Los obispos a la policía: hay demasiadas muertes sospechosas, restablezcamos la justicia en el país
Un llamamiento firmado por el presidente de la Conferencia episcopal para responder al creciente número de muertes extra-judiciales que están ocurriendo en las Filipinas. Basta de recompensas y justicieros. Las responsabilidades que atañen a la sociedad, a menudo “cómplice silenciosa” del fenómeno.
Manila (AsiaNews) – Un llamado “a la razón y a la humanidad” dirigido a las fuerzas del orden de las Filipinas. Lo han publicado los obispos del país “perturbados por el incremento de casos en los que se ha reportado la muerte por armas de fuego de presuntos dealers y narcotraficantes, así como de otros personajes que estarían presuntamente involucrados en actividades criminales”. “La sangre que ha sido derramada –incluso la sangre de un sospechoso- “¡clama al cielo pidiendo justicia!”. A continuación, el texto completo, traducción a cargo de AsiaNews.
Llamado a la razón y a la humanidad
Hermanos y hermanas de las fuerzas de seguridad, ¡la paz esté con vosotros!
Debemos reconocer vuestra encarecida honestidad a la hora de aplicar la ley y capturar a los malhechores. Pero estamos consternados por el incremento de casos en los que se ha reportado la muerte por disparos de arma de fuego de presuntos dealers y narcotraficantes, así como de otros personajes presuntamente involucrados en actividades criminales. Dichas muertes habrían ocurrido, en teoría, por haberse resistido al arresto.
De igual manera, es perturbador ver difundirse el fenómeno de los justicieros. ¡Los medios hablan de cadáveres de personas que han sido supuestamente asesinadas, sobre los cuales se han encontrado carteles donde se lee en grandes letras el presunto crimen cometido por el muerto!
¡Apelamos a la humanidad en cada uno de nosotros!
Como obispos vuestros, queremos ofreceros algunos lineamientos:
- Una persona puede “dispara para matar” sólo en caso de legítima auto-defensa o ante la necesidad de defender a otras personas. La ley y la jurisprudencia ya han delineado exhaustivamente los elementos referidos a la defensa personal. Pero desde el punto de vista de la moral católica, es necesario sostener que vosotros, agentes de la seguridad pública, podéis “disparar para matar” sólo en tres casos: cuando haya una provocación injusta; cuando haya una amenaza real para vuestra vida o la de otras personas (y no una conjetura), cuando se dé el caso de una justa proporción entre la amenaza presentada y las armas de fuego que poseáis para responder a ella.
- Matar a un sospechoso, no importa cuán imponente haya sido el operativo de vigilancia montado sobre esta persona, no tiene justificación moral alguna. La sospecha jamás comporta una equivalencia moral con la certeza, y el castigo sólo puede ser infligido ante la certeza.
- Cuando se trata de arrestar a un sospechoso, y se corre el riesgo de que éste huya de la situación, debieran ser utilizados todos los medios no letales a disposición para detenerlo. Y si éste se viera obligado a disparar, se debería disparar, pero no para matar. Esto, en tanto y en cuanto la huida de esta persona no ponga claramente en riesgo la vida de otras personas.
- Jamás puede ser admisible, desde el punto de vista moral, recibir dinero pata matar a alguien. El cazador de recompensas que busca a un sospechoso, lo mata y luego presenta la prueba de la muerte a cambio de una recompensa, se convierte en un mercenario, un arma en alquiler. No importa si se trata de un sospechoso, incluso aunque éste haya cometido crímenes graves.
- Es deber moral de todo católico, de todo cristiano, denunciar toda forma de justicia por mano propia de la que se tenga conocimiento personal. Y por razones más importantes aún, es necesario tomar distancia y evitar toda forma de participación o cooperación con justicieros o con movimientos que busquen hacer justicia por mano propia.
Debemos combatir la criminalidad, pero…
La impunidad con la cual los delincuentes llevan adelante sus actividades subraya los defectos de nuestro sistema judicial en el ámbito penal. Pero debemos recordar que la comunidad es un pilar de este sistema, mucho más que otros componentes. Por ende, los miembros de la comunidad, y especialmente los cristianos, no debieran ser demasiados veloces a la hora de levantar un dedo acusador contra la seguridad pública, contra la magistratura o el sistema judicial. Todos nosotros debemos preguntarnos si con nuestro silencio, nuestra indiferencia, o, peor aún, con nuestros actos, no hemos tal vez contribuido a la proliferación del crimen y al aumento de las actividades delictivas.
Comprendemos las dificultades y los riesgos que los miembros de las fuerzas de seguridad pública afrontan a diario: pero la sociedad civil, y la Iglesia, confían en ellos para que pueda florecer una sociedad en donde todos gocen de la bendición del estado de derecho, guiado por instituciones justas y por leyes correctas.
Imploramos a los ministerios públicos y a los jueces, a fin de que permanezcan firmes en su consagración a la justicia: no hay insulto más grande que pueda dirigirse al Creador que usar los dones de la inteligencia, del discernimiento y del éxito propios en los estudios jurídicos para fines que son contrarios a la construcción del Reino de Cristo.
No poner a Dios a un lado
Dios no nos abandona nunca. No tenemos ningún derecho a abandonarnos, ni a abandonar a nuestros hermanos y hermanas. Jesús ha venido para restaurar la armonía del Paraíso. ¡No permitamos a nadie alzar la mano contra el hermano o la hermana, porque la sangre que es derramada –incluso la sangre del sospechoso- clama al cielo pidiendo justicia!
*arzobispo de Lingayen-Dagupan, presidente de la Conferencia episcopal filipina
25/06/2018 14:15