Mons. You: El Evangelio vence la obsesión de la competición y la disminución de los nacimientos
Para el obispo de Daejeon, la baja tasa de natalidad en el país es fruto del aliento continuo a parecer como primeros para alcanzar una mejor carrera. El trabajo fatigoso es denigrado; se aprecian sólo las ocupaciones de los cuellos blancos. En las familias se enseña a ganar siempre a los otros. “Nosotros amamos al Señor amando a los hermanos”.
Daejeon (AsiaNews)- Una sociedad en lucha por el “primer puesto”, donde el trabajo y el sudor son vistos en modo menos positivo y en la familia se enseña a ganar siempre a los otros. Para Mons. Lazzaro You Heung-sik, obispo de Daejeon y presidente de la comisión nacional de Justicia y Paz, es esta cultura el origen de la disminución de los nacimientos en Corea del Sur.
Las autoridades de Seúl viven con preocupación el calo demográfico, potencial peligro para el crecimiento económico del país. El año pasado el número de los nacimientos alcanzó su mínimo histórico, con sólo 406 mil nacimientos y una tasa de fertilidad (número de niños nacidos por mujer) se detuvo en 1,17, el más bajo de los últimos 7 años.
Entrevistado por AsiaNews, Mons. You refirma que la única respuesta para derrotar el declino de los nacimientos es “vivir según el Evangelio”, que nos enseña a coexistir como hermanos.
Para el prelado, el problema de la baja natalidad inicia en las familias, que quisieran ser “la primera escuela, donde se aprende a vivir con los otros”. Lamentablemente, ahora esto sucede cada vez menos y así esta justa formación humana se encuentra siempre menos en los jóvenes y en los niños. Es un problema bastante preocupante”.
“En cada ángulo de la sociedad coreana hay una difundida presión a la competición. Esta atmósfera social lleva a nuestros jóvenes a considerar a los otros como competidores en la lucha por la carrera”.
Los jóvenes aprecian los empleos de “cuellito blanco”, trabajo en gigantes conglomerados o las autoridades civiles; aquellos que cuestan fatiga son menos apreciados en la sociedad. En el cristianismo en cambio, todo tipo de trabnajo participa en la creación del Señor, pero en la actual sociedad coreana la dignidad del trabajo que involucra los esfuerzos del cuerpo es a menudo despreciada. A esto se agrega el problema de la desocupación, porque con el avance tecnológico hay siempre menos necesidad de obreros día tras día. Por esto, es importante evidenciar el problema del espíritu evangélico de fraternidad, para compartir lo que tenemos con las otras personas, para enfrentar este problema juntos”.
“Lamentablemente, después de la Guerra coreana (1950-1953), que destruyó todo, los coreanos han corrido hasta hoy sacrificando también diversos valores preciosos al fin de actuar el desarrollo económico, casi como una obsesión social. Ahora, nuestra sociedad está enfrentando los resultados de tal obsesión como se lo ve en la terrible disminución de los nacimientos. La Iglesia en Corea, por lo tanto, está haciendo lo mejor que puede para enseñar a nuestros jóvenes a que reconozcan a los otros no sólo como objetos de competición, sino de hermanos y hermanas con los cuales se debe caminar juntos. El mundo no es un campo de batalla, sino un lugar para vivir junto a los otros”.
“Para la Iglesia coreana, la respuesta es muy simple: vivir según el Evangelio. La Palabra de Dios nos ayuda a vivir con los otros. Nosotros amamos al Señor amando a los otros. Es importante formar a través del Evangelio. Hay que decir también que los jóvenes coreanos, al mismo tiempo tienen una gran potencialidad muy positiva. Los hemos visto en el invierno pasado, por ejemplo, en la revolución pacífica de las antorchas (las manifestaciones para pedir la dimisión de la entonces presidente Park Geun-hye). Centenares de miles de personas se encontraban en las plazas de todas las ciudades coreanas pidiendo la realización de una sociedad justa, sin ser atraídos por la tentación de expresar sus lamentaciones con la violencia. La mayor parte de los manifestantes reunidos con temperaturas cerca del cero, pertenecían a las nuevas generaciones. Además, se encuentran por todas partes del mundo jóvenes coreanos que se prestan en varios servicios para los otros, sobre todo en los países económicamente menos desarrollados. Viendo todo esto, creo que nuestros jóvenes tengan todavía, en lo profundo de sus corazones, un corazón recto, piadoso y generoso”.
“Los encuentros de catecismo para formar a los niños y a los jóvenes al Evangelio en todas las parroquias sirven a esta finalidad. Para decir la verdad, es un compromiso no fácil, desde el momento que en la sociedad el espíritu de competición es aún promovido como un valor que hay que custodiar siempre celosamente. Muchos incitan a nuestros jóvenes en la despiadada competición diciendo: Para sobrevivir o para no caer en una sociedad ´pobre, en esta jungla deben superar los exámenes, ser más competitivos en vuestro campo, ser siempre “los primeros”. Es verdad que la competición es útil y necesaria en cualquier situación, pero el hombre no fue creado para ganar a los otros, sino para amar a los otros. Esta es la verdad sobre el ser humano que el Evangelio nos enseña. De todos modos las dificultades no nos desalientan y acompañamos a los jóvenes de nuestro tiempo para que sigan el camino de la Buena Noticia, que da vida a todos y enseñan a ellos que el Señor nos quiere para ayudar, trabajar, estudiar y estar bien con los otros”.
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