Mons. Ma Daqin: el texto de su “confesión”
Con un artículo publicado en su blog, el obispo de Shanghái, quien renunciara a la Asociación Patriótica hace cuatro años, parece “confesar” su error y exalta al organismo de control de la Iglesia. Transcribimos aquí el texto casi completo de su escrito. Traducción del chino a cargo de AsiaNews.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – En los últimos días ha causado gran tumulto la “reconversión” de Mons. Tadeo Ma Daqin, que ha pasado a ser sostenedor de la Asociación patriótica china. Luego de transcurrir cuatro años sufriendo arrestos domiciliarios a causa de su decisión de irse de dicha organización, ahora, en un artículo aparecido el 12 de junio en su blog, él “confiesa” sus culpas y re-propone, para toda la Iglesia china, la importancia de “amar la patria, amar la Iglesia”, el valor de mantener una independencia de los “extranjeros” y la contribución de la Asociación Patriótica a la evangelización. Muchos comentarios estupefactos aparecidos en los medios se basan, no obstante, en tan sólo algunas frases del obispo, sacadas de contexto. Presentamos aquí el texto del artículo de Mons. Ma. En otro artículo, presentamos las reacciones chinas y vaticanas a su posición.
Hay quien se rasga las vestiduras por la “traición” de Mons. Ma, y quien se regodea porque ya lo tenía rotulado como uno de los llamados “obispos oportunistas” en connivencia con el gobierno chino. Leyendo el artículo completo del obispo de Shanghái, vale la pena destacar que en el texto se habla de “independencia” (en el gobierno y en lo personal), pero se mantiene la necesidad de una unidad con la Santa Sede y la Iglesia universal. Desde este punto de vista, la reivindicación de Mons. Ma nos parece que no va más allá de un cierto grado de autonomía, cosa que en la Iglesia está prevista para toda conferencia episcopal nacional.
Permanece el hecho de que Benedicto XVI, en su Carta a los católicos chinos (del 2007) juzga “inconciliable con la doctrina católica” los “principios de independencia y autonomía, autogestión y administración democrática de la Iglesia” (n. 7) de la AP (v. nota 36). Pero también es cierto que en la misma carta el Papa habla de la posibilidad de aceptar “el reconocimiento concedido a las autoridades civiles, a condición de que ello no comporte la negación de principios irrenunciables de la fe y de la comunión eclesiástica”. La impresión es que el artículo de Mons. Ma se mantiene en el filo de la navaja, dando espacio para la obediencia a las leyes del Estado. Al mismo tiempo, sin embargo, exalta con un estilo demasiado positivo a la AP, quizás para tratar de garantizar una mayor libertad religiosa a su comunidad de Shanghái. Sigue siendo un hecho grave su asilamiento, al punto de no poder siquiera comunicarse con él para conocer mejor qué piensa y si él ha sido el verdadero autor del texto publicado. A continuación, el artículo (casi) completo de Mons. Tadeo Ma Daqin, el quinto de una serie dedicada a la celebración de los 100 años del nacimiento de Mons. Jin Luxian, obispo de Shanghái muerto en el 2013 (traducciones del chino a cargo de AsiaNews)
Nos ha guiado por el camino del amor por la patria y por la Iglesia
Centenario del nacimiento de Mons. Jin Luxian (5)
El clero joven y los fieles de la Diócesis de Shanghái de hoy pueden aprender mucho de Mons. Jin Luxian. Obviamente, me temo que los talentos y la experiencia de vida de Mons. Jin, no podremos imitarlos. Así es la realidad. Pero sus nobles sentimientos de amor por la patria y por la Iglesia, su espíritu de entrega de vida por la causa del Señor, su actitud humilde en el ministerio episcopal, todo esto sí podemos tratar de imitarlo. No sólo podemos hacerlo, sino que debemos hacerlo, en tanto el pastor es modelo para la grey. Y las ovejas deben seguir al pastor. En el discurso por la celebración del 40mo aniversario de la fundación de la Asociación Patriótica (AP) católica de Shanghái, Mons. Jin tiene una expresión muy significativa: La misión del pastor es mantenerse apegado a la orientación de la Iglesia y manejar bien todas las relaciones complejas. Esto él siempre lo entendió claramente, en el ministerio de evangelización de la Iglesia y en el servicio a la sociedad; al mismo tiempo, trató de explorar cómo la Iglesia ha de adaptarse a la sociedad y seguir el camino más oportuno.
Actualmente existe una cierta corriente de liberalismo, tanto en la sociedad como en la Iglesia, que empuja a criticar de puro gusto y subjetivamente tanto a la sociedad como a la Iglesia, llegando incluso a utilizar palabras calumniosas, la crítica por la crítica misma, a veces con actitudes hostiles, sin tener una verdadera comprensión de los hechos…Dicha conducta, si es tenida por un miembro del partido, demuestra una carencia en el espíritu crítico, tanto para criticar como para criticarse, a la vez que una falta de realismo práctico; si es tenida por un cristiano, demuestra la falta de escucha de la enseñanza de Jesús, cuando dice ‘no juzguéis, para no ser juzgados’.
Mons. Jin jamás criticó ni reprochó a nadie; a quien lo criticaba de mala fe y llegaba incluso a calumniarlo, él respondía con una sonrisa: semejante apertura de mente y de corazón es muy noble y amerita ser aprendida.
En cuanto a la comprensión de las leyes del Estado y de la Iglesia, Mons. Jin tenía una opinión muy clara. Consideraba que tanto el espíritu evangélico como la naturaleza y la misión de la Iglesia debían vivir la enseñanza de amor que Jesús brindó a sus seguidores, y que ésta ha de ser llevada adelante en las tareas de evangelización. La Iglesia en el mundo no debía buscar poder ni privilegio alguno, sino sólo cumplir su misión evangelizadora en los modos que la sociedad y los tiempos de hoy pueden aceptar. Como consecuencia, para él, las reglamentaciones de la Iglesia han de ser observadas, pero también han de ser obedecidas las leyes de un Estado o de un lugar. Esto vale también para los cristianos, que deben volverse un modelo en esta observancia.
Históricamente, durante los períodos de unión entre Estado e Iglesia, éstas administraban la sociedad juntas, y la Iglesia gradualmente fue olvidando su propia misión sagrada, es decir, no buscar ser autoridad suprema en esta tierra, sino imitar a Jesucristo, haciéndose sierva de todos. Sólo luego de que la autoridad secular se convirtió en opositora suya, y tras haber padecido graves ataques, pudo la Iglesia darse cuenta de que el error no era de la autoridad secular, sino suyo, porque había olvidado su propia naturaleza y misión, convirtiéndose en una potencia secular y alejándose de la voluntad originaria del Señor.
Por eso, Mons. Jin frecuentemente nos aconsejaba que miráramos la historia toda vez que nos encontremos en dificultades. La Iglesia no es una realidad fija, sino dinámica y viva, que se adapta a la sociedad, a la cultura en la cual se propaga: es el espíritu evangélico. En caso de haber contrastes entre las leyes del Estado y las de la Iglesia, ha de recordarse que la Iglesia es sierva, y que debe obedecer…
En este punto, estoy plenamente de acuerdo con cuanto fe dicho en la reciente Conferencia nacional sobre el trabajo religioso: toda religión en China debe manejar positivamente cada relación: adecuarse a los tiempos y a la sociedad de hoy, manejar bien las relaciones con el gobierno, con la sociedad, con las demás religiones, con los correligionarios en el exterior y con los no creyentes, además de observar, naturalmente, las leyes del Estado.
(Síntesis: a continuación, sigue un largo párrafo sobre Mons. Jin, que primero siguió un camino equivocado, pero luego, dada la realidad de la Nueva China, se percató de su error y encontró su nueva misión en la Asociación Patriótica de Shanghái, la cual apoyó plenamente y en la cual desarrolló su rol y funciones)
Nuestra generación ha sentido la influencia de Mons. Jin de una manera importante, no sólo en lo que hace a la formación espiritual, sino también en lo que hace al trabajo de la AP. Mons. Jin siempre alentó y guió al clero para que cooperase con la AP en las parroquias, a fin de mejorar su rol en la asistencia a las necesidades locales. No fueron pocos los sacerdotes que, gracias a su aliento y apoyo, adhirieron a la AP y lograron unir, tanto en la Diócesis como en las parroquias, las causa del amor a la patria y a la Iglesia, guiando a los fieles en un camino de adaptación a los tiempos modernos y al desarrollo social. Muy tempranamente, Mons. Jin me introdujo en la AP local: en el segundo año luego de mi ordenación, Mons. Jin me recomendó entrar a la AP de Shanghái, alentándome a aprender de quienes fueron sus guías en la generación pasada. En aquel tiempo, estas personas demostraron un gran cuidado y aprecio por mí, que era un miembro de la joven generación, ofreciéndome ocasiones para el aprendizaje y la práctica. Pero entonces yo no entendía demasiado la causa de la AP. Por un período bastante largo, la AP nos dio, a mí y a otros miembros jóvenes, lecciones para crecer. Mons. Jin a menudo me pedía que hable en lugar suyo, muy especialmente en las asambleas importantes de la AP: estas ocasiones eran para mí, a la vez que una gran prueba, un entrenamiento. Así fui dándome cuenta, gradualmente, de la importancia del rol de la AP, de su naturaleza, de sus objetivos y funciones, cambiando algunas de mis opiniones originales, experimentando personalmente el sentido de amor por la patria y por la Iglesia, es decir, conducir efectivamente a las masas de fieles a adecuarse a la causa de la sociedad socialista y a contribuir a la construcción social del país.
Mientras más de adecua y ensimisma nuestra Iglesia católica, más la aprueba y acepta nuestra sociedad, y nuestra tarea de evangelización prospera. Estas son relaciones recíprocas óptimas, que producen buenos resultados. Particularmente, con el aumento de las relaciones y del trabajo, continuamos los esfuerzos de personalidades de nuestras generaciones pasadas, como han sido Gu Meiqing, Tang Guozhi, Lu Jingxiang, y también de los más recientes, como Li Wenzhi, Ma Bailing, Wang Liangquan… de quienes he aprendido mucho y que me han procurado tantos cuidados y ayuda. Incluso luego de haberme retirado, aún siguen enviándome saludos de Navidad.
Por un cierto tiempo he sufrido la ceguera de elementos extranjeros, por la cual he dicho cosas erradas y he cometido errores en relación a la AP. Tras haber reflexionado, me he dado cuenta de que han sido acciones que no son sabias. Mi conciencia no estaba tranquila, porque había hecho mal a personas que durante mucho tiempo habían cuidado de mí y me habían ayudado. Había arruinado el bienestar de la diócesis que Mons. Jin supo construir con tanto esfuerzo. Dichos errores no debían ocurrir en la Iglesia de Shanghái, en virtud de la larga tradición de amor por la patria y por la Iglesia. Por eso, en lo profundo de mi corazón no me sentía en paz, y tenía remordimientos, y esperaba tener la ocasión para remediar mis errores. Siempre he mantenido una fuerte estima por la AP de Shanghái, derivada de su rol constructivo y de su contribución al desarrollo de la Iglesia, en la puesta en acto de la política de libertad religiosa, en la puesta en marcha de las actividades religiosas y en el crecimiento del ministerio pastoral luego del lanzamiento de la apertura y de las reformas, y, en particular, en todas las grandes y pequeñas acciones bajo mi responsabilidad desde que entrara a la misma. La AP no es en absoluto como muchos la juzgan. Creo que la mayor parte del clero y de los fieles de Shanghái la apoyan y tienen confianza en ella.
En el desarrollo de la Iglesia en China la AP tiene un rol insustituible. Históricamente, hay muchos hechos que demuestran la importancia que reviste para la Iglesia. En el estadio actual de desarrollo de nuestro país, creo que su rol es esencial para la causa de evangelización de la nación; puede ejercer una función autónoma en su calidad de guía a nivel político, ayudar en los asuntos eclesiales y en los servicios sociales. Por ejemplo: como puente entre el gobierno y las masas de fieles, puede ayudar a seguir la orientación de base de la política oficial, organizar mejor las comunidades cristianas, ayudar a diócesis y parroquias en su ministerio y así compartir el amor del Señor. En Shanghái, puede coordinar las “Cuatro Guías del Carro’ (la AP local, la comisión para los asuntos eclesiales, la Asociación de los intelectuales católicos y la Diócesis) para hallar los mejores modos para evangelizar, de modo de mejorar la cooperación y la eficacia en la acción.
A partir de mi experiencia personal, debo aprender de otra cualidad de Mons. Jin, la de corregir valientemente los propios errores. Si bien Mons. Jin en una primera época siguió un camino equivocado, tras una seria reflexión se arrepintió y encontró su propia vocación: en la segunda parte de su vida, gozó de espléndidos sucesos. En estos años, también yo he estudiado los escritos de Mons. Jin, y he reflexionado sobre la experiencia misionera del P. Mateo Ricci. Reflexionando sobre mí , he tratado de corregir mis defectos y carencias. Esta larga reflexión, lejos de mis tareas cotidianas, me ha revelado mi falta de madurez, los límites en mi comprensión y en mis juicios. Toda persona debe crecer, no sólo físicamente, sino también psicológicamente y espiritualmente, en sus convicciones, visiones, modos de pensar. De jóvenes, nos hallábamos a gusto con el amor por la patria y por la Iglesia de las antiguas generaciones, pero carecíamos de las convicciones sobre el significado de una Iglesia autónoma e independiente, sobre el sentido de observar la Constitución y las leyes del Estado, así como de contribuir positivamente a fin de adecuarse a la sociedad socialista. En el himno de la vigilia pascual, cantamos el ‘Felix Culpa’: esta palabra parece darnos un latigazo pero también una esperanza: fustiga nuestros pecados y los errores [en que] hemos caído, y debemos hacer penitencia; esperanza, porque luego de haber recibido una admonición, debemos alzarnos [de] donde hemos caído, y comenzar una nueva vida.
17/06/2016 18:20
16/11/2017 13:06
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