Kostantin Sigov: Queremos la autocefalia ucraniana y el fin del uso político de la religión por parte de los rusos
El gran intelectual ucraniano explica las razones que alientan a su pueblo a exigir la independencia del patriarcado de Moscú. En Rusia presiones del Estado e instrumentalizaciones de la Iglesia están al orden del día. Una Iglesia independiente sería un paso importantísimo hacia la liberación de Ucrania del pasado soviético. Pero el problema es ante todo espiritual.
Kiev (AsiaNews)- La cuestión de la autocefalia de la Iglesia ortodoxa ucraniana causó la ruptura de la comunión entre Moscú y Constantinopla. Aquella que a muchos les parece una pelea sin sentido, esconde problemas espirituales y políticos. La autocefalia de la iglesia ucraniana data desde mucho antes de la invasión de Crimea y es deseada y querida por los ucranianos para ver el fin de una instrumentalización política de la Iglesia ortodoxa rusa. Son algunas de las tesis que el estudioso Konstantin Sigov ,de 56 años está entre los intelectuales de punta de Ucrania y una personalidad ecuménica de excepción.. Filósofo, profesor universitario, director del centro para las investigaciones humanísticas en la Universidad Nacional Academia de Kiev Mohyla.
“Toda Ucrania se quedó shockeada cuando una madre pidió le hicieran el funeral a su niño y el cura se rechazó porque el pequeño había sido bautizado en el patriarcado de Kiev cismático. ¿Es una cuestión política? No, es una cuestión espiritual. ¿Cómo se hace faltar de misericordia en este modo hacia las personas sólo por no son “canónicas”? Quiere decir que el “canon” se convierte en un instrumento de segregación, de aislacionismo, es usado para encerrar en un “gueto” a millones de personas sólo porque no quieren someterse al Kremlin. Es una cuestión no política sino espiritual, moral, una cuestión de la Iglesia al final de cuentas”.
Entonces, ¿la autocefalia de la Iglesia ortodoxa ucraniana es una exigencia real para su país?
La autocefalia es pedida ya desde hace mucho tiempo. Se inició a pedirla mucho antes de Porošenko, mucho antes del Majdan y también de la revolución naranja de 2004. Hablamos del momento en el cual Ucrania adquirió la independencia en 1991, después del derrumbe de la Unión Soviética. En la Iglesia ucraniana se tomaron enseguida iniciativas en este sentido y de una de éstas nació la Iglesia Autocéfala cismática. Si a la Iglesia ortodoxa ucraniana se le hubiese dado en aquel momento, no habrían existido cismas.
La experiencia de los últimos 25 años demostró que Moscú no busca la posibilidad de diálogo en Ucrania, ya está bien claro que no hay esperanza de obtener nada en este sentido. No obstante hablamos de millones de personas, no de decenas de miles sino de millones considerados cismáticos, aunque si entre ellos y nosotros no existen diferencias dogmáticas, de rito, de fe, los santos son los mismos… El único punto sobre el cual no hay unidad son las relaciones con Moscú. Para que haya variedad y unidad en la variedad se necesita encontrar un camino para el diálogo. Y si hoy se creó la posibilidad que esta situación sea superada- y la cosa se refiere a nosotros todos hombres de fe- se lo debe hacer.
Cierto, es necesario todavía entender cómo. Es una cuestión difícil que no puede ser resuelta en un modo ligero, porque cualquier simplificación puede hacer sólo mal, pero por otro lado no tenemos que dejarnos tomar por el pánico y temer movernos para no provocar males peores. No sería una posición cristiana, sería un posición fatalista. En cambio todo depende de cómo el Espíritu obrará, de nuestra apertura y de cuándo lograremos obrar en comunión, a través del diálogo.
Entonces, por una parte se trata de tener la voluntad de diálogo para resolver la cuestión en modo constructivo, por la otra obviamente se necesita ver cómo esta voluntad podrá cumplirse, de hecho, si también la voluntad existe en varias partes, está siempre el grave riesgo de interferencias. Las autoridades de la Iglesia ortodoxa rusa no están libres de exponer su punto de vista personal respecto a las cuestiones eclesiásticas. Es absolutamente claro que la Iglesia ortodoxa rusa sufre un fuertísima influencia de parte del Kremlin. Después de los últimos casos sucedidos en Moscú, donde les han pegado a los manifestantes y otras personas fueron arrestadas sin algún motivo, es clarísimo que es ejercitada una fuerte presión sobre las varias estructuras sociales y sobre la Iglesia en modo particular, porque es la mayor institución existente que no pertenezca al Estado.
¿La autocefalia eliminaría la influencia de la política rusa sobre la Iglesia?
Si tenemos en cuenta aquello que sucedió en los últimos años en Rusia, del aumento de la violencia en relación con la sociedad civil; si tenemos en cuenta que por el momento no hay posibilidades de separar el Estado de la Iglesia, el poder espiritual de lo temporal- al contrario la presión del Estado sobre la Iglesia aumenta siempre más la instrumentalización de la Iglesia-, para nosotros ucranianos se vuelve claro que la única posibilidad para dar a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios, para escapar de la influencia del Estado es separarnos de la Iglesia ortodoxa rusa.
Personalmente yo preferiría que en este campo hubiese siempre menos política. Considero que en el estadio en el cual nos encontramos ahora, después de todo aquellos que fue hecho, se debería preguntar a todos los personajes políticos de todas las partes que dejen tranquilos a los obispos, creyentes, laicos y no laicos y que ninguno de los presidentes de los países involucrados se mezcle en esta cuestión, que no es asunto ni de Putin, ni de Erdogan ni de Porošenko.
¿No existe el riesgo que en la nueva Iglesia ucraniana la cuestión nacional se convierta más importante que la espiritual, que el nacionalismo prevalezca?
El riesgo existe siempre, pero los contextos son muy diversos. La situación Ucrania, en 27 años de independencia, jamás fue monolítica ni jamás lo será. En Ucrania existió siempre la pluralidad y esta pluralidad se conservará siempre; ninguna de sus Iglesias debe convertirse en Iglesia de Estado. La sociedad civil ucraniana está convencida que justamente en su variedad, en su rico mosaico esté su fuerza, su riqueza y por lo tanto esta situación de beba cambiar. Al mismo tiempo no quiero idealizar la realidad; es necesario evitar que cualquier extremismo, comprendido el etnocéntrico, comience a jugar el mismo rol que hay hoy dentro de la Iglesia ortodoxa rusa. Por este motivo la joven Iglesia ucraniana debería tener mucha atención para que las otras Iglesias, no sólo Constantinopla, sino también la Iglesia de Georgia, de la República Checa, de Rumania, de Grecia, estén en diálogo entre ellas y que Ucrania salga finalmente del aislamiento.
Nosotros deberíamos sobre todo hacer de modo que se evite la violencia en las futuras redistribuciones de las Iglesias entre los varios patriarcados. Es necesario se mantengan al máximo grado la medida, la racionalidad social que eran propias de los primeros meses del Majdan. Todos los extranjeros que venían a Kiev es esos meses se maravillaban que no encontraban ni una vidriera rota, ni un auto dado vuelta, las calles estaban limpias...este es el modelo que nos sirve también ahora.
La situación es muy delicada y justamente por esto necesitamos de la solidaridad de todos los cristianos, no sólo de los ortodoxos, pero también de los católicos. Todos ahora entienden que la cuestión del diálogo entre Oriente y Occidente depende de la situación de Kiev. Por lo tanto es necesario que Kiev pueda llevar adelante un diálogo directo y no sea aislada.
Me llamó mucho la atención en estos días escuchar que de Moscú acusan a Bartolomé de papismo. Ni Roma ni Constantinopla hoy tienen las mismas ambiciones geopolíticas que tiene Moscú. Ambiciones que van desde la anexión de territorios a la idea que cualquier ciudad europea en la cual haya habitantes de habla rusa sea de hecho un pedazo del Mundo ruso. Es claro que una Iglesia independiente sería un paso importantísimo hacia la liberación de Ucrania del pasado soviético y es justamente por esto que hoy provoca la reacción de Putin, que no quiere dejar irse a Ucrania: con todos los medios, comprendida la instrumentalización de la Iglesia, trata de mantenerla junto a sí. Es por esto que hoy la presión sobre la Iglesia ortodoxa rusa es tan fuerte; lamento mucho por las personas sobre las cuales es ejercitada y que a ella se dobleguen.
Alguien escribió que la cuestión de la autocefalia ucraniana es un terrible anacronismo en el S. XXI, el intento de vivir según modelos de otros tiempos. La historia demuestra que patriarcados y autocefalias se vuelven importantes sólo cuando se toca la gran política. Y cuando se habla de política se olvida la Iglesia como comunidad de fieles.
Es este propósito quisiera citar un comentario del p. Zelinskij: si millones de personas lo piden desde hace más de 25 años, si desean que sus sacramentos sean reconocidos, ¿cómo se les puede decir: váyanse? Se habla de anacronismo. Y las relaciones entre Estado e Iglesia que hay en Moscú, ¿no son también un anacronismo? Debemos salir de la lógica del aislacionismo. El aislacionismo dice que todo esto que es hecho fuera de nosotros nos hace mal. Si salimos de esta lógica podemos darnos cuenta que la iniciativa que se lleva adelante puede ser para el bien de la Iglesia rusa. Es verdad: la Iglesia ortodoxa rusa podría formalmente disminuir el número de sus fieles, pero esto podría ser para algo mejor. En teología hablamos de Kénosis: el vaciamiento interior que crea el espacio para que la fuerza del Espíritu obre. Esta es la ocasión para la Iglesia rusa de practicar la kénosis. No es una cuestión de número, sino de cualidad.
En 1966, cuando Estonia declaró su propia autocefalia, fue interrumpida por meses la comunión eucarística. En aquel período estaba en Oxford y allí celebraban en la misma iglesia el metropolitano Calixto, del patriarcado de Constantinopla y el metropolitano Vasilij, del patriarcado de Moscú. Para ellos la interrupción de la comunión fue una tragedia; entonces el metropolitano Calixto, uno de los mayores teólogos de Constantinopla, dijo públicamente que no se puede abusar de la Eucaristía, que no se puede interrumpir la comunión eucarística: no se lo hace por diferencias doctrinales, tanto menos se puede hacerlo por problemas territoriales. ¿Quién lleva esta retórica? ¿Kiev? Al contrario, Kiev quiere superar la ausencia de la comunión eucarística entre Iglesias que en nuestra ciudad viven en la misma calle, en la misma familia. Esta es nuestra tarea.
(Foto: De izquierda, el patriarca de Constantinopla Bartolomé; el patriarca de Moscú, Kirill; el metropolitano de Kiev Onufriy)
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