03/06/2022, 10.53
RUSIA-UCRANIA
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La difícil movilización en el Donbass ocupado por Rusia

de Vladimir Rozanskij

Incluso antes de la invasión, las autoridades separatistas de Lugansk y Donetsk ya habían impuesto el reclutamiento general. Los hombres buscan cualquier manera de evitar que los recluten. Los subsidios que les prometió Putin nunca llegaron. En caso de que mueran en combate, sus familias reciben menos de 200 euros de indemnización.

Moscú (AsiaNews) - En las últimas semanas la ofensiva rusa en Ucrania se ha centrado en el Donbass, tratando de asegurar al menos esta región para proclamar de alguna manera la victoria de la "operación militar especial". Hasta ahora, Rusia ha ocupado casi una cuarta parte del territorio de Ucrania. Aunque parte de las provincias de Lugansk y Donetsk están controladas por los separatistas pro-Kremlin desde 2014, no están completamente bajo la ocupación de Moscú. Por eso los hombres aptos para el servicio militar en estas zonas fueron llamados a la movilización general.

En Rusia, la resistencia a involucrarse en el conflicto ucraniano es muy fuerte, y las autoridades no pueden presionar más, ya que no se ha declarado formalmente el estado de guerra. En el Donbass, en cambio, las condiciones son explícitas y no está permitido negarse al reclutamiento. Sin embargo, los hombres intentan evitarlo por todos los medios, ateniéndose a la regla de "siéntate y cállate", con la esperanza de que no los noten y los obliguen a participar.

Incluso los que ya están desplegados en el ejército separatista ruso empiezan a mostrar señales de impaciencia después de 100 días ininterrumpidos de acción militar, y exigen cada vez con más insistencia que se los envíe a casa. La movilización general en las zonas separatistas del Donbass había comenzado incluso antes de la invasión, el 19 de febrero. Las autoridades locales la impusieron basándose en los documentos de los servicios de condominio, los trabajadores de las minas, las fábricas metalúrgicas y otras de instalaciones controladas por los separatistas, hasta en las listas de los médicos de cabecera. A todos se les había dicho que la movilización tenía previstos 90 días de servicio, que ya se superaron con creces.

La mayor parte de los soldados alistados, casi todos con escasa o nula formación militar, fue retenida durante semanas en los puntos de reunión de Makivka y Dokuchaev, utilizándolos "para cavar", lo que en la jerga militar significa construir trincheras e infraestructuras de guerra. Por lo general no son enviados al frente, y están armados con equipos improvisados que se remontan incluso a la Primera Guerra Mundial, a lo sumo con algunos nuevos punteros ópticos.

Entre los "movilizados" se encuentran los músicos de las filarmónicas, los empleados de la fiscalía, los estudiantes de los últimos cursos universitarios y otras categorías de personas que no tenían forma de escapar. Cuando intentaron arrojarlos a la "carnicería" de Severodonetsk al término de su contrato de 90 días, estallaron las protestas acompañadas de vídeos y mensajes a amigos y conocidos en busca de apoyo fuera del ejército. En particular, se hicieron oír las madres, esposas y novias de los soldados improvisados para exigir su regreso.

Las autoridades separatistas les habían dado pasaportes rusos con un trámite rápido, aunque en realidad su ciudadanía resultó ser incompleta. Tampoco les llegaron los subsidios sociales que había prometido Putin, especialmente a las familias de los caídos, que sólo se otorgaron a los rusos residentes en la Federación. En caso de morir en combate, los movilizados en el Donbass sólo tienen garantizado un funeral gratuito y una indemnización para sus familias de entre 5 y 10 mil rublos (menos de 200 euros). Se había hablado de subvenciones de hasta tres millones por soldado caído, pero en algunos casos los cuerpos de los soldados muertos fueron devueltos a sus familias en ataúdes sellados con la leyenda "causa de la muerte: Covid-19". Sólo a las familias de los trabajadores metalúrgicos se les concedieron sumas de hasta un millón.

La mayoría de los hombres de Donetsk, Lugansk y otras ciudades del Donbass están encerrados en sus casas, atrincherados con puertas metálicas que no se pueden abrir desde afuera y con perros guardianes para alertar sobre la llegada de extraños. Su supervivencia está garantizada a duras penas por sus esposas y sus padres, que les pasan la comida en cajones escondidos. Las condiciones de vida, después de todo, no son fáciles para nadie en las ciudades ocupadas; en Donetsk, el agua corriente prácticamente está garantizada sólo para los miembros del gobierno separatista, y los demás tienen que conseguirla arrastrando cisternas desde el campo. Estos son los grandes patriotas rusos del Donbass.

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