Monseñor Audo llama a curar las heridas de la guerra de Siria con educación y derechos
Un informe de la ONU habla de decenas de miles de víctimas civiles de la violencia, y de los secuestros y abusos cometidos por el gobierno y los grupos yihadistas. Un sufrimiento "inimaginable" cometido por "todas las partes". Obispo de Alepo: hay demasiados intereses en juego para llegar a una "verdadera claridad" sobre los abusos. Los cristianos piden paz, respeto y dignidad.
Alepo (AsiaNews) - Decenas de miles de civiles desaparecieron de la nada, luego de ser secuestrados o detenidos arbitrariamente durante los 10 años de conflicto en Siria. Es lo que revela una investigación de las Naciones Unidas, según la cual miles de personas fueron torturadas o asesinadas mientras se encontraban detenidas, en medio de una violencia que puede equipararse a "crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad cometidos por todas las partes" involucradas. Las víctimas y los testigos hablan de un "sufrimiento inimaginable", que incluye violaciones de niños y niñas de tan sólo 11 años, en medio de un "trauma nacional" que debe ser abordado.
"En el país se tiende a no hablar y a pasar por alto estas violaciones, en silencio", vengan de donde vengan, porque es "un tema muy sensible y si alguien habla de ello, se juega la vida". Es lo que dice a AsiaNews Mons. Antoine Audo, obispo caldeo de Alepo y ex presidente de Cáritas Siria, al comentar el informe de la ONU; el prelado añade que "también es muy difícil encontrar pruebas que demuestren los hechos de violencia", utilizados como arma política y de propaganda.
El conflicto en Siria comenzó en marzo de 2011. En un principio, fue un levantamiento popular en el contexto de las manifestaciones callejeras de la Primavera Árabe, en las que incluso participaron algunas naciones del norte de África y del Oriente Medio. Sin embargo, el enfrentamiento interno pronto se transformó en la peor guerra del siglo XXI - procurada por potencias rivales, a la que se sumaron las derivas yihadistas, ensangrentando aún más el país. En 10 años hubo más de 400.000 víctimas, decenas de ciudades quedaron arrasadas y la mitad de la población terminó desplazada o refugiada en el exterior.
El informe de la Comisión Internacional Independiente de Investigación del Consejo de Derechos Humanos de la ONU se basa en 2.650 entrevistas con los ex prisioneros de más de cien centros de detención controlados por el gobierno o por grupos yihadistas. Las cárceles del gobierno se convirtieron en el calabozo de opositores, periodistas, activistas pro derechos humanos y manifestantes que fueron "detenidos arbitrariamente". Al mismo tiempo, los secuestros, la violencia, la privación de la libertad y la tortura también engrosaron los crímenes cometidos por las milicias armadas y yihadistas como el Estado Islámico (EI, antes Isis) y Hayat Tahrir al-Sham. Los expertos de la ONU también hablan de un número "indefinido" de personas que murieron en los centros de detención: las cifras estiman un mínimo de "decenas de miles" solo en las cárceles del gobierno, para luego ser sepultados en fosas comunes.
“A nivel regional e internacional hay demasiados intereses en juego como para poder esclarecer realmente las violaciones y los abusos", explica monseñor Audo, quien añade que "la mentalidad basada en la violencia y la venganza está muy extendida en toda la región". Se trata de un problema más amplio y los hechos deben analizarse en su conjunto y en el contexto adecuado". Quien pudo testimoniar en primera persona la historia es Jacques Mourad, un sacerdote católico sirio que a pesar de la violencia física y psicológica que sufrió, dice que sintió "compasión" por los secuestradores.
Para el obispo caldeo de Alepo, "la compasión, que proviene de la educación, del respeto a la dignidad humana, es la única manera de contrarrestar esta lógica de la violencia". Cuando las personas en el poder, o con poder, piensan que pueden actuar con impunidad y los demás deben obedecer, no se puede desarrollar una verdadera libertad de conciencia y de expresión. Este es el origen del mal más profundo", continúa el prelado. Y agrega que "los cristianos tenemos la vocación de decir la verdad con un espíritu de paz, de respeto, de dignidad".
Una misión que es posible llevar a cabo a través de la escuela, la cultura y los grupos de encuentro, que cimentan las relaciones sociales. "Como insiste el Papa Francisco -explica-, es en las relaciones personales donde puede producirse el cambio. Y éste debe abarcar a todo el mundo árabe y musulmán, que necesita estos encuentros en un marco de respeto y verdad, mientras que al mundo parece interesarle sólo la economía y la explotación". En este sentido, la Iglesia debe ayudar al mundo árabe a dialogar con la modernidad, porque ser un hombre de fe hoy significa, ante todo, saber aceptar al otro".