La armada de niños, en Rusia
El gobierno está revitalizando la Lunarmia, el Ejército de la juventud. El objetivo es llegar a un millón de miembros para el próximo año, con ocasión de los 75 años de la Victoria. En la Rusia de Putin, la unidad entre pueblo-iglesia-ejército ha sustituido a la antigua tríada pueblo-partido-ejército, como vía para lograr la felicidad comunitaria y la realización personal.
Moscú (AsiaNews) – Días atrás, la figura responsable de la Autoridad rusa en materia de derechos del niño, Anna Kuznetsova, ha enviado a todas las sedes regionales una directiva para incentivar la adhesión de los niños, a partir de los siete años de edad, a la Lunarmia (el Ejército de la Juventud), un movimiento patriótico juvenil sostenido por el Estado. A ésta ya se han sumado cerca de 350.000 niños menores de 14 años, y la intención sería llegar al medio millón para el 9 de mayo (fecha en que se celebra la Fiesta de la Victoria en la segunda guerra mundial), y al millón para el próximo año, cuando se conmemoren los 75 años de la Victoria.
Las sedes de dicha asociación aún no están presentes en todas las escuelas, pero la directiva permitirá abrirlas en todos los orfanatos del país, lo cual incrementará considerablemente el número total de adherentes. Para adherirse, se requiere el acuerdo de los progenitores, mientras que los niños huérfanos cuentan con la garantía del Estado; en la directiva se recomienda, por otra parte, “considerar las características y las cualidades personales”, ya que no todos se adaptan a la actividad deportivo-militar.
De esta manera, se resucitan en Rusia los “pioneros” de soviética memoria, que a su vez fueron instituidos transformando en actividad militar juvenil la asociación de los Scouts rusos, fundada en 1909 por voluntad del zar. Para ello, Nicolás II supo enviar a Rusia al mismísimo Lord Robert Baden-Powell, quien el año anterior había fundado en Inglaterra el grupo de Jóvenes Exploradores, los Boy Scouts.
La Autoridad para la Infancia explica la “militarización” forzada de los huérfanos a partir de la necesidad de brindar a los niños abandonados y con problemas de adaptación una perspectiva de vida más eficaz, ya que las estadísticas muestran que solo el 10% de ellos logra integrarse de alguna manera en el tejido social. El 90% restante termina: suicidándose (10%), ingresando en la delincuencia (40%) o en la dependencia del alcohol y las drogas (40%), según datos de la procuraduría general de la Federación Rusa.
A la Lunarmia también son enviados los niños con “capacidades físicas limitadas”, una práctica que solía estar muy difundida en el último período soviético, con la crisis demográfica y social debida a las desafortunadas campañas militares en Afganistán y en otros países: ellos eran llamados “los hijos de los hijos de la guerra”. En aquella época, “la cura militar” era considerada un antídoto contra varias formas de esquizofrenia y trastornos mentales, que se aliviarían con la participación común en la gran organización patriótica.
En la Rusia de Putin, la unidad entre pueblo-iglesia-ejército ha sustituido a la antigua tríada pueblo-partido-ejército, como vía para la felicidad comunitaria y para la realización personal. La nueva radicalización del ideal patriótico, iniciada con las guerras en Georgia y en Ucrania, en 2011 y 2014 respectivamente, es re-propuesta en la vigilia del 18 de marzo, cuando se festejará el quinto aniversario del referéndum de anexión de Crimea, el evento que devino símbolo de la nueva Rusia grande.
Las actividades de la Lunarmia abarcan juegos militares con nombres evocativos, como “Victoria”, “Estrella”, “Joven soldado”, “Explosión marítima”, “Escudo siberiano” y similares, en los que se enseñan “tácticas de movimiento en el campo de batalla”, montaje y uso de armas y artes de guerra variados, tal como explican los manuales y las descripciones en el sitio de la organización. Se prevén asimismo campamentos y expediciones, carreras y concursos con premios, además de estadías prolongadas en campamentos juveniles del ejército, con el sostén y asistencia espirituales de los capellanes militares ortodoxos, que ya están diseminados de manera capilar.
En las escuelas, a tal propósito se celebran festivales dedicados a composiciones sobre temas como “Carta al soldado”, o dibujos sobre el “Soldado que proteger el país” o “La patria de los héroes”, o bien un open-day sobre el tema “Día de la llamada a las armas” o de los “Voluntarios de la Victoria”. Según los reglamentos de estos eventos, “un buen resultado puede llevar a la participación en proyectos de centros regionales para la educación militar y patriótica”, entre los cuales figuran la Unión de los Oficiales, la Fraternidad de Lucha, las uniones de cosacos y otras similares, que también distribuyen uniformes, casacas y otros accesorios.
El 2 de marzo pasado, el jefe del Estado Mayor, Gral. Valerij Gerasimov, pronunció un discurso en el cual expuso los programas de los Estados generales de las Fuerzas armadas. En su exposición se afirma que “Rusia debe garantizar con todas las fuerzas la excelencia técnica, tecnológica y organizativa para hacer frente a cualquier adversario potencial”. Se prevé tomar medidas para volver más estricto el servicio militar obligatorio, que hoy es relativamente fácil de eludir recurriendo a los estudios universitarios y a las distintas necesidades familiares y laborales. En realidad, en el 2010, el presidente Putin había anunciado el fin del servicio militar obligatorio, para pasar a un ejército profesional. Pero es evidente que los tiempos han cambiado.
Las escuelas reciben instrucciones sobre la preparación para el estado de guerra y las principales empresas del país han recibido un aviso de parte del mismísimo Putin en más de una ocasión, advirtiéndoles que podrían verse forzadas a convertirse a la economía bélica. Hace algunos días, en la catedral de San Isaac de San Petersburgo, el coro de la Armada Rusa brindó un concierto de cantos militares y canciones patrióticas de la época soviética, que incluyó una célebre canción para niños, adaptada a nuestros días; “Que haya paz sobre la tierra –pero si el jefe llama a la última batalla –querido tío Vova [Putin], estamos contigo”. Los niños presentes en el concierto hicieron un juramento, y prometieron recuperar algún día Alaska (que hasta principios del siglo pasado era rusa) y derrotar a los Samurái, un tema popular en tiempos de las tratativas con Japón para poner fin al conflicto de la Segunda Guerra mundial.