Misa en Singapur: 'Sólo el amor construye'
La celebración se llevó a cabo en el Estadio Nacional ante decenas de miles de fieles. Francisco señaló la imagen de "las grandes y audaces arquitecturas" de la metrópoli para invitar a mirar la verdadera fuente de la vida y la belleza. “La inversión más rentable a los ojos de Dios somos todos nosotros: hijos amados del mismo Padre”. La referencia a san Francisco Javier, que vivió durante mucho tiempo en la península de Malaca, para recordar que fue el primero que anunció el Evangelio a los pueblos de Asia.
Singapur (AsiaNews)- “Si algo bueno existe y permanece en este mundo es sólo porque, en infinitas y variadas circunstancias, el amor ha prevalecido sobre el odio, la solidaridad sobre la indiferencia, la generosidad sobre el egoísmo. Si no fuera por eso, aquí nadie habría podido hacer crecer una metrópolis tan grande, los arquitectos no habrían hecho proyectos, los obreros no habrían trabajado y nada se habría podido realizar".
El Papa Francisco entregó hoy este mensaje a la comunidad católica de Singapur, decenas de miles de personas reunidas en el futurista complejo del Estadio Nacional para la celebración de la Misa, momento culminante de la última etapa de su viaje apostólico que lo llevó en estos días a cuatro países de Asia y Oceanía. Se refirió expresamente a "las grandes y osadas arquitecturas que contribuyen a hacer tan famosa y fascinante a Singapur", para transmitir a la comunidad católica que vive en la metrópoli la enseñanza de las palabras de san Pablo en la Primera Carta a los Corintios: "El conocimiento llena de orgullo, mientras que el amor edifica” (1Cor 8,1).
“En el origen de estas imponentes construcciones, como en el de cualquier otro proyecto que deja una huella positiva en este mundo - explicó - no está en primer lugar, como muchos piensan, el dinero o la técnica, ni siquiera la ingeniería —todos medios útiles, muy útiles—, sino que en última instancia está el amor, “el amor que construye”.
“Quizás alguno pudiera pensar que se trata de una afirmación ingenua - observó el Papa - pero si lo pensamos detenidamente, no es así. De hecho, no existe una obra buena detrás de la cual no haya personas brillantes, fuertes, ricas, creativas, pero son siempre mujeres y hombres frágiles, como nosotros, para los cuales sin el amor no hay vida, ni impulso, ni razón para actuar, ni fuerza para construir".
Por eso los grandes rascacielos, y en definitiva también las fachadas de nuestras casas o las calles por las que caminamos, "son un signo, y detrás de cada una de las obras que tenemos ante nosotros hay muchas historias de amor por descubrir. Historias de hombres y mujeres unidos entre sí en una comunidad; de ciudadanos comprometidos con su país; de madres y padres preocupados por sus familias; de profesionales y trabajadores, de todo tipo y grado, implicados sinceramente en sus diversos roles y tareas". A veces lo olvidamos, "y nos engañamos pensando que podemos, nosotros solos, ser los autores de nosotros mismos, de nuestra riqueza, de nuestro bienestar, de nuestra felicidad; pero al final - observó el Pontífice -, la vida siempre nos devuelve a una única realidad: sin amor no somos nada".
Y este amor nos remite a su raíz, a Dios mismo, "que con corazón de Padre nos deseó y nos llamó a la existencia de modo totalmente gratuito". En la ciudad de las torres altísimas y de los negocios multimillonarios, el Papa Francisco recordó hoy que "el edificio más hermoso, el tesoro más valioso, la inversión más rentable a los ojos de Dios, somos todos nosotros: hijos amados del mismo Padre, llamados a su vez a difundir el amor".
Así lo hizo María, la madre de Jesús, cuya fiesta hoy celebra la Iglesia con la advocación del Santísimo Nombre y cuya imagen se encontraba junto al altar de la celebración. En ella el amor tiene el rostro de "la ternura de una madre, que todo lo comprende y lo perdona todo, y que nunca nos abandona". Pero el Papa Francisco - que se encontraba a poca distancia de la península de Malaca, donde el santo estuvo en numerosas ocasiones - invitó también a mirar a san Francisco Javier, el gran evangelizador jesuita de Asia. Citó una carta que escribió a san Ignacio en 1544 desde Kochi, Kerala, "en la que expresa su deseo de ir a todas las universidades de su tiempo para 'gritar en todas partes como un loco a los que tienen más ciencia que caridad', para que se sientan impulsados a ser misioneros por amor a sus hermanos, diciendo desde el fondo del corazón: 'Señor, aquí estoy, ¿qué quieres que haga?'”.
La misión como "compromiso constante de escuchar y responder con prontitud a las invitaciones al amor y a la justicia, invitaciones que también hoy nos siguen llegando desde la infinita caridad de Dios", es el mensaje que el Papa Francisco ha dejado a todas las comunidades católicas de Asia en la última misa de este largo viaje por Asia y Oceanía que ya llega a su fin. Como recordó en sus palabras de agradecimiento al final de la celebración el Arzobispo de Singapur, Card. William Goh, hoy, en esta gran encrucijada, también estuvieron presentes y concelebraron obispos y cardenales provenientes de muchos rincones diferentes del continente. Lugares que aún hoy, como en tiempos de san Francisco Javier, esperan una palabra de caridad, capaz de construir nuevas maravillas en el Asia del mañana.
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