La odisea de las Hermanas de la Reparación en Myanmar
Van de pueblo en pueblo, desde hace meses. A veces viajan en coche, pero la mayor parte del camino es a pie. Así vive la población birmana, obligada a huir de los bombardeos de la junta militar. El testimonio de una de las monjas de la Reparación, cuyo convento fue bombardeado hace pocos días.
Rangún (AsiaNews) - El 10 de marzo, la junta militar birmana bombardeó un convento de las Hermanas de la Reparación en Doungankha, un pueblo en el estado de Kayah. Además del alojamiento, el edificio incluía una capilla, una cocina y un centro de ejercicios espirituales dedicado al padre Carlo Salerio, el fundador de la congregación. El convento era utilizado como casa de reposo por las hermanas mayores pero llevaba varios meses deshabitado cuando fue atacado. Poco después del golpe de estado en el que los militares birmanos destituyeron al gobierno civil dirigido por Aung San Suu Kyi, las Hermanas de la Reparación acogieron durante varios meses a 150 mujeres, niños y ancianos que buscaban un refugio en medio del conflicto.
En junio de 2021 atacaron la iglesia de Nuestra Señora de la Paz, ubicada junto al edificio donde se alojaban. Poco después, las religiosas y los refugiados regresaron a Doungankha. Con la llegada del verano, las cifras de contagios comenzaron a aumentar. Las hermanas tuvieron que separarse: fueron llevadas en ambulancia hasta Loikaw a través de carreteras secundarias y campos de arroz para escapar de la violencia de los militares, que habían recibido la orden de disparar incluso a las ambulancias. Cinco monjas murieron a causa del coronavirus. Loikaw, capital del estado de Kayah y hogar de casi 60.000 personas, fue bombardeada intensamente a finales de diciembre y se ha convertido en una ciudad fantasma. Hay más de 500.000 desplazados internos diseminados por todo Myanmar, según la agencia de la ONU para los refugiados.
A continuación, brindamos el testimonio anónimo de una de las Hermanas de la Reparación, que todavía debe desplazarse de pueblo en pueblo para escapar de los bombardeos militares. En los últimos meses han pasado por 12 conventos.
“En el convento de Kunta (estado de Kayah), junto a las hermanas, había también ancianos y niños huérfanos, un total de 18 personas. Era muy peligroso salir: la gente huía, regresaba a sus casas y volvía a huir. Vivíamos en medio de las balas y de noche no podíamos dormir; estábamos aterrorizados.
El 28 de septiembre fue un día de pesadilla, que nunca olvidaré. A las 10 de la mañana oímos los primeros disparos cerca de nuestra casa. Había tres familias con nosotros: una abuela enferma, dos niños pequeños y una mujer embarazada.
Cuando oímos los impactos de las balas en el techo y los vidrios de las ventanas que estallaban, nos dimos cuenta de que ya no podíamos escapar. Nos escondimos en una habitación, incluso debajo de la cama. El tiroteo duró todo el día y se intensificó por la tarde. Los ancianos estaban muy asustados y los niños lloraban.
No sabíamos qué hacer: llorábamos y rezábamos para ahogar el sonido de los disparos. Una niña me preguntó entre lágrimas: "Hermana, ¿vamos a morir aquí esta noche?". La abracé, asegurándole que nadie moriría porque el Señor nos protegería y la Virgen velaba por nosotros. Fue una noche terrible y no hicimos más que encomendarnos al Señor.
Al día siguiente el tiroteo había cesado y salimos a ver los daños: agujeros de bala, cristales rotos, parte de nuestra casa destrozada por el bombardeo. Dimos gracias al Señor porque se habían ido. Pero en ese mismo momento volvimos a oír disparos y la superiora nos dijo: 'Hermanas, no podemos quedarnos aquí más tiempo, vámonos'. De modo que informó al obispo de que abandonábamos la casa y pidió ayuda para evacuar a los ancianos y a los niños.
Los ancianos se fueron en un auto acompañados por la superiora. Las hermanas del convento nos quedamos con los niños asustados y sus madres y nos pusimos en marcha para encontrar un lugar más seguro. Cuando finalmente llegamos a una parroquia, nos topamos con una situación similar a la que acabábamos de dejar: ancianos que no podían escapar, niños llorando y el humo de los bombardeos. Todo esto me causó un inmenso dolor.
Los combates continuaron durante tres días; hubo muchos muertos y heridos y decenas de casas destruidas. Las personas que sobrevivieron quedaron profundamente traumatizadas.
Después de una semana, intentamos regresar a nuestro pueblo: las casas habían sido quemadas junto con la gente, los animales domésticos habían muerto de hambre. Algunas familias lo habían perdido todo.
Esta nueva situación obligó a la gente a huir a las montañas, donde enfermaron por el frío y la falta de alimentos, y donde no tenían ninguna posibilidad de recibir atención médica.
A finales de octubre, el intendente del pueblo aconsejó a todos que huyeran de nuevo porque la situación no era segura. Fuimos a Loikaw, al seminario menor. Todo parecía tranquilo y nos quedamos allí hasta que los militares empezaron a bombardear los campos de refugiados a finales de diciembre. Ya no había ningún lugar seguro para esconderse. Nos encontramos huyendo una vez más junto con la gente y hasta el día de hoy las hermanas jóvenes y ancianas de mi comunidad no han regresado a su convento”.
Ante esta situación, la Fundación PIME decidió abrir el Fondo de Emergencia de Myanmar S145, para apoyar las iniciativas de las Iglesias locales, muchas de las cuales fueron fundadas por misioneros del PIME antes de la expulsión de los misioneros extranjeros en 1966.
El objetivo de la campaña es proporcionar ayuda inmediata a miles de personas, apoyando la red de refugios que llevan adelante las diócesis de Taungoo y Taunggyi. Muchos grupos religiosos locales han respondido a esta emergencia y lo hacen mostrando la cara más hermosa de Myanmar: la de un pueblo que, a pesar del enorme sufrimiento que ha marcado su historia, elige el camino de la solidaridad. A ellos les enviaremos ayuda, empezando por las necesidades básicas de la gente: un techo, comida y una escuela para los más pequeños, que llevan dos años sin asistir a clases por la pandemia y la guerra.
Puedes realizar una donación, indicando como motivo “S145 – Emergenza Myanmar”:
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directamente online en este enlace, escogiendo la opción "S145 - Emergenza Myanmar”:
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por transferencia bancaria a la Fondazione Pime Onlus. IBAN: IT 11 W 05216 01630 000000005733
(envía una copia de la transferencia bancaria por correo electrónico a uam@pimemilano.com indicando nombre, apellido y dirección, lugar y fecha de nacimiento, código fiscal)
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a la cuenta postal nº 39208202 a nombre de Fondazione Pime Onlus, via Monte Rosa, 81 20149 Milán.
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en efectivo o con cheque, en el Centro PIME de Milán, vía Monte Rosa 81, de lunes a viernes (en el horario de 9.00 a 12.30 y de 13.30 a 17.30).
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