Movilización militar: el complejo del migrante blanco en Asia Central
Miles de rusos huyen del llamado a las armas y se refugian en Kazajistán y Kirguistán. Tensiones con la población local, conocedores del trato discriminatorio que sufren en Rusia sus propios migrantes. Sin embargo, muchos muestran compasión por los que llegan.
Moscú (AsiaNews)- La fuga masiva de rusos de la movilización militar en dirección a los países del Cáucaso y Asia Central está mostrando una sorprendente paradoja, debido a los hábitos históricos de estas tierras. Los ex y post soviéticos siempre han sido los "migrantes trabajadores" de Rusia, a los que se trata como personas de segunda categoría y a menudo son objeto de burlas y epítetos vagamente racistas, los "negros" (černota) o los "ojos estrechos" (uzkoglazy) e incluso se les prohíbe el acceso a ciertos locales y hoteles ("se ruega no entrar a personas de aspecto asiático"). Ahora, en venganza, muchos locales kazajos o kirguises, cuelgan el cartel de "no se aceptan blancos".
En la última semana más de 50.000 rusos cruzaron las fronteras de Kazajistán pasando por las regiones "rusas" del norte, Uralsk y Petropavlovsk. En realidad muchos lugareños se muestran dispuestos a acoger a los fugitivos, mientras que otros organizan piquetes para impedir que pasen, porque “no se integran con nosotros”, “no respetan nuestra cultura” y además “no huyen de la guerra sino del reclutamiento, solo quieren salvar el pellejo".
Radio Azattyk ha recogido varios testimonios sobre el terreno para comprender el clima de estos caóticos días en Asia Central. Según Maržan, de Almaty, "estos individuos han estado sentados en el sofá comiendo maní desde febrero, y solo se movieron cuando comenzaron a dirigirse directamente a ellos... huyen a nuestro país dejando a sus esposas e hijos, tienen miedo de salir a la calle a protestar". Esta gente que llega “no traerá nada bueno para nosotros, es mejor cerrar las fronteras”.
Muchos kazajos tratan de ayudar a los rusos organizando iniciativas humanitarias para ellos pero provocando la reacción de otros, para los cuales “aquí falta trabajo y los estudiantes duermen en la calle porque no pueden pagar los alquileres, lo único que nos falta es darles casa y trabajo a los rusos”. Otros temen que “ahora vienen aquí a llorar y depués nos van a mandar los tanques porque no los hemos atendido hablando correctamente el ruso”. La llegada de los rusos ya hizo subir dramáticamente el precio de los alquileres y los alimentos, y sobre todo del alcohol.
Otro entrevistado insiste en que “los que llegan no son refugiados, no han bombardeado sus casas, sólo son cobardes, pongámoslos a todos en barcos militares rusos”. Umay, de Bishkek, explica que "los rusos que llegaron a Kirguistán se pueden dividir en dos oleadas, los primeros son los que salieron inmediatamente después de la invasión de Ucrania, en su mayoría jóvenes de orientación liberal y activistas humanitarios, que se llaman a sí mismos "reubicados" (relokanty). La segunda oleada es la de los desertores, porque no hay otra forma de llamarlos, una catástrofe que nos ha caído encima a nosotros”.
Los "reubicados" han intentado encajar de alguna manera en el nuevo contexto, pidiendo consejo a los lugareños sobre cómo comportarse y participando también en acciones conjuntas de protesta contra la guerra y la "ocupación colonial" rusa. Los "desertores" no hacen más que provocar fuertes tensiones sociales, con la mentalidad de quienes consideran a la población local "una banda de nómadas que deberían volver a sus yurtas [carpas] y dejar las casas a los blancos".
Los kazajos difunden muchas reacciones negativas a la llegada de los fugitivos rusos en las redes sociales, pero Alina, de Karaganda, asegura que "no todos somos así, hay muchos kazajos que conocen el significado de la compasión y la hospitalidad, y comprenden que si la situación fuera a la inversa, nos hubiéramos escapado todos a Rusia". Muchos acogen gratuitamente a los rusos en sus casas, superando las desconfianzas y perplejidades arraigadas en la historia y en la actualidad, y mostrando el mejor rostro de pueblos humildes y orgullosos, pero ricos en humanidad y valores espirituales.
Como dice Tamerlan, de Bishkek: "Espontáneamente, uno diría 'ustedes cocinaron esta sopa, ahora se la tienen que comer'; nosotros también tenemos nuestros problemas, nos atacan desde Tayikistán… después llegó a nuestra casa un ruso que estaba escapando, un amigo de mi madre; discutimos toda la noche y ahora empezamos a vivir juntos una nueva vida”.
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