Mons. Kikuchi: el aislamiento y la destrucción de la familia son las raíces del maltrato infantil
El arzobispo de Tokio comenta el flagelo de la violencia sobre los niños. Falta el apoyo entre los miembros de las familias. Los jóvenes crecen aislados y no son capaces de pedir ayuda. El gobierno debiera favorecer los permisos y licencias parentales, y no alentar a dejar a los niños en institutos. Falta la ayuda de la comunidad: los jóvenes progenitores está cada vez más solos. Se necesita educar en el valor de la vida, algo fundamental para la Iglesia católica japonesa.
Tokio (AsiaNews) – El aislamiento y la disgregación de las familias son los problemas más importantes que afligen a Japón, y las raíces de historias trágicas, como la de la pequeña Yua Funato. Es lo que afirma, en diálogo con AsiaNews, Mons. Tarcisio Isao Kikuchi, arzobispo de Tokio, al responder a algunas preguntas sobre el flagelo del maltrato infantil. “Estoy tremendamente triste –dice el obispo- por esta niña, a la cual nadie pudo ofrecer una mano para salvarla de tan terrible situación”.
En Japón, el problema del maltrato infantil es el producto de una crisis cada vez más grande que afecta al sistema de la familia tradicional, “que ha desaparecido de la sociedad japonesa hace ya tiempo”. Debido a esto, los mismos padres no tienen ninguna idea de lo que es sostén mutuo entre los miembros de la familia, cuando afrontan dificultades en la vida. Y como crecen en familias aisladas, ellos mismos no son capaces de pedir ayuda cuando tienen problemas en la crianza de sus hijos”. “En mucho casos, en el Japón de hoy –prosigue Mons. Kikuchi- los problemas familiares tienen su origen en la desintegración de la familia misma. Suele pasar que ambos padres se ven obligados a trabajar para sobrevivir económicamente. Actualmente, la política del gobierno es alentar a los progenitores a dejar a los hijos en institutos, incluso siendo éstos muy pequeños, para que sus padres puedan continuar trabajando. Yo creo que la prioridad debiera ser mejorar los puestos de trabajo, de modo que los padres puedan tomarse permisos o licencias con goce de sueldo mientras sus hijos crecen. Se los alienta a separarse de los niños, y las familias sólo están juntas durante las horas de sueño. Entonces, ¿cómo pueden establecerse lazos entre los miembros de la familia, de esta manera?”
“Es más –agrega el prelado-, en las grandes ciudades ya no existe más el apoyo mutuo entre las comunidades locales. No se brinda ningún tipo de ayuda comunitaria a los progenitores jóvenes que tienen problemas. Están aislados. El aislamiento es uno de los grandes problemas del Japón”. Como conclusión, Mons. Kikuchi considera que el problema es la falta de una educación moral. “En el sistema de educación pública, no hay lugar para la religión –continúa-, de esta manera, las personas no tienen muchas ocasiones de aprender sobre el significado de la vida humana y su precioso valor”. Un valor, concluye el prelado, al cual la Iglesia católica de Japón trata de dar voz.
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