülen organizaba en Esmirna campamentos de verano donde se enseñaban los principios del Islam, lo que dio origen a la primera red de casas para estudiantes, las "casas de la luz". Tolerado todavía por el Estado, pasó luego a la construcción de las primeras escuelas, y posteriormente universidades, medios de comunicación, grupos y asociaciones que involucran a la sociedad para hacer realidad un "Islam turco moderno", en el que religión y nacionalismo estén indisolublemente entrelazados.
En 1998 el Consejo de Seguridad Nacional lo acusó y procesó por "intento de socavar el sistema laico del país" tras una "apariencia de imagen democrática y moderada". Condenado en rebeldía, para escapar de la cárcel Gülen optó por el exilio voluntario en Estados Unidos y se refugió en Filadelfia, Pensilvania, donde siguió tejiendo una red que lo convirtió en propietario de más de 300 escuelas privadas (islámicas) en Turquía. A estas se sumaron 200 en el exterior (desde Tanzania hasta China, Marruecos y Filipinas, pasando por las antiguas repúblicas soviéticas donde las minorías de habla turca son muy fuertes), un banco, canales de televisión y periódicos, un sitio web en 12 idiomas y organizaciones benéficas. Un imperio financiero valorado en miles de millones de dólares según algunas estimaciones.
El éxito del movimiento Hizmet ("El Servicio", en turco) que fundó se basa en el trabajo voluntario de miles de personas, dispuestas a difundir la educación incluso y sobre todo allí donde faltan instituciones y posibilidades económicas. Intelectuales y diplomáticos de todo el mundo han difundido las ideas de Gülen, a quien consideran un promotor de la paz y el diálogo interreligioso. En la década de 1950 Said Nursi predicaba a los musulmanes que se unieran a los cristianos para oponerse al ateísmo y él mismo buscó entrar en contacto con Pío XII y con el patriarca Atenágoras. Fethullah Gülen, siguiendo el mismo ejemplo, adoptó oficialmente posiciones a favor del diálogo interreligioso en Turquía, estableciendo vínculos con todas las Iglesias cristianas del país y manteniendo relaciones con el patriarca greco-ortodoxo Bartolomé I y el patriarca armenio Mesrob Mutafyan. Él mismo solicitó un encuentro con el Papa Juan Pablo II, que tuvo lugar en Roma en 1998, y se reunió con el gran rabino sefardí de Jerusalén, Eliyahu Baksi Doron.
En la base de discursos, enseñanzas y más de 60 libros sobre el Islam y el diálogo entre religiones se encontraba la idea de restablecer los vínculos entre Estado y religión como en la época otomana, y dar a Turquía un rol centralizador en relación con los Balcanes y las repúblicas caucásicas, con una impronta nacionalista. Su confraternidad, muy activa durante mucho tiempo incluso en la policía, parte del poder judicial y en la enseñanza privada, apoyó al AKP de Erdogan en la lucha contra el poder laico cuando ganó las elecciones por primera vez en 2002. Sin embargo, en los años posteriores la relación entre Erdogan y Gülen comenzó a deteriorarse hasta convertirse en el enemigo número uno del presidente y del establishment en el poder en Ankara.
Las autoridades lanzaron entonces una auténtica caza de brujas contra el predicador islámico y sus seguidores, que se agravó aún más tras el fallido golpe de Estado, en el que murieron 250 personas y que hizo tambalear el poder de Erdogan. Según algunas estimaciones, hay más de 77.000 personas en prisión a la espera de juicio, y, mientras tanto, los arrestos continúan. Las autoridades también suspendieron o despidieron a 150.000 funcionarios públicos o miembros del ejército. A lo largo de los años, Ankara ha solicitado en repetidas ocasiones su extradición, que siempre ha sido rechazada por Washington y ha provocado una crisis en las relaciones entre ambos países. Reiteradamente activistas y expertos han denunciado ataques selectivos contra decenas de miles de presuntos opositores, intelectuales, activistas, personalidades nacionales y extranjeras, militares y jueces, docentes, intelectuales y ciudadanos de a pie. Represiones y purgas que, desde su exilio en Estados Unidos, el propio Gülen había definido como "el signo de la traición a los valores fundacionales de la Turquía moderna".
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