Las autoridades británicas han abierto una investigación. El cónsul general Zheng Xiyuan también habría participado en la golpiza del ciudadano originario de Hong Kong. Cada vez más países europeos critican la diplomacia de los "wolf warrior" chinos. Sin embargo, las industrias exportadoras europeas piden un enfoque pragmático.

 

Beijing (AsiaNews)- La escena de un manifestante de Hong Kong agredido por el personal del consulado chino en Manchester constituye un nuevo golpe a la imagen de la diplomacia de Beijing en Europa.

Según la policía metropolitana de la ciudad inglesa, cerca de cuarenta manifestantes se encontraban frente a la oficina consular el 16 de octubre cuando un grupo de personas salió de la misión diplomática, arrastraron a un hombre llamado Bob Chan al patio del consulado y le dieron una paliza. Algunos policías pudieron rescatarlo arrancándolo de manos de los agresores.

Londres abrió de inmediato una investigación sobre el incidente, más grave de lo que se pensó en un principio porque las imágenes mostraron luego que el cónsul general Zheng Xiyuan también había participado en la golpiza. El diplomático chino se defendió diciendo que solo intentaba proteger a sus colaboradores, acusando a los manifestantes de haber insultado a China y a su presidente.

Los manifestantes, muchos de ellos procedentes de Hong Kong, llevaban un cartel en el cual criticaban a Xi Jinping, en coincidencia con la apertura del 20º Congreso del Partido Comunista Chino que, según todas las previsiones, otorgará al líder supremo un tercer mandato en el poder.

El gobierno británico dejó en claro que la sentada de protesta era pacífica y totalmente legítima. La mayoría de los parlamentarios británicos exigen una respuesta dura de la administración Truss. No es la primera vez que en Europa se verifican excesos por parte de funcionarios chinos. El caso más llamativo ocurrió en Francia en marzo de 2021.

Sin embargo, la China de Xi no parece tener la intención abandonar la línea agresiva de los “wolf warrior”, la nueva generación de sus diplomáticos. Al margen del 20º Congreso del Partido, el viceministro de Relaciones Exteriores Ma Xhaoxu afirmó que "la diplomacia china seguirá mostrando un espíritu combativo y mejorando su capacidad de lucha, siempre preparada en primera línea para defender el interés y la dignidad nacional".

Las políticas represivas internas y la combatividad externa están empujando a cada vez más países europeos a tomar distancia de Beijing. El 18 de octubre el recién elegido primer ministro sueco expresó su preocupación por la presión militar china sobre Taiwán y afirmó que su gobierno nunca aceptará amenazas a los países democráticos.

En agosto Estonia y Letonia abandonaron el 16+1, el foro informal que reunía a China y 16 estados del centro, este y sur de Europa. Lituania abandonó el grupo de cooperación liderado por Beijing el año pasado y la República Checa está evaluando una medida similar.

El 10 de octubre la Comisión de Comercio Exterior del Parlamento de la UE dio luz verde a la adopción de un instrumento para contrarrestar actos de coerción económica por parte de un tercer país. Sin embargo la medida debe ser aprobada ahora por el Consejo Europeo. En la práctica, es una respuesta al boicot chino a las exportaciones lituanas cuando Vilnius reforzó las relaciones diplomáticas con Taiwán.

En el Viejo Continente dos almas se enfrentan por las relaciones con China. Bajo presión por las aventuras bélicas de Rusia, que en teoría es un socio estrecho de Beijing, los países escandinavos, de Europa central y del este quieren un enfoque más duro. Pero las locomotoras europeas, Alemania y Francia, están a favor de una línea más pragmática: sus industrias orientadas a la exportación consideran que Europa no puede darse el lujo de estar en desacuerdo con China al mismo tiempo que corta los lazos comerciales, financieros y energéticos con Moscú.

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