Los soldados rusos regresan de Ucrania cada vez más violentos y agresivos
Se teme una nueva ola de criminalidad, especialmente en la Rusia caucásica. Los soldados vuelven a casa sin ninguna barrera psicológica que los aleje de la violencia. El Estado se desentiende y no hace nada para rehabilitar a los que vuelven de la guerra.
Moscú (AsiaNews) - En toda Rusia, pero especialmente en el Cáucaso, se teme una nueva ola de criminalidad tras el regreso de los soldados que combatieron en Ucrania. La situación trae a la memoria el fenómeno ocurrido después de las dos guerras en Chechenia. Así lo informa Kavkaz.Realii tras realizar una encuesta entre la población. En la prensa son cada vez más frecuentes las noticias sobre casos de violencia doméstica, asesinatos por rehusar casarse, robos y violencia callejera, amenazas y asesinatos de empresarios y comerciantes.
Sergey Babinets es un abogado de la ciudad de Nizhni Nóvgorod y se desempeña como presidente de la asociación humanitaria "Equipo contra la Tortura". Él explica que "los que regresan de las acciones bélicas y se dedican al trabajo civil pueden representar una amenaza para quienes los rodean; si mataron en el campo de batalla, ya no tienen barreras psicológicas que los alejen de la violencia". En efecto, las órdenes de los comandantes son: no tener reparos a la hora de matar.
En el sur de Rusia y el Cáucaso Norte, el crecimiento de la agresividad es muy visible. En agosto, un oficial del ejército disparó a un taxista en Rostov del Don, sólo por diferencias de opinión sobre la guerra. Episodios similares terminaron en un derramamiento de sangre en Bol'šaja Martynovka y Gelendžik, no muy lejos de Rostov.
Generalmente los familiares de los soldados regresados del frente no quieren hablar con la prensa, por miedo a las reacciones de sus parientes. Algunos respondieron con nombres falsos, como Albina, de Nalčik, una pequeña ciudad de Kabardino-Balkaria, en el Cáucaso. El hermano de Albina se alistó como voluntario en la guerra de Ucrania y regresó a casa a finales de mayo. "Apenas habla de la guerra, de vez en cuando se queja de que los voluntarios no reciben suficientes armas y municiones, o de que los tanques se empantanan en el terreno, y de que la corrupción abunda en el ejército", dice Albina. Según la mujer, "ahora en la vida normal sólo busca enemigos para atacar, empezando por su propia familia... Tengo miedo de que esto empeore".
Apti, de Ingusetia, cuenta que su hermanastro regresó de Ucrania y es "como si fuera de cristal, se lo ve muy frágil y muy nervioso, siempre anda con una mascarilla aunque ya nadie la lleva y no quiere que lo fotografíen... no reacciona ante nada, pero si se pone demasiado nervioso, empieza a gritar como un loco, luego se queda inmóvil, en silencio, durante horas". El hombre no fue al frente como voluntario: las autoridades lo obligaron a enrolarse porque trabajaba para una instalación militar, y “ahora su madre procura sanarlo con agua bendita y lecturas del Corán, pero yo creo que debería consultar a un médico". El hermanastro de Apti también es objeto de fuertes críticas de personas que lo consideran demasiado cobarde o demasiado pacifista.
Nadir vive en Daguestán y uno de sus hijos volvió de la guerra con graves heridas en las piernas, pero quiere volver al frente a toda costa. "En Ucrania lo tomaron por un 'kadyrovets', un carnicero checheno a las órdenes del presidente Kadyrov, con el que no tenía nada que ver, porque los ucranianos no distinguen entre caucásicos y no quieren tomarlos como prisioneros, de modo que intentan matarlos a todos, y muchos están muertos". Nadir explica que su hijo quiere volver a la guerra: "Dice que pagan bien, pero no dejaré que vaya, sobre todo porque mi otro hijo también se alistó en el ejército”.
Karina vive en Chechenia, y desde el comienzo de la guerra ya ha enterrado a varios parientes: primero a dos tíos, y luego a algunos primos: "Sólo dos volvieron heridos, todos los demás envueltos en paños y uno dentro de un ataúd, porque su cuerpo estaba despedazado". Tuvo que dejar a su novio: él fue a luchar a Ucrania dos veces como artillero, y a su regreso se mostró cada vez más agresivo. La golpeó en varias ocasiones: "Yo estaba en una tienda y él entró borracho, quiso agarrarme delante de todos, me gritaba como si estuviera en la cárcel, y no en la vida normal". Las cámaras registraron el hecho y la policía lo castigó con una semana de arresto. Sin embargo, para las mujeres y las personas comunes y corrientes, no es fácil evitar estos riesgos, como atestiguan muchas otras historias.
La activista humanitaria Svetlana Gannuškina concluye amargamente que "el Estado no quiere asumir ninguna responsabilidad por estas situaciones, y no hace nada por la rehabilitación de los soldados que regresan del frente". Están dejando que la sociedad rusa y caucásica se precipite en la barbarie.
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