Misión, vocaciones y reconstrucción después del tsunami: los desafíos pastorales de la diócesis de Niigata
Niigata (AsiaNews)- Más allá de la ayuda material, la Iglesia y los católicos "deben sobre todo, dar el propio ejemplo, el propio testimonio de vida como discípulos de Cristo. En este modo y rezando con insistencia y constancia, podrán superar las propias debilidades y alcanzar los propios objetivos". Es el sentido de la carta pastoral enviada por el obispo de Niigata, mons. Tarcisio Isao Kikuchi asus fieles en ocasión del nuevo año.
Dentro de pocas semanas, escribe en la apertura el prelado. "Será el tercer aniversario del Gran terremoto que golpeó a Japón (11 de marzo 2011). Desde el primer día de aquella tragedia, la Iglesia católica japonesa ofreció todo su apoyo a la diócesis de Sendai (que comprende las zonas más damnificadas por el sisma y por las consecuencias del tsunami-nda). La ayuda se concretizó con el compromiso de los voluntarios que han trabajado en la zona, de aquellos que han dado un apoyo logístico, de aquellos que han rezado y que han donado. Quisiera decir que el paso del tsunami es ya una historia, pero desafortunadamente es una cosa que no se puede afirmar".
Los grupos de voluntarios católicos todavía en el área, agrega, "nos envían relaciones cada día y el sentir común demuestra que el camino de la reconstrucción no será rápida. Tenemos que recordar a todos aquellos que, a causa de los incidentes acaecidos en las centrales nucleares de Fukushima, no pueden todavía volver a sus casas. Todavía mucha gente no puede ver con claridad el futuro y sufre de ansia por la propia salud y por las condiciones de vida cotidiana. Podemos sólo imaginar cuántos quisieran vivir una vida normal, ´pero que no pueden a causa de cosas que no son controlables y que no fueron provocadas por ellos".
En el curso de la audiencia general del 6 de noviembre, recuerda el prelado a sus fieles, "el Papa dijo: "Sin el amor, también los dones extraordinarios son vanos...ven aquí por qué es necesario que el amor nos una. ¡El más pequeño de nuestros gestos de amor tiene efectos buenos para todos! Por lo tanto, vivir la unidad de la Iglesia, la comunión de la caridad significa no buscar el propio interés, sino compartir los sufrimientos y las alegrías de los hermanos, listos a llevar el peso de los más débiles y pobres. Esta solidaridad fraterna no es una figura retórica, un modo de decir, sino que es parte integrante de la comunión entre los cristianos. Si la vivimos, somos signo en el mundo, nosotros somos sacramento del amor de Dios". Con una solidaridad basada en el amor fraterno, trabajamos para hacer de nuestras comunidades un signo del amor de Dios, ofreciendo nuestro servicio al otro".
Desde el punto de vista misionero, el obispo recuerda a los fieles la importancia de testimoniar al mundo la elección de ser discípulos de cristo. "Como dijimos muchas veces durante las celebraciones por el centenario de la diócesis (octubre 2012-nda), la prioridad misionera es la de proclamar el Evangelio. Cada uno de ustedes mire a sus compromisos que se asumió y encuentren la energía para cumplir la propia promesa. Roguemos a Dios que nos dé la fuerza, mientras reconocemos nuestras debilidades, poder alcanzar nuestros objetivos"
Como conclusión mons. Kikuchi apunta los reflectores sobre las vocaciones: "Las llamadas al sacerdocio están aún en un nivel peligrosamente muy bajo. Obviamente es el señor quien llama, éste no es un punto que podemos resolver nosotros solos. Sin embargo, podrían verificarse entre nuestros jóvenes casos de llamadas que no son reconocidas como tales. Continuemos rezando por las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa, de modo que los jóvenes que son llamados puedan encontrar el coraje de responder a la invitación del Señor".