17/08/2017, 12.09
RUSIA
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La fiesta de la Asunción en el Kremlin

de Vladimir Rozanskij

En el centro histórico de Moscú se eleva la catedral de la Dormición de la Madre de Dios, consagrada el 15 de agosto de 1327. El edificio que hoy se ve, es obra de un arquitecto veneciano, que integró los estilos italiano, bizantino y ruso. La iglesia, que aún sigue funcionando actualmente, aunque fundamentalmente como museo de íconos, es testimonio de los más grandes acontecimientos de la historia rusa. 

Moscú (AsiaNews) – La Iglesia rusa celebrará la Fiesta de la Asunción de María, que en Oriente lleva el título de “Dormición de la Madre de Dios”, el próximo 28 de agosto, según la distancia habitual que rige entre el calendario gregoriano y el antiguo calendario juliano, que aún sigue vigente en muchas Iglesia ortodoxas, entre ellas, en la de Moscú. Y sin embargo, en Moscú, el 15 de agosto de todos modos se festeja una fecha de la Dormición: hace 690 años, cuando aún regía un único calendario para todas las Iglesias, fue consagrada la principal catedral del Kremlin, dedicada justamente al gran misterio de la unión de María con el Hijo en la Gloria.

Si el Kremlin es el corazón de Moscú y de la Rusia entera, la catedral de la Dormición es el botón de la válvula, desde donde corre el flujo de la misma alma rusa. Cuando la ciudad aún era un puesto de avanzada oriental de los príncipes sometidos al yugo tártaro, uno de ellos comprendió que su posición en realidad podía volverse crucial para el futuro del país. El príncipe Iván I fue llamado “Kalita”, es decir, “saco de dinero”, porque supo aprovechar la ocasión haciendo de Moscú el lugar de cruce de todos los negocios y de la recaudación fiscal, que en aquel entonces era confiada a los mercaderes genoveses, los únicos que no temían hacerse cortar la cabeza por los kanes mongoles.  Ivan Kalita decide construir una nueva iglesia sobre la colina donde había fortificado su residencia, uno de los tantos “pequeños kremlins” de paso, que luego se convertiría en el Kremlin por excelencia. El 15 de agosto de 1327, el primer metropolita de Moscú, Petr, consagró la nueva catedral y allí trasladó oficialmente su sede, que aún llevaba el título de Kiev. Nació así la Santa Rusia de Moscú.

La nueva iglesia y la fortaleza eran bastante deficientes desde el punto de vista arquitectónico, y 150 años después, una vez libres de la esclavitud de los tártaros, los rusos decidieron, con el gran príncipe Iván III, hacer de ella el símbolo de una nueva grandeza, de un imperio que habría de salvar al mundo de los tártaros y de los sarracenos, y de cualquier otro enemigo: la “tercera Roma”. El Papa Pablo II aportó desde la “primera Roma” uno de los mejores regalos, ofreciendo al príncipe ruso a Sofia Paleologa como esposa, y dando así un heredero al trono bizantino. El Papa esperaba que de esta manera Rusia se convirtiese al Catolicismo, pero esto terminó consolidando la idea de que Moscú era la única heredera verdadera de la grandeza romana y cristiana. Junto al ceremonial bizantino y al águila de dos cabezas, Sofía también llevó a Moscú a un ingeniero italiano, Aristóteles Fioravanti, que reconstruyó el Kremlin y la catedral de la Dormición, combinando la elegancia de los palacios venecianos y la austeridad de las cúpulas y de los iconostasios, tomando como modelo la otra histórica iglesia de la Dormición, la de Vladimir, donde 50 años antes había trabajado el pintor Andrej Rublev. Aquella extraordinaria fusión de Oriente y Occidente devino el prototipo de todas las ciudades rusas y de sus catedrales.

El sagrado y simbólico templo del Kremlin fue testigo de todos los grandes momentos de la historia rusa. En 1547, ante la presencia maravillada de todos los embajadores de Europa, tuvo lugar la coronación del primer zar de Rusia, Iván IV El Terrible. En 1612, los jesuitas polacos celebraron la liturgia latina en nombre del Papa, pero al año siguiente fueron expulsados por la nueva dinastía de los Romanov. El progenitor del linaje, el patriarca Filaret, colocó la corona sobre la cabeza del hijo Michail, el primero de la estirpe que luego se extinguiría con la Revolución de 1917. Sobre el campanario situado delante de la catedral, Napoleón asistiría en 1812 al incendio de Moscú y comprendería su inevitable derrota. Saqueó los tesoros de la iglesia para intentar recuperarse, tal como harían, más de un siglo después, los bolcheviques, que querían arrasar con todas las Iglesias del Kremlin. Afortunadamente terminaron convirtiéndola en un Museo Histórico, luego de que en 1917 se celebrara en la catedral el último gran Concilio de la Iglesia rusa.

Durante los años de la época soviética, la catedral permaneció como una exhibición de íconos, frecuentada por turistas que a menudo eran en secreto nostálgicos devotos, y que rezaban en silencio por el renacimiento de Rusia [y por su liberación]de aquella posesión atea. Un arriesgado obispo católico, el eslovaco Pavol Hnilica, se jactó de haber logrado celebrar misa ocultándose en un rincón de la iglesia, sin ser visto por los empleados de vigilancia. En 1991, con la caída del comunismo, se celebra finalmente de nuevo la liturgia solemne del patriarca Aleksij II.

Hoy, la principal catedral del Patriarcado de Moscú, reconstruida en los años ’90, es el gran complejo de la iglesia del Santísimo Salvador, sobre la ribera cercana al Kremlin. La catedral de la Dormición sigue siendo fundamentalmente un museo, si bien allí se celebran con cierta regularidad varios ritos, al igual que en las otras iglesias de la “plaza de las catedrales”. Luego de la sangría del “yugo soviético”, Rusia vive un nuevo renacimiento, buscando otra vez su propia grandeza a medio camino de Oriente y Occidente, recomenzando desde el Kremlin, y de la gloriosa Asunción de la Madre de Dios.

 

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