05/11/2022, 11.02
MUNDO RUSO
Enviar a un amigo

Los días de la memoria

de Stefano Caprio

Al celebrar el 4 de noviembre el turbio siglo XVII, los rusos encuentran razones para continuar la gran guerra defensiva, ahora efectivamente empantanada en el barro de finales de otoño de las zonas anexionadas. En lugar de señalar acontecimientos pasados de la gloria imperial, hubiera sido mejor no empañar otra fecha simbólica: la del 30 de octubre, día en que se recuerda a los disidentes soviéticos, ahora suprimida por las autoridades.

El 4 de noviembre, Rusia celebró su principal fiesta nacional, el Día de la Unidad del Pueblo (Den Narodnogo Edinstva), que conmemora los hechos de 1612, cuando se declaró la victoria sobre los invasores polacos y se confió el reinado del zar de Moscovia a la nueva dinastía Romanov, que sustituyó a la de los antiguos rurikíes. La retórica bélica del momento no puede dejar de subrayar un acontecimiento tan oscuro y controvertido, que se considera el final del "período turbio" en la transición entre los siglos XVI y XVII.

Ese cambio de época puso fin al sueño de la "Tercera Roma" del primer zar Iván el Terrible, que había dominado la escena durante cincuenta años de reinado, arruinándolo todo con su locura autocrática y policial, y con sus insensatas campañas bélicas a los territorios bálticos. Es una fase en muchos aspectos similar a la que vivimos hoy, después del fin del imperio soviético del siglo XX y de los 30 años de "turbidez" de la nueva Rusia de Yeltsin y Putin. Varias figuras de ese período pueden ser comparadas con ellos. Aquellos tiempos turbios antiguos se desarrollaron en torno a las contradicciones del zar-regente Boris Godunov, descendiente de la Opričnina, la guardia imperial de Iván y madre de todas las policías políticas rusas, llegando hasta la KGB o el FSB de Putin.

Godunov es una figura crucial en la historia de Rusia, al punto de haber inspirado poemas y grandes obras artísticas y musicales. Fue un dictador y un reformador, un visionario y constructor de ciudades. Pero también fue acusado de infames traiciones y abandonado por todos, hasta morir por exceso de comida y alcohol en las terrazas del Kremlin -un poco como Yeltsin y un poco como Putin ahora. Boris tuvo la intuición de elevar la sede eclesiástica moscovita al rango de patriarcado, por lo que obligó al Patriarca de Constantinopla Jeremías II a firmar el decreto de creación de la "Tercera Roma" en 1589, tras retenerlo como rehén de oro en el Kremlin durante varios meses.

Tras esta decisión, el siglo XVII ruso fue el siglo de la sinfonía entre el trono y el altar, una simbiosis de política y religión que sólo se repetiría en tonos similares en la Rusia de Putin.  Posteriormente el patriarcado fue suprimido por Pedro el Grande a principios del siglo XVIII, y la Iglesia permaneció supeditada al imperio durante los siguientes siglos zaristas y también en el periodo soviético, que restauró formalmente el papel pero no la libertad de acción de los patriarcas, reducidos al papel de "monaguillos" de Stalin y Brezhnev. Durante la época turbia, sin embargo, se exaltó primero la figura del patriarca-mártir Hermógenes, quien murió de hambre en una fortaleza a manos de los polacos invasores. Y luego surgió el fundador de la nueva dinastía zarista, aquel Fedor Romanov que había sido obligado a hacerse monje, encerrando también a su esposa en una celda, y que se vengó al asumir como patriarca, Filaret, imponiendo en el trono a su hijo Mijaíl, el primer zar de la nueva era.

Por unos veinte años, el zar-hijo permaneció subordinado al patriarca-padre, y a lo largo del siglo la situación se repitió, especialmente con el patriarca Nikon, del que el actual Kirill parece la reencarnación incluso en los rasgos faciales. Nikon pretendía ser llamado "señor y monarca" de Rusia hasta que fue destituido por el zar Aleksej, sobrino de Filaret. Antes de su muerte, Nikon intentó volver a Moscú para proclamarse "papa universal", transfiriendo los antiguos patriarcados a las provincias cercanas a Moscú. En esto fue apoyado por algunos patriarcas orientales que se encontraban en el exilio como consecuencia del Imperio Otomano.

Estos y otros son los complejos y grotescos acontecimientos que se celebran en la Rusia militante de hoy, que busca vengarse de los polacos y de Occidente -ambos han intentado por todos los medios acabar con Rusia durante todo este tiempo, según los dirigentes moscovitas. Para oponerse a los invasores, inspirados por los jesuitas de Cracovia, estaban los "ejércitos populares" del comerciante Kuzma Minin y del príncipe Dmitry Požarsky. Sus figuras quedaron inmortalizadas en el monumento situado frente a la entrada del Kremlin: con un gesto de sus brazos, señalan a los invasores el camino de regreso. Son los profetas de la resistencia rusa a todos los intentos de ocupación, desde la de los suecos del siglo XVIII a la de Napoleón, hasta la embestida de los ejércitos de Hitler, tan intensamente evocada en los últimos meses.

De modo que al celebrar la turbia memoria del siglo XVII, los rusos encuentran razones para continuar la gran guerra defensiva, ahora efectivamente empantanada en el barro de finales de otoño de las zonas anexionadas. A fuerza del sacrificio del pueblo "movilizado", resisten los intentos de reconquista de los corruptos ucranianos, herederos de los polacos y jesuitas de aquella época. En realidad, la elección de la fecha del 4 de noviembre fue bastante casual: tras el fin de la URSS se suprimió la gran fiesta del 7 de noviembre que conmemoraba la Revolución de Octubre, en una superposición de calendarios también muy simbólica, en la contradicción endémica de la historia rusa.

La proximidad de ambas fechas permitió mantener la costumbre del "feriado puente" de principios de noviembre, al que ni siquiera los rusos post soviéticos tenían intención de renunciar. En noviembre suelen caer las primeras heladas y las primeras nevadas, y la costumbre popular de saludar al incipiente invierno significa también una dinámica de muerte y resurrección. El invierno, en efecto, cubre y esconde, encierra a todos en casa y se apodera de las calles, y muchas veces no deja escapatoria a los viajeros, o simplemente a los vagabundos presos de los excesos del alcohol. La fiesta de noviembre es una despedida, mientras que la llegada de la primavera en mayo es el nuevo nacimiento, el saludo de los que vuelven de la muerte. Este año, más que nunca, el calendario tradicional coincide con los temores y los anhelos de la realidad, ante la amenaza de la catástrofe nuclear o la congelación de la guerra perenne.

Fueron los líderes de la Iglesia Ortodoxa, el entonces patriarca Aleksij y el metropolitano Kirill, quienes sugirieron la fecha "patriarcal" en los años 90. Casi como dando a entender, una vez más, que ellos eran los que se arrogaban el derecho de bendecir y maldecir todas las formas de la vida social y política. Posteriormente, la fiesta absorbió tanto las pretensiones imperiales del "zar del pueblo" -como gustaban llamarse los monarcas Romanov- como las de la "dictadura del proletariado", en la que el pueblo era educado y "movilizado" por el partido. Todavía hoy, el Patriarca Kirill ruge contra la degradación moral occidental, a la que sólo la verdadera ortodoxia rusa es capaz de resistir. Y así como antaño se levantó el icono milagroso de Nuestra Señora de Kazán contra los polacos, hoy se muestra al pueblo el icono de la Santísima Trinidad, arrancado del Museo de la Galería Tretyakov de Moscú para recordar la "unidad divina" del trono, el altar y el ejército.

Sin embargo, es precisamente la memoria la vía para la redención y la paz, como sugieren estos días las celebraciones católicas de Todos los Santos y los Difuntos. En lugar de señalar acontecimientos pasados de la gloria imperial, hubiera sido mejor no empañar otra fecha simbólica, la del 30 de octubre, cuando solía conmemorarse el Día de la Memoria de las Víctimas de la Represión Política, instituido en la Rusia de Yeltsin en 1991. En esa fecha se recordaba a los disidentes soviéticos, pero ahora fue suprimida por la autoridad del nuevo régimen dictatorial, que además de Ucrania, este año ha exterminado todas las voces alternativas, suprimiendo incluso la asociación Memorial que era el instrumento y  voz de los disidentes. Fue el líder de la disidencia y Premio Nobel de la Paz Andrei Sájarov quien inspiró esta memoria, cuando el 30 de octubre de 1974 organizó una conferencia de prensa en su piso de Moscú, para apoyar la huelga de hambre de algunos presos políticos encarcelados en los campos de Mordovia y la región de Perm.

Desde entonces, el 30 de octubre devino una cita para todos los activistas humanitarios, en los años de la persecución hasta la actualidad, y su cancelación. Este año, una vez más, la "Restitución de los nombres" tuvo lugar en casi toda Rusia, excepto en Moscú. En la capital rusa, incluso en la catedral católica de la Inmaculada Concepción, el arzobispo local, monseñor Pezzi, prohibió la proclamación de los nombres de las víctimas católicas de la represión soviética, que de todos modos están colocados en los muros de la iglesia. El 30 de octubre de 1988 se fundó también la asociación Memorial, que al año siguiente, en la misma fecha, unió a miles de personas en una cadena humana alrededor de la sede del KGB de Lubjanka, pidiendo el juicio de los "verdugos čekistas", los numerosos opresores de la policía política de la URSS.

La Restitución de los Nombres tuvo lugar por primera vez en 2007, en la estela moscovita de las víctimas del Solovki, el primer campo de trabajos forzados de la era de Lenin, donde se encontraba el antiguo monasterio, en el extremo norte. En ese momento, se conmemoraron 420 nombres, y el número fue aumentando año tras año a medida que se publicaban los documentos de Memorial, hasta que el gobierno de Putin ordenó el cierre de los archivos y la censura de la memoria. La última expresión pública de cierta importancia fue la inauguración del "Muro de la Aflicción" (Stena Skorbi) en el prospekt Sakharova de Moscú el 30 de octubre de 2017, 80 años después del terror estalinista de 1937. El propio Putin intervino en el acto y dijo que la represión era una tragedia y un crimen, que no puede justificarse. Después, evidentemente, perdió la memoria.

TAGs
Enviar a un amigo
Vista para imprimir
CLOSE X
Ver también
La Rusia de Andrei Tarkovski
06/04/2022 11:51
El cine del Ángel en Moscú
30/11/2023 09:53
La Trinidad de Rublev vuelve a casa en plena guerra
19/07/2022 10:03
Los funerales de Rusia, de Sajarov a Navalny
09/03/2024 15:34
Las elecciones moldavas esperan la segunda vuelta
06/11/2020 10:19


Newsletter

Suscríbase a la newsletter de Asia News o cambie sus preferencias

Regístrese
“L’Asia: ecco il nostro comune compito per il terzo millennio!” - Giovanni Paolo II, da “Alzatevi, andiamo”