03/01/2023, 17.10
FILIPINAS
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Manila, llevar la mesa de la fraternidad a la cárcel: la misión de la hermana Zenaida Cabrera

de Alessandra De Poli

Es religiosa de las Servants of the Holy Eucharist y ha dedicado más de 20 años a los presos de Filipinas. Cuenta a AsiaNews que algo está cambiando bajo la presidencia de Marcos, pero aún es pronto para hacer un juicio definitivo. En el archipiélago la tasa de encarcelamiento es de 200 personas por cada 100.000 habitantes.

 

Milán (AsiaNews) - Algo ha cambiado en Filipinas con la llegada de Ferdinand Marcos Jr. a la presidencia, “pero todavía no podemos decir si la situación está mejorando: es demasiado pronto y no conocemos su agenda política”, cuenta a AsiaNews la hermana Zenaida Cabrera, de la congregación Servants of the Holy Eucharist (SHE) y coordinadora del programa de asistencia a los presos de Cáritas.

Después de seis años de la "guerra contra las drogas" que llevó adelante el expresidente Rodrigo Duterte, -quien, según muchos observadores, con el pretexto de luchar contra las drogas apuntó a los pobres, marginados y opositores, matando a miles de ellos y encarcelando a otros tantos- da la impresión de que la seguridad, dentro y fuera de las cárceles, está mejorando. “Observamos las nuevas políticas para ver qué colaboración puede haber con la Iglesia”, dice con cautela la hermana Zeny, como se hace llamar la religiosa. “Nuestro Ministerio de Justicia Restaurativa de Cáritas está directamente relacionado con las agencias del gobierno porque las personas a las que ayudamos están en instituciones correccionales, por lo tanto trabajamos con la policía, con el Bureau of Corrections y con el Bureau of Jail Management and Penology (BJMP)”

Según un informe de Amnesty International de 2019, hay al menos 215.000 ciudadanos en Filipinas que están en prisión, con una tasa de 200 personas encarceladas por cada 100.000 habitantes. En noviembre -solo por mencionar el último caso- se encontraron más de 170 cuerpos sin vida de prisioneros en la cárcel de New Bilibid, en Muntinlupa, al sur de Manila. En este momento el Departamento de Justicia está llevando a cabo una investigación para establecer las responsabilidades del crimen.

“Están cambiando a los funcionarios y directores de las cárceles -explica la religiosa, que trabaja en instituciones correccionales desde hace más de 20 años-. Algunos están haciendo todo lo posible para ganarse la confianza de la gente y, poco a poco, liberan a muchas personas, entre otras cosas para aliviar el hacinamiento en las prisiones".

“Pudimos reclutar como voluntarios a algunos miembros de la policía penitenciaria”, dice la hermana Zeny con alegría y satisfacción. Sin embargo, la situación aún no ha vuelto completamente a la normalidad: “Antes de la pandemia visitábamos a los presos al menos una vez por semana, brindándoles cursos de capacitación para que pudieran reintegrarse a la sociedad cuando cumplieran su condena”.

Con la llegada del Covid-19 las religiosas y los voluntarios tuvieron que interrumpir sus programas, que en algunos establecimientos todavía no se han reanudado: “Todavía no podemos entrar a los edificios de máxima seguridad, pero estamos regresando a otros complejos”. En diciembre, por ejemplo, Cáritas pudo llevar a cabo programas de apoyo alimentario en prisiones de media y baja seguridad.

La mesa de la fraternidad es un tema recurrente al que la hermana Zeny hace referencia cuando habla de su trabajo con los presos y que ha sido posible gracias al apoyo de la arquidiócesis de Manila y de las parroquias que colaboran con las hermanas de las Servants of the Holy Eucharist. La sede central de la congregación se encuentra en la diócesis de Novaliches pero trabajan en varios centros de detención: "Nuestro carisma es preparar la mesa del Señor para los presos, de acuerdo con la cultura del 'salu-salo', la tradición filipina de pasar tiempo juntos en la mesa con amigos y familiares”, dice la religiosa. “Queremos darles una segunda oportunidad para volver a la vida como reflejo de Dios. Nuestra vocación es educarlos, haciéndoles comprender que ellos también son seres humanos dignos de amor y que nosotros esperamos que puedan volver a su familia y a su comunidad como hijos de Dios”.

“Los detenidos sienten que están lejos de su ámbito natural y no tienen apoyo material ni moral”, explica la hermana Zeny. “Sufren la humillación y el rechazo de las familias y están preocupados por el futuro de sus familiares. La cárcel trae tristeza, enfermedad o muerte”.

Los programas de justicia restaurativa de Cáritas se basan en cambio en las “3R”: recuperar, rehabilitar y reintegrar. “La ayuda a los presos a menudo no entra en los presupuestos del gobierno, por eso los presos dependen de la caridad de los voluntarios y de sus propias familias, pero en la mayoría de los casos estas son muy pobres. Por eso es fundamental la ayuda de las parroquias y de los voluntarios”.

 

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