Los empresarios taiwaneses huyen de China: mínimo histórico de inversiones
A raíz de las tensiones políticas y las estrategias de "diversificación", el año pasado sólo el 11,4% de las inversiones extranjeras de Taipei fueron a la República Popular China. Un colapso respecto al 83,8% que se registró en 2010. La presencia china en la isla también está disminuyendo: en 2022 Beijing representaba el 34% del total de empresas extranjeras, hace sólo 10 años eran dos tercios. Una delegación de diputados estadounidenses visita Taiwán.
Taipei (AsiaNews)- Las crecientes tensiones entre Taipei y Beijing, que considera la isla "rebelde" parte de su territorio y desde hace tiempo plantea la posibilidad de una reunificación forzosa, está provocando la fuga de empresarios taiwaneses de China. El año pasado, en efecto, el volumen llegó a un mínimo histórico con el 11,4% del total de las inversiones extranjeras, según informó el Consejo de Asuntos Continentales, y contrasta con la situación del pasado, cuando los vínculos eran decididamente más estrechos. En efecto, la cifra constituye un auténtico derrumbe respecto al 83,8% que se registró en 2010 y está relacionada con la decisión de los empresarios taiwaneses de diversificar sus inversiones a nivel mundial en los últimos años, que ha tenido un éxito notable.
Entre 1991 y 2023 se realizaron 45.523 inversiones de Taiwán en China (una media de más de 1.400 por año), por un total de 206.370 millones de dólares, equivalente al 50,7% de todas las inversiones en el exterior, según datos de la Comisión de Inversiones del Ministerio de Asuntos Económicos. Considerando el monto y el porcentaje, el desplome es evidente, con "sólo" 328 inversiones registradas el año pasado por un total de 3.040 millones de dólares, una disminución del 39,8% respecto al mismo período del año anterior.
En vistas del creciente enfrentamiento entre Estados Unidos y China en diversos sectores, desde el comercio hasta la tecnología, los empresarios taiwaneses han diversificado su estrategia de inversión y han cambiado también la cadena de producción y suministro. La primera consecuencia ha sido la dramática caída de las inversiones en China en beneficio de otros países como Estados Unidos, Europa y Japón.
El colapso de las inversiones de la isla rebelde ciertamente no ayuda a la economía china, que en los últimos años ha registrado una fuerte disminución de las tasas de crecimiento. Y para 2024 se espera que la tendencia se confirme: las principales instituciones internacionales (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, S&P Global Ratings y Goldman Sachs) prevén un crecimiento que no debería superar el 4% según las estimaciones más optimistas, mientras que el de Taiwán registró un crecimiento igualmente no entusiasmante (para la zona) del +1,4%. El instituto japonés Nomura Securities Co. considera que son al menos cuatro los grandes desafíos a los que hoy se enfrenta Beijing: un consumo estancado, un mercado inmobiliario paralizado, un comercio exterior que lucha por recuperarse y una capacidad excesiva en las industrias emergentes, como los vehículos eléctricos o híbridos.
Y si los empresarios taiwaneses huyen de China, los del continente luchan por mantener sus relaciones y salvar sus negocios en la isla. Los datos oficiales correspondientes a 2022 muestran que China representó el 34% del total de empresas de todo el mundo, seguida del 31% de los países del sudeste asiático y la India, y el 13% de Estados Unidos y Europa. Si bien confirma su primacía, la cifra contrasta marcadamente con lo que ocurría hasta una década atrás, cuando Beijing acaparaba más de dos tercios de las inversiones extranjeras globales en Taiwán.
Con el paso del tiempo muchos empresarios taiwaneses han perdido la fe y las esperanzas en la economía china, sobre todo desde la llegada al poder del presidente Xi Jinping, formulando planes quinquenales de retirada progresiva de un país donde los negocios caen mientras los impuestos y el costo del trabajo aumentan. Un efecto de la fallida política de "prosperidad común" impuesta por el líder de Beijing y del enfrentamiento en curso - por ahora político y comercial - entre Beijing y Washington. Por otro lado, la economía de China enfrenta desafíos estructurales, con un gran número de edificios sin terminar en varias provincias y ciudades e inversores extranjeros que están tratando de abandonar el país. A esto se suma una grave deflación, una demanda de los consumidores que se considera insuficiente y una elevada tasa de desempleo, combinado con la decisión generalizada de ahorrar, todo lo cual confirma una débil recuperación.
Otra señal de la inversión de tendencia proviene del sector agrícola. Por primera vez el año pasado Estados Unidos superó a China como principal comprador de productos taiwaneses. Lo mismo ocurre con la electrónica, ya que los fabricantes de chips de la isla estrechan lazos con Estados Unidos en detrimento de Beijing.
En este momento de turbulencias en las relaciones entre ambos lados del Estrecho y de un creciente "puente" con Washington, comenzó hoy la visita de una delegación de diputados estadounidenses encabezada por Mike Gallagher, presidente de la Comisión para China de la Cámara de Representantes de Estados Unidos. Se trata de una comisión selecta de la Cámara Baja que tiene la tarea de analizar la competencia económica y de seguridad entre Estados Unidos y el Partido Comunista Chino (PCC). En las primeras declaraciones que hizo a su llegada, acompañado de otros cinco delegados, el parlamentario estadounidense acusó a Beijing de "intimidar" a Taipei, pero la isla ha "demostrado al mundo" que es posible "no sólo sobrevivir, sino prosperar". Durante la visita se han previsto encuentros con las máximas autoridades locales, entre ellas la presidenta saliente Tsai Ing-wen y su vice Lai Ching-te, quien ganó las elecciones del mes pasado y asumirá el cargo en mayo. La actual jefa de Estado subrayó que esta nueva visita es una muestra del "fuerte apoyo estadounidense a la democracia en Taiwán", que se ha demostrado no sólo con palabras sino también con "acciones concretas". La visita que realizó la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, en 2022 provocó la ira de Beijing, que, en respuesta, había ordenado las mayores maniobras militares de China alrededor de la isla rebelde hasta ese momento.
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